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Cine POR DERECHO
CINE Y MEDIOAMBIENTE:
Cuando el séptimo arte
es ecologista
E l cinematógrafo pronto se percató
de su potencialidad para, a la vez,
contar historias y observar la reali-
dad. Los propios hermanos Lumière
colocaron la máquina tomavista de
imágenes en movimiento en el andén de la Gare
de Lyon para que los espectadores contemplaran
con asombro a un tren haciendo su entrada en
esa estación, de la misma manera que hicieron
retratando la salida de los obreros de su factoría.
Por otra parte el cine tuvo la suerte inmensa
de nacer justo al final del siglo XIX, el siglo de la
industrialización, del inicio del éxodo del campo
hacia las megaciudades, del consumo masivo de
literatura popular merced a los folletines y re-
vistas. El cine se citó, además, inesperadamente
en una esquina creativa que en principio debería
haberlo lastrado en esa apuesta por contemplar,
ser una ventana de la realidad, y ese supuesto
déficit, no era otro que nacer mudo y sin color.
Curiosamente la gente que se puso a trabajar
con ese instrumento creativo y de indudable po-
tencialidad artística -el filósofo Walter Benjamin
fue de los primeros en estudiar y describir esa po-
tencialidad- hicieron de la necesidad virtud ante
esos dos inconvenientes. Apostaron por el riesgo
de la innovación y por la exigencia de la excelen-
cia. La potencial industria del cine, un concepto
que solo podía crecer y desarrollarse en la pujan-
te nación del capitalismo norteamericano, sabía
que los millones de espectadores que en todo
el mundo acudían en masa a ver películas a los
baratos barracones -nickleodeons-, en los que se
proyectaban, solo esperaban dos cosas: emoción
y diversión. Esas masas eran, por lo general, ile-
tradas, en buena medida clases muy populares y
en muchos países, especialmente en Estados Uni-
dos, emigrantes sin conocimiento del idioma in-
glés. De esa manera, las imágenes en movimiento
deberían expresar a través de un lenguaje básico
y emocional la historia que querían contar. Bási-
camente la idea de que una imagen vale más que
66 _ Abogacía Española _ Octubre 2019
EDUARDO TORRES- DULCE LIFANTE
mil palabras constituyó para el cinematógrafo el
primer y más exigente mandamiento.
Gracias a gente como David Wark Griffith, que
codificó con inteligencia ese mensaje, lo con-
siguieron de manera genial. Chaplin, Keaton,
John Ford, Howard Hawks, Fritz Lang, De Mille,
Hitchcock, McCarey, Victor Sjostrom, Dreyer,
Lubitsch… todos esos maestros aprendieron
cine haciéndolo, trasponiendo sus fronteras sa-
bedores de que la línea clara de la narración y
el significado puro y emocional de la imagen
suponían un método de contar historias inne-
gociable. Por su parte los maestros alemanes de
los años 20 con Murnau a la cabeza aportaban
la experimentación con esa imagen creando la
coreografía de la luz y las sombras como parte
de un vibrante y rico movimiento expresionista
cuyos logros y riqueza iluminarían la creación de