07 febrero 2019
Gerardo Pérez, abogado: “Quien quiera conocer cómo es la profesión de abogado no debe acudir a una sala de cine, debe ir a un juzgado“
Por María José Cámara
El abogado Gerardo Pérez Sánchez es doctor en Derecho por la Universidad de La Laguna, donde ejerce como profesor de Derecho Constitucional. Este letrado canario es miembro de la Asociación de Constitucionalistas de España y ha publicado artículos en libros y revistas de Derecho, en general, y de Derecho Constitucional, en particular.
Pérez ha desempeñado el cargo de juez sustituto en el Partido Judicial de Santa Cruz de Tenerife. Labores como jurista que compagina con su afición por el cine y la literatura, que le han llevado a publicar su última novela: Amanecer en el ocaso.
En su obra narra la historia de Rodrigo Cifuentes, un teniente retirado del ejército que realiza labores como investigador y que está atormentado por los recuerdos de una fallida relación sentimental, cuya vida sufre un vuelco al recibir el encargo de buscar a la hija del secretario de Estado de Defensa, desaparecida en extrañas circunstancias. Un viaje cultural entre España y el Sáhara Occidental que no deja indiferente al lector.
- ¿Cuál es su fuente de inspiración?
Mi deseo por contar historias nació de mi pasión por el cine. Tras el visionado de muchas películas, surgió en mí la inquietud por narrar, por construir personajes y situaciones. Evidentemente, para mí es más sencillo plasmarlo en las hojas de un libro que en imágenes en la gran pantalla. Muchos largometrajes y obras literarias me han influido en mi forma de contar las tramas de mis novelas pero, si debo hacer un listado, en el puesto número uno necesariamente debo poner al cine.
- ¿Cómo contribuye su formación jurídica a las historias que narra?
Para mí la literatura forma parte de mi tiempo de ocio y, en principio, mis novelas son ajenas al mundo del Derecho. Cierto que algunos de mis libros tienen un trasfondo jurídico. Por ejemplo, en El amor y otras vías de escape contaba la relación sentimental entre un miembro del equipo de la fiscalía y uno de la defensa en un procedimiento ante la Corte Penal Internacional. Pero todo eso era un decorado, un contexto, no era la trama esencial del libro. Lo que quiero transmitir son otras cosas. En otros títulos se pueden encontrar pinceladas con toque jurídicos, pero son aspectos colaterales o secundarios. La construcción de los personajes, sus relaciones personales, sus sentimientos o, en el caso del género de intriga, la acción, centran la construcción de las historias que cuento.
- ¿Cómo surgió la idea de compaginar la pluma y la toga? ¿En qué ámbito se encuentra más cómodo?
Siempre me han interesado las manifestaciones artísticas. El cine, la música o la literatura. Creo firmemente que las artes nos ayudan a conocernos mejor y a ser mejores personas. En varias ocasiones, mis libros me han dado la oportunidad de dar charlas en colegios e institutos, y siempre les digo a los chavales que, con independencia de a lo que se dediquen profesionalmente, pongan un arte en sus vidas. La danza, la pintura… lo que sea.
La creación artística ayuda a conocerse mejor. La creatividad es el mejor antídoto para no terminar todos siendo clones unos de otros. Decía Carl Jung que “todos nacemos originales y morimos como simples copias”. Eso sería una pena. Pero el Derecho también me encanta, me siento muy cómodo ejerciendo y enseñándolo. Ambas son manifestaciones complementarias. Lo más difícil es compaginar el tiempo para poder dedicarles a ambas un espacio suficiente.
- Desde 2006 se dedica a la crítica cinematográfica en la prensa de Canarias. ¿Considera que las disciplinas artísticas pueden influir en la percepción que la sociedad puede tener de una profesión como la de abogado?
Las disciplinas artísticas son necesarias como enriquecimiento personal. Te ayudan a formarte como persona. La percepción que en las películas, o en otros ámbitos artísticos, se muestra de la abogacía no es rigurosa, pero eso pasa con otras muchas profesiones. Vemos series de médicos, de policías… y la realidad es otra. Quien quiera conocer cómo es la profesión de abogado no debe acudir a una sala de cine, debe ir a un juzgado.
- Usted es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de La Laguna, ¿qué recomendaciones literarias ofrece a los estudiantes que inician la carrera de Derecho? ¿Y cinematográficas?
Para captar la atención de los alumnos sí suelo ponerles escenas de películas o hablarles de algunas obras literarias. La capacidad de conexión que tiene la parte visual de una secuencia cinematográfica, o en ocasiones la letra de una canción, es superior a un manual o un libro de texto. Conectar los problemas jurídico-constitucionales con las situaciones cotidianas que se ven en el cine o en los libros es una forma de hacerles entrar en materia. Pero se trata de una fase inicial y superficial. Luego viene el estudio de la letra de la norma, de la interpretación de la jurisprudencia, etc. Ahí es donde el verdadero jurista destaca.
- En su última novela realiza un retrato peculiar de ministros y secretarios de Estado, no por resultar demoledor, sino por mostrar cómo podría ser su realidad. ¿Tenemos en la actualidad una imagen distorsionada de los políticos? En ese caso, ¿a qué cree que se debe?
Cualquier hecho tiende a llegar al público distorsionado. Cualquier mensaje, a medida que pasa por varios intermediarios, se termina distorsionando. Por ejemplo, de un hecho se saca un comunicado de prensa, de ese comunicado se puede obtener una noticia en un medio de comunicación, de esa noticia un comentario en redes sociales… Al final lo que nos llega puede que no se ajuste a la realidad. Además en el ámbito de la política se tiene mucho a “maquillar” las imágenes o noticias de nuestros políticos. Para empezar por ellos mismos y sus gabinetes de prensa, que quieren dar una determinada imagen, pero también por los medios que aportan la suya propia. Se trata de un mundo complejo que quiere poder obtener una imagen real de una situación.
- Además, Amanecer en el ocaso comparte similitudes con otra de sus novelas, La sonrisa Duchenne, finalista en el Premio Iberoamericano de Novela Verbum 2015. ¿Resulta más complicado crear historias inéditas o adaptar nuevas tramas a otras ya existentes?
Siempre es más complicado crear personajes, historias y tramas desde cero, completamente originales, que partir de algún tipo de referencia o material previo. Es muy importante que lo que se cuente tenga un cierto grado de credibilidad. Salvo géneros muy determinados (la ciencia ficción, el género fantástico) la verosimilitud es una forma eficaz de conectar con el lector. La empatía con los personajes, con la trama y los conflictos que se narran, se basa en buena medida en la capacidad de implicación del lector. Si no es creíble, si no hay conexión, no se logrará el objetivo. Ese tipo de creación, cuando se inicia desde un principio, es complejo.
- Con sus novelas realiza un recorrido por distintos escenarios: de Santa Cruz de Tenerife a Madrid, pasando por El Aaiún o los paisajes desérticos del Sáhara. ¿Visita los lugares que describe o las historias que cuenta le invitan a conocer nuevos enclaves?
Buena parte de ellos los conozco de primera mano y sitúo la acción en localizaciones en la que he estado. No siempre, pero en la mayoría de mis novelas, sí.
- ¿Tiene nuevos proyectos literarios en el tintero?
Sí, estoy trabajando en mi próxima novela. Será la sexta que vea la luz. No tengo muy claro cuando aparecerá en librerías, pero el proceso de escritura está avanzado. Es una trama diferente de Amanecer en el ocaso que cuenta varias historias que se desarrollan en distintas épocas temporales, pero que la más antigua terminará influyendo en la más moderna.
- Se han cumplido cuatro décadas desde la entrada en vigor de la Constitución de 1978, ¿en qué punto nos encontramos?
Una Constitución es un pacto político pero también la norma jurídica de más alto rango de un Estado. Su vigencia, eficacia y aplicación es fundamental para la buena marcha de la convivencia social. Nuestra Constitución nos ha dado un buen servicio durante mucho tiempo, pro es evidente que, tras cuatro décadas, existen algunos déficits que deben subsanarse. Por apuntar solo los más evidentes:
- La distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas es actualmente un laberinto complicado que crea muchos problemas, interpretaciones encontradas y conflictos. Se precisa clarificar su reparto de una vez por todas.
- La función de algunos órganos debe revisarse. El Senado no cumple la función que debería, por ejemplo.
- La prelación del varón sobre la mujer en la sucesión a la Corona debe cambiarse.
- La mejora de nuestras normas electorales, a fin de corregir la desigualdad del valor del voto y mejorar la representatividad.
- La actualización del listado de derechos constitucionales
- La regulación de la coordinación y engranaje del ordenamiento Estatal y de las sentencias de sus tribunales con los de la Unión Europea y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Podría seguir citando más ejemplos. Creo que la mejor manera de defender nuestra Constitución es reformándola y adaptándola a los nuevos tiempos. La llamada a un consenso previo para dar el paso es una tontería. Cuando se inició la transición en España no existía consenso previo, pero se consiguió después de muchos meses de trabajo y debate. El consenso es siempre el final del viaje, no el inicio.