26 noviembre 2018
María Jesús Montero, abogada: “El mundo jurídico intenta dar respuesta a cada una de las situaciones del ser humano”
Por María José Cámara
María Jesús Montero, letrada del Colegio de Abogados de Málaga experta matrimonialista y civilista, ha presentado su nueva novela Del Derecho y del revés, un compendio de historias cotidianas que muestran el ejercicio de la abogacía desde una nueva perspectiva, que hará dudar al lector si la realidad supera la ficción. Con este libro, la autora indica que quiere “dar una visión vitalista y positiva de lo que es el ejercicio de la abogacía, en clave de humor”.
Además, con la adquisición de esta obra se contribuye con una buena causa, ya que los derechos de autor han sido cedidos a Atenpace, una asociación que ayuda a personas con parálisis cerebral.
- ¿La realidad jurídica puede ser tan sorprendente como las historias que describe en su libro?
La realidad siempre supera a la ficción, pese a que aquélla sea fuente de inspiración de ésta. El mundo jurídico intenta dar respuesta a cada una de las situaciones del ser humano, como persona sujeto de derechos en sus relaciones con los demás y en sus relaciones con las cosas, de ahí que ambas vayan de la mano y nos parezca sorprendente y fascinante.
Un ejemplo claro que me viene ahora a la memoria es el relato corto relativo al depósito voluntario. Tal y como consta descrito en el Código Civil, el depósito puede resultar algo aburrido, puramente mecánico, sin vida. Sin embargo, si a ese precepto lo acompañamos de un ejemplo lúdico e hilarante, conseguimos no solo que se entienda qué quiere decir el precepto, sino que acercamos el Derecho a la sociedad.
- ¿Cómo surgió la idea de escribir esta obra?
Si soy sincera, han sido mis familiares y amigos, los que me han ayudado a que este proyecto vea la luz, destacando sobre todo mi compañero de vida, Gerardo Crespo, quien ha supuesto un verdadero acicate para no solo escribir, sino recopilar estas historias.
También mi hija Raquel ha tenido un papel muy importante. Incluso llevó las historias a una copistería para que mis padres pudieran leerlas, ya que no se llevan muy bien con las nuevas tecnologías.
- ¿El ejercicio de la abogacía le ha servido como fuente de inspiración?
Sin duda. El ejercicio de la abogacía me ha permitido conocer a infinidad de personas, y de todas ellas he aprendido lecciones de vida. Cuando un justiciable viene a tu despacho y deposita tu confianza en ti no es algo baladí, va más allá de lo jurídico. No es solo que esa persona tenga esperanza en ti, como jurista, sino que además se desnuda como ser humano, poniéndote de manifiesto sus miedos, sus recelos, angustias…
Ese acto de fe, creer en la persona a la que se realiza la confidencia, solo lo compartimos con los curas y, créame, a mí me parece algo muy metafísico. Es esa viva realidad cotidiana lo que sin duda me ha servido de inspiración.
- Señala que con esta obra quiere acercar la profesión a la sociedad. ¿Cree que en la actualidad existe una imagen distorsionada del ejercicio de la abogacía?
Desde luego. También he de decir que las series actuales no han ayudado en ello pues no plasman una imagen “adecuada” del mundo de la abogacía. Un claro ejemplo son las “escenificaciones” de las situaciones que narran o las simulaciones de juicios que no se ajustan en absoluto a la realidad; excepciones son Turno de oficio y Anillos de oro.
La ciudadanía, en ese sentido, aún nos ve como algo ajeno, como “mecánicos”, pese a los esfuerzos institucionales de acercar la imagen amable y humana a través de campañas como la del 0,7, ayudas a personas en situación de especial vulnerabilidad y otras, como la de jornadas de puertas abiertas.
El abogado, pese a ello, está presente en sus vidas desde que nacen hasta que mueren, de ahí la importancia de nuestro trabajo. Desde mi punto de vista, muy subjetivo y personal, creo que esa labor nos incumbe a todos, ese es uno de los objetivos que he pretendido alcanzar con el libro. Mostrar a los ciudadanos que formamos parte de su vida y que les acompañamos en ese trayecto. Somos profesionales, sin duda, pero también seres humanos con los mismos padecimientos, miedos y sufrimientos, que, además, hacemos nuestros los suyos.
- En ese caso, ¿qué factores pueden influir en esa imagen que tiene la ciudadanía de los abogados y abogadas?
A mí me disgusta mucho cierta publicidad de mal gusto, como esos carteles que encuentras en vallas metálicas en las que un profesional ofrece sus servicios comparándose con un taller mecánico, con todos mis respetos para éstos. Del mismo modo y en la misma medida, la que utilizan grandes firmas de profesionales que dan una imagen endiosada de la profesión. Ni una ni la otra se ajustan a lo que somos, quizá porque yo soy una abogada de pueblo o de “pico y pala” y, como tal, cercana a mis vecinos.
Ser abogado implica, per se, ser persona de reconocida honorabilidad y, como consecuencia de ello, observar una trayectoria de respeto a las leyes. Tenemos que conocer el Derecho y servir a los intereses de la Justicia.
El planteamiento que hemos de hacernos es cohonestar todo ello con un acercamiento al ciudadano, lejos de campañas rimbombantes o cutres.
- “Del Derecho y del revés” es el título escogido para esta obra. ¿Se trata de un juego de palabras que se acerca a la realidad de la práctica jurídica?
Sí, exactamente. En el mundo de lo jurídico nada es blanco o negro, ya lo decía Campoamor: “en este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal con que se mira”. Unas veces nos toca jugar con fichas blancas en el tablero y otras con negras. De ahí el título.
- Con la adquisición de su obra, los lectores podrán colaborar con una asociación dedicada a la atención de personas con parálisis cerebral. ¿Cómo contribuirá la cesión de los derechos de autor de su libro a estas familias?
Los derechos están destinados a padres y madres de hijos con discapacidad cerebral, de la Asociación “Atenpace”. Creo que “grano, no hace granero, pero ayuda al compañero” como dijo mi buena amiga y compañera Pepa Moreno Verdugo. Aliviar, aunque sea en forma infinitesimal, la vida de otras personas ya me parece un éxito. Y espero y deseo que, además, con su lectura, pueda arrancarles unas sonrisas, pues eso sí que no tiene precio.
- Además, usted ha formado parte de la Comisión del Turno de Oficio del Colegio de Abogados de Málaga, ¿considera que existe desconocimiento en la sociedad respecto a este servicio público?
Mucho. Precisamente por el desvalor o falta del mérito del trabajo del abogado de oficio. En este sentido, ciertas informaciones de personas en medios de comunicación ayudan muy poco.
La ciudadanía debería saber que el Turno de Oficio se nutre de abogados expertos, obligados continuamente a reciclarse. No puede acceder cualquiera, pues ha de acreditar tres años de ejercicio, previo examen de incorporación, y superar una prueba de acceso. Tras ello, el reciclaje es obligatorio para la permanencia.
La mayoría de compañeros que conozco, con una extensa trayectoria profesional, están dados de alta. Asimismo, como ejemplo, toda la Junta de Gobierno de mi Colegio están en el Turno de Oficio. Créame que la importancia que se le da al justiciable del Turno es idéntica a la de un caso particular.
La mayoría de asuntos jurídicos relevantes de nuestra historia reciente han sido protagonizados por juristas del Turno de Oficio. La ciudadanía aún tiene la imagen del abogado de oficio como un abogado de “regional preferente”, cuando no es así, y ello pese a que la retribución por el trabajo desempeñado es ridícula, llega tarde y no cubre los costes reales. El que está en el Turno lo está por verdadera vocación, no por la remuneración que es vergonzante y vergonzosa.
- Entre los casos que le han llegado procedentes del Turno de Oficio, ¿existe alguno que le haya marcado expresamente y le haya ofrecido inspiración para su obra?
Todos te dejan huella. Como dice el refrán, “el roce hace el cariño”. Sin embargo, hay dos que los llevo atrapados en mi corazón y que cuento en mi libro. Uno es el de “la Jueves”, que vivió como murió, muy deprisa, pese a lo que relato en modo de ficción; el segundo, el del belga que a punto estuvo de perder su tierra, su casa, y el gran acto de fe que ese hombre hizo sobre mi persona al salir de la vista.
No pude por menos que identificarme con Henry, Tom Hank en la película de Philadelphia, cuando a preguntas de su letrado responde qué es lo que más le gusta del Derecho, de ejercerlo: “el que de cuando en cuando, no muy a menudo, pero alguna vez, uno puede participar en el hecho de hacer Justicia y realmente, cuando eso ocurre, es emocionante”.
- Tras la publicación de esta obra, ¿tiene previsto seguir con su faceta narrativa?
Sí, porque como dijo un verdadero escritor, yo solo junto letras con ciertas dosis de humor y alevosía, el escribir es un verdadero acto de exorcismo.