01 octubre 2018
Letizia Buzón, abogada: “Las personas con las que trabajo vienen de la guerra de Siria, ellos lo han perdido todo y en ellos está lo excepcional”
Por María José Cámara
Letizia Buzón, abogada de profesión, nómada de vocación y emprendedora nata, ha creado la primera empresa española en la frontera turco-siria. Esta letrada que ha vivido en Londres, Kenia, Uganda, Somalia y ahora en Turquía, promueve a través de la marca cosmética “Letizia Buzón” una iniciativa de integración y cohesión social en la que trabajan 50 refugiados sirios, que se encargan de la elaboración del jabón de Alepo, el primer jabón sólido de la historia.
Buzón siempre ha estado concienciada con la necesidad de promover tareas humanitarias desde el terreno. Por eso, tras estudiar en la London School of Economics, decidió irse a trabajar a Kenia donde instaló una harinera con 90 empleados seropositivos, que en la actualidad es el orfanato de Kibera.
- ¿Cómo surgió la iniciativa de crear este proyecto en la frontera turco-siria?
Los refugiados sirios de Alepo que huyeron de su país por la guerra, se establecieron en la frontera a escasos kilómetros de su cuidad. Durante generaciones, la fabricación del jabón de Alepo fue su modo de subsistencia, su modo de vida. Establecidos en la frontera y por las idénticas condiciones climatológicas, comenzaron a fabricar el jabón en sus casas. De ahí la necesidad de unificarlos mediante la creación de una fábrica donde pudieran continuar la labor que han realizado durante siglos.
- ¿Cómo ayuda su marca a la integración de los refugiados sirios en la sociedad de acogida?
Desde mi marca, ayudamos a los refugiados sirios a mantener su conocimiento y experiencia profesional a través de su trabajo. De este modo, pueden integrarse en la sociedad turca en la que permanecerán mucho tiempo. Las ayudas humanitarias tienen un límite temporal y pretenden que gobiernos y organizaciones abarquen la integridad de una necesidad actual, es tan utópico como inalcanzable. Cuando la crisis comenzó todas las instituciones reaccionaron a la emergencia pero, transcurridos ocho años desde el comienzo de la guerra y en el largo plazo, es el sector privado quien debe integrarles creando oportunidades de trabajo. Este el único modo real y efectivo de conseguir una cohesión social, laboral y cultural. Las personas se establecen donde tienen su fuente de ingresos.
- Su vida ha discurrido por países de todo el mundo: de Londres a Kenia, pasando por Uganda o Somalia, ¿cómo llegó a Turquía?
Llegué a Turquía por motivos profesionales. Desde el año 2015 tengo una empresa dedicada a la dermocosmética, que gestiono desde Estambul y Madrid desarrollando mi actividad. Estoy en la constante búsqueda de productos naturales y de vanguardia con beneficios para el cuidado de la piel.
- ¿Cuál fue el detonante que le llevó de su carrera como abogada laboralista a emprender esta nueva labor como “empresaria humanitaria”?
En realidad nunca dejé mi carrera como abogado laboralista porque mi motivación durante todos estos años ha sido siempre reconocer los derechos laborales en los países en los que he estado. De hecho, este proyecto versa sobre ello. Entiendo que las personas nos dignificamos a través de nuestro trabajo. Por tanto, es parte de una continuidad en la que si tuviera que definirme lo haría como una “empresaria humanitaria laboralista”.
- Su fábrica se encuentra ubicada a 54 kilómetros de Alepo, una de las zonas más castigadas por los bombardeos. ¿Qué riesgos conlleva emprender en una frontera en guerra?
Todos: personales, humanos, empresariales. Si la situación en Siria no mejora serán muchos más los refugiados que se establecerán en la frontera. La fábrica está a 54 kilómetros de Alepo, pero Siria está a escasos dos o tres kilómetros con los riesgos que conllevan la alta exposición a la que estamos sometidos de forma constante.
- Aun así, a pesar de todo ello, usted arriesgó. ¿Ha dudado en algún momento del proyecto?
Las personas con las que trabajo vienen de la guerra de Siria, ellos lo han perdido todo y en ellos está lo excepcional. Ellos son los protagonistas y a ellos me debo. Personas que en ningún momento han dudado sobre el éxito del proyecto y que han arriesgado la poca ilusión que les quedaba por mantener la tradición del jabón de Alepo. El riesgo es parte de la vida y cuando uno tiene el capital humano y un producto extraordinario, la única opción posible, es apostar por ello.
- El jabón de Alepo, conocido como el primer jabón sólido del mundo, se elabora de forma artesanal desde hace más de 2000 años. ¿Qué propiedades tiene? ¿Cuál es su proceso de elaboración?
El jabón de Alepo está compuesto por ingredientes 100% naturales como son el aceite de oliva (60%) y el aceite de laurel (40%). La producción comienza en el mes de enero y finaliza en el mes de marzo, con nueve meses de secado posterior. Nuestra última producción es de más de cien mil piezas. Ahora estamos realizando el lanzamiento de la marca y la acogida en España, gran desconocido de este jabón, pero que está siendo muy positiva por los resultados que se obtienen con su uso. Podéis encontrar más información sobre sus propiedades en nuestra página web.
- Su labor como cooperante le llevó a establecer una harinera con 90 empleados seropositivos en Kenia. ¿Cómo surgió esa iniciativa?
Colaboré durante cinco años en las políticas de integración laboral de los trabajadores locales para diferentes embajadas, Médicos Sin Fronteras (MSF) y para una reconocida organización internacional de ayuda a niños discapacitados. Uno de los mayores problemas en África es la estigmatización de los seropositivos, lo que genera familias desestructuradas. Muchos de ellos eran personas que necesitaban comer pero entendí que solo podrían conseguirlo a través de su trabajo. Siendo el ugali (harina de maíz) la base de su alimentación, busqué un local en un área rural a las afueras de Nairobi, compré una harinera y empleé a 90 personas que vivían de lo que vendían y también comían de ello. El efecto alcanzó a todas sus familias y posteriormente, sirvió para la alimentación diaria de más de 200 niños de un orfanato en Kibera.
- ¿Cómo le ha servido su formación jurídica para llevar a la práctica todas estas actuaciones?
Mi formación jurídica es la base de lo que soy y emprendo. Es mi estructura de vida y pensamiento. Una forma de ser y actuar. Canaliza las emociones desde un punto de vista pragmático y consigue que encuentre el equilibrio entre las diferentes culturas.
- ¿Tiene pensando emprender nuevos proyectos en la zona?
Sí. A día de hoy tenemos una planta para la producción del jabón de Alepo empleando a 50 trabajadores -refugiados sirios- o lo que es lo mismo, a 50 familias. Tras el estudio de mercado realizado, entiendo que las expectativas de contratación podrían llevarnos a la creación de otras siete nuevas plantas, empleando en este caso a 350 trabajadores. Para ello necesitaré inversión exterior.
Mi mayor ambición sería poder trasladar todas las plantas a Alepo porque eso significaría que la guerra ha terminado, que todos los trabajadores han podido regresar a su país y que, además, están en condiciones de seguir realizando su trabajo como antaño porque han sabido continuar esta maravillosa tradición.