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Blog de Comunicación y Marketing Jurídicos
09 septiembre 2016
La abogacía es una profesión con un alto contenido de estrés debido a varios factores: estar todo el día escuchando problemas de clientes denunciando la injustica sobre su persona y demandado justicia para ellos y todo ello con mayor/menor carga emocional, comunicarles resoluciones no favorables y gestionar sus reacciones, conseguir la resolución de su caso con la mayor rapidez y el menor coste, trabajar bajo presión (plazos), trabajar un gran número de horas con largas jornadas de trabajo (que dificultan el equilibrio entre la vida personal y laboral), necesidad de ganar los casos para tener una buena reputación profesional que permitirá tener más clientes o llevará a perderlos en el caso contrario, sufrir el impacto de las decisiones judiciales que en ocasiones les perjudican, sufrir la lentitud de la justicia, necesidad de estar constantemente actualizados en legislación y en su profesión, etc.
El Diario Expansión en el año 2014 recogía una encuesta realizada en EEUU, que aportaba los siguientes datos: el 52% de los profesionales en ejercicio muestran un alto nivel de insatisfacción y tienen mayor riesgo que otras profesiones para padecer depresión. Este dato es corroborado por la Universidad John Hopkins que, tras analizar 104 profesiones, constató que los abogados/as sufrían depresión a una velocidad 3,6 veces superior a otros profesionales. La International Bar Association (IBA) señala un alto consumo de alcohol en el 70% del colectivo y un 26% de consumo de cocaína.
Aunque estos datos se refieren a EEUU, sí que nos pueden servir como referencia para valorar el alto impacto del estrés en la profesión y tomar conciencia de la necesidad de conocer y aplicar técnicas de gestión de estrés.
En principio, el estrés es una “reacción de nuestro organismo ante cualquier exigencia a la que se enfrenta, sea esta agradable o no” (H.Seyle). Puede ser:
Lo malo es que el estrés negativo tiene múltiples y variadas manifestaciones.
Para gestionar nuestro estrés y evitar que se produzcan las manifestaciones descritas, te proponemos varias claves:
El primer paso para gestionar nuestro estrés es hacer una autoanálisis de cómo vives el día a día en relación al estrés. Para ello puedes utilizar las siguientes estrategias:
Observa y analiza: ¿cómo interpreto las situaciones?, ¿cómo gestiono las emociones?, ¿cómo me enfrento a las tareas? (límites, organización, exigencias, etc.), ¿cuál es mi dialogo interno? ¿potenciador –“venga que puedo”, “enseguida viene el fin de semana y descansaré”- o limitante -“todo me pasa a mí”, “vaya cliente que me ha tocado”, “otro día en el despacho hasta las 22:00”-? etc.
El estrés se produce por uno o varios de estos tres factores:
Es muy importante que tomes conciencia de tu tipo de personalidad: tipo A (creas tu propio estrés, ya que se concibe la vida como una batalla que hay que ganar), o tipo B (estas más interesados en vivir que en competir); y de tu actitud: qué y cómo piensas. “Somos los que pensamos”.
Anota: qué hecho concreto te ha causado estrés (por ejemplo, llamar a un cliente conflictivo para comunicarle una resolución), qué malestar has sentido del 1 al 10 y defínelo (¿cuál de las manifestaciones físicas, emocionales, mentales o conductuales tienes?), que respuesta has dado (“retrasar la llamada varios días”), qué estrategias has usado para gestionar la situación (“decir: el retrasar la llamada no va a cambiar la resolución, mejor cerrar este tema cuanto antes”).
En el siguiente artículo, continuaremos exponiendo distintas claves que te ayudaran a gestionar tu estrés y gestionar tu bienestar.
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