26 diciembre 2018
Jon Sistiaga, premio DDHH 2018: “Cuando mezclas el odio con cierto rencor obtienes populismo”
Por María José Cámara y Mari Luz Marcos
Jon Sistiaga es licenciado en periodismo y doctor en relaciones internacionales por la Universidad del País Vasco. Su labor periodística le ha llevado a los lugares más recónditos y peligrosos del mundo. Ha cubierto conflictos y crisis humanitarias en Afganistán, Tailandia, Corea del Norte, Ruanda, México, Guinea Ecuatorial, Argentina, Colombia e Irlanda.
Fue detenido en 1999 por las tropas serbias cuando se encontraban en la frontera entre Kosovo y la República de Macedonia; ha relatado la dramática situación de la población albina en Tanzania; la influencia del poderoso lobby estadounidense defensor de las armas; la situación fantasmal de Chernóbil o se ha infiltrado entre las “Barras Bravas”, que se organizan como auténticas mafias en Argentina. Actualmente, pone al día los siete pecados capitales adaptados a la sociedad del siglo XXI en el programa Tabú.
- ¿Considera que en la sociedad actual existe una proliferación del discurso de odio? ¿A qué motivos se debe?
Es bastante evidente que existe una proliferación del discurso del odio en nuestra sociedad y en las sociedades que nos rodean, con las que nos podemos sentir afines, como en la europea o norteamericana. Existe porque las tendencias del odio seguramente siempre han estado allí, agazapadas, escondidas. Esas tendencias que hemos conseguido sostener, esconder o erradicar de laguna manera, no se fueron nunca.
Cuando mezclas el odio con cierto rencor, a veces legítimo porque las cosas no salen como quieres, obtienes populismo. El populismo puede ser de un lado o de otro, a mí no me gusta llamarlo ni de derechas ni de izquierdas. El populismo es todo aquel movimiento que explota las emociones de la sociedad para obtener rédito político, los explota como estrategia, ni siquiera como táctica, sino como estrategia a largo plazo.
- ¿Qué supone para usted el Premio de Derechos Humanos de la Abogacía Española 2018?
Los Derechos Humanos se erigen como un pilar en el que se asienta nuestra civilización occidental, de la que dependen los progresos y las mejoras para todos nosotros. El premio Derechos Humanos dado por los abogados de España, además, en el marco del 75 aniversario, es un galardón ilustre, que me encanta y que me hace pensar que el trabajo de los últimos 25 años como periodista estaba bien enfocado y ha sido coherente.
- A pesar de haber cubierto números conflictos, ha indicado que no le gusta que le llamen “reportero de guerra”, ¿qué se esconde tras ese término?
No me gusta que me llamen reportero de guerra; primero, porque no me gustan los calificativos, soy un poco ácrata en la vida y en mi trabajo; y segundo, porque no me reconozco dentro de ninguna tribu periodística. Soy un reportero, un periodista que a lo largo de su vida ha realizado los trabajos que, o bien le mandaban, o para los que él pensaba que estaba mejor preparado, desde deportes, cultura, terrorismo, justicia o conflictos.
No me gusta llamarme periodista de guerra, porque creo que el que se denomina así es porque se dedica a eso, y para dedicarte a cualquier cosa te tiene que gustar y a mí, sinceramente, las guerras no me gustan.
- En su libro Ninguna guerra se parece a otra hace referencia a la muerte de su amigo, el cámara José Couso en la guerra de Irak. ¿Cómo se aborda periodísticamente un suceso así?
En el caso concreto del asesinato de José Couso se dan unas circunstancias especiales. Hay un Gobierno aliado con el que en ese momento estábamos participando de facto en un conflicto, y que decide disparar contra civiles desarmados como son los periodistas. Allí había un intento efectivo de acallar en ese momento a los pocos periodistas que estaban filmando la entrada o la invasión de los soldados estadounidenses de Bagdad, la toma de Bagdad.
Había un intento de acallar a la prensa, no fue un mero lance de guerra o del conflicto, no fue pisar desafortunadamente una granada o que te disparen y te de una bala perdida, fue un intento coercitivo, por parte del ejército de Estados Unidos, del general de turno, de callar a la prensa, de callar los ojos de la guerra y de acabar con la libertad de expresión.
- ¿Deben proteger los Gobiernos a quienes se juegan la vida por informar?
Es un eterno dilema. Yo cuando voy a cubrir un conflicto no considero que lleve ni el salvoconducto, ni el beneplácito de mi Gobierno. Voy como periodista a cubrir una guerra o un desastre natural y yo, personalmente, no considero que si algo me pasa, voy a tener a mi Gobierno detrás, sea del color que sea.
Por eso creo que en el caso de José Couso, tanto el Gobierno como los abogados tienen o deberían tener la obligación de concretar de quién fue la responsabilidad final de tomar esa decisión que causó la muerte de dos cámaras de televisión.
- ¿Qué se está haciendo mal para que la sociedad y política europeas, rechacen la entrada de inmigrantes?
Se está haciendo mal no entender realmente por qué esa gente huye. No comprender por qué la gente huye de la guerra de Siria o por qué las personas del África subsahariana intentan salir de la pobreza extrema de sus países.
Se está haciendo mal la pedagogía en el caso de España, sobre todo, y en el de Italia también, de no enseñar que hubo muchas personas de otras generaciones que también tuvieron que emigrar a Suiza, Francia, Noruega, Alemania, Cuba o Argentina. Es decir, fuimos también nosotros un país de emigrantes y lo hemos sido durante cinco siglos.
Se está haciendo mal en no quitarnos de encima ese egoísmo, que se va a convertir en el octavo pecado capital, que nos hace pensar solo en nosotros mismos y no en los demás.
- La serie documental Tabú ha tratado diferentes asuntos como el machismo. ¿Cree que una mujer hubiera podido realizar su trabajo como periodista en las mismas condiciones?
El enfoque que yo di al tema del machismo desde Tabú creo que sí lo hubiera podido hacer sin duda una mujer. De hecho creo que intente ponerme muchas veces en el papel en el que yo me siento cómodo, que es el de hombre feminista, hacia donde intento ir para superar el machismo en el que a todos nos han educado desde pequeños.
Puede que el acercamiento que yo tuve con ellos, por ser hombre, quizá no lo hubieran tenido con una mujer; no sé si se hubieran abierto a confesarse de esa manera con una mujer. Quizá, y digo solo quizá, porque casi todos ellos estaban en proceso de catarsis y de penitencia interna bastante interesante.
- Ha indicado que con su labor informativa quiere que las personas se sientan “incómodas” y reflexionen sobre situaciones que pueden pasar desapercibidas. ¿Por qué es importante mostrar la realidad sin artificios?
A mí me gusta decir que Tabú es un programa incómodo porque habla de situaciones, de realidades, de comportamientos muy humanos y, por tanto, muy cercanos que nos pueden resultar complicados de entender, incómodos de aceptar y difíciles de asumir. No estoy hablando de nada que seguramente ninguno de nosotros no hayamos cometido o presenciado pero de eso se trataba y, por eso, es el nombre de Tabú.
Hay demasiadas cosas que siguen siendo estigmas para nuestra sociedad que intentamos esconderlas bajo las alfombras y que están ahí, a nuestro lado. Por eso me gusta decir que el espectador de Tabú, es un espectador que le gusta que le hagan leer entre líneas, es decir, que no se lo den todo mascado. La diferencia es que no son actores, son personajes reales que se dejan entrevistar y que entran en el juego de la empatía necesaria, para que abran sus venas y cuenten cosas que normalmente no dirían a nadie.
- Tras su experiencia como periodista de tribunales, ¿cuáles son las oportunidades de los abogados en las informaciones jurídicas que publican los medios?
Cuando cubría tribunales había dos formas de hacerlo: una esperar como todo el mundo a que saliera una fuente; bien un juez, un fiscal, un funcionario, un abogado, y la otra opción era buscarte las fuentes en las cafeterías cercanas, que al final eran los mismos pero te lo contaban de otra manera. Esa forma tenía sus implicaciones, y es que, al final, el abogado y el juez también pueden acabar utilizando al periodista para sus propios beneficios y para generar una corriente de opinión o una información tendenciosa con el fin de inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro.
Yo creo que ha mejorado desde los tiempos en los que yo hacía guardias en la Audiencia Nacional, pero también opino que siempre existirá este juego de que todo el mundo funcionamos por simpatías o empatías, y no solo por saber si el periodista tal o cual es del medio de comunicación más leído o más visto. A veces buscas a la persona que mejor te entiende o con la que mejor te llevas para contarle las cosas. Si no, no sería periodismo.
- ¿Qué pueden hacer los periodistas para defender los Derechos Humanos?
Los Derechos Humanos se consiguen, a veces, poco a poco, peleando mucho; a veces, con mucha resistencia. Se consiguen, primero por las personas que padecen la conculcación de esos derechos; por los activistas, que deciden pelear por ellos; por los periodistas, escritores, historiadores que los defienden y los apoyan, y en última instancia, por los abogados y letrados que hacen el marco legal necesario para mantener esos derechos y, sobre todo, conquistarlos.
Yo creo que hay que estar muy vigilantes, especialmente, desde nuestros colectivos, debemos estar muy atentos los periodistas y los abogados.