21 diciembre 2022
Mikel Ayestaran: “El interés por la guerra de Ucrania se mantiene porque nos afecta directamente”
Lleva cubriendo conflictos desde 2006, cuando fue testigo del ataque de Israel contra Líbano. Siria, Afganistán, Irak, Egipto o Irán son algunos de los países desde los que nos ha hecho llegar sus crónicas, en las que cuenta el sufrimiento de los más vulnerables. Y este año ha viajado cuatro veces a Ucrania.
Y sí, sigue sintiendo miedo, pero está convencido de la importancia de contar la guerra desde la primera línea, “para reflejar la vulneración de derechos humanos que sufren las víctimas en conflictos armados”.
Actualmente tiene su base en Estambul, desde donde colabora de forma fija con los grupos EiTB y Vocento. Autor de varios libros sobre Oriente Medio, seguirá siendo nuestros ojos para que lo que ocurre en aquella zona no quede en silencio.
¿Cómo se puede describir lo que supone una guerra?
Cada conflicto es diferente, pero lo que lo que más llama la atención es que supera la ficción. Tenemos un concepto de la guerra muy de Hollywood. Y la guerra no es así, es una mierda. Las sensaciones son extremas. Por ejemplo, los gritos de la gente que está en las ruinas de un edificio bombardeado, como hemos visto en Kiev. O el olor de los muertos. O los heridos entrando en un hospital, sabiendo que muchos no van a salir.
Y también es importante ver cómo se comporta el ser humano en estas situaciones extremas. Desde gente que te ayuda cuando lo ha perdido absolutamente todo, hasta quienes están ahí para hacer negocio. El caso de Ucrania me llama mucho la atención. Yo estaba acostumbrado a cubrir muchas guerras en Oriente Medio, donde la población de cada país está muy dividida pero este es el primer conflicto en el que me he encontrado de un pueblo en armas, todos a una con un objetivo.
¿Qué fue lo que más le impresionó del primer conflicto que cubrió?
Fui al Líbano a hacer otro trabajo y la noche en que tenía que volver, Israel comenzó a bombardear el aeropuerto. No busqué esa guerra, me cayó encima. Y lo primero que sentí fue mucho miedo. Lo más impresiona, es el estruendo, las explosiones. Y la indefensión que sientes cuando estás en una ciudad que está siendo bombardeada. Porque, por mucho que leas, por mucho que veas, nunca estás preparado hasta que no lo sientes en primera persona.
¿Sigue sintiendo este miedo?
Sí, sí. Claro. Aunque intentas aprender a controlarlo. Intento medir mucho mis pasos, aunque hay cosas que se escapan de tu capacidad logística. Por eso algunos de los momentos en que más inseguro me he sentido es cuando he ido empotrado con fuerzas armadas, porque pones tu vida en manos de un sargento de 18 años. Prefiero elegir mi conductor y mi coche.
Después de diez meses, Ucrania sigue ocupando portadas. ¿Cómo se mantiene el interés informativo en los conflictos de larga duración?
En función de lo que afecte a los lectores o telespectadores. En el caso de Ucrania hay un impacto directo, porque estamos pagándolo con nuestros bolsillos, en la gasolina, en el gas… No recuerdo una cobertura como la de Ucrania. Hay temas que suben informativamente hablando, luego bajan… pero en el caso de Ucrania se mantiene. Y el motivo principal es que nos afecta mucho más que Afganistán, Irak o Siria.
Aunque se terminará olvidando, igual que se nos ha olvidado el coronavirus o la guerra en Irak, porque la Historia nos demuestra que se nos olvida, que nos rehacemos y nos hacemos a todo.
¿Cómo se pueden defender los derechos humanos desde el periodismo?
Como periodista, yendo a un conflicto y haciendo temas sobre la gente, explicando sus problemas, qué supone que los hijos hayan tenido que irse al extranjero o que el padre haya tenido que coger las armas…. Que la gente vea esa proximidad y que lo que les ha pasado a ellos nos puede a nosotros mañana. Es importante mostrar cómo afecta la violación de esos derechos humanos al día a día de las personas normales.