11 marzo 2013
Isabel Torrado: no paró hasta demostrar la inocencia de un joven al que defendía de oficio
[NOTA. Isabel Torrado falleció en 2014. A pesar de su enfermedad luchó hasta el último momento por José Antonio. Una de las últimas cosas que hizo fue solicitar la indemnización por error judicial por vía administrativa. Mantenemos este reportaje en la web como homenaje a su memoria y reconocimiento a su extraordinario trabajo.]
“A muchos les voy a callar la boca, a los que decían que no era extraño que con una abogada de oficio le hubieran condenado. Pues toma, la sentencia del Supremo”, le advirtió Antonio Valdivielso a una redactora del diario 20minutos. Antonio tiene un hijo, José Antonio, que ha pasado en prisión 9 de los 13 años a los que fue condenado por dos delitos de robo que no cometió.
Desde que esa sentencia del Supremo a la que se refería Antonio anuló la condena, hace unas semanas, padre e hijo no han parado de dar entrevistas. En todas ellas repiten, como un mantra, un nombre propio: Isabel.
Isabel es Isabel Torrado, la abogada que defendió de oficio a José Antonio y que para algunos se ha convertido en una especie de heroína togada que se ha enfrentado durante años a un sistema judicial saturado e inmisericorde, con el tesón, la convicción y la fuerza de quien no tiene más superpoderes que la verdad de los hechos.
Sin embargo, Isabel no se siente heroína. “Eso nunca. Más bien tengo sentimiento de culpa por no haber hecho las cosas de otra manera”. Así es ella. Durante más de dos décadas ha alegado, ha recurrido, ha vuelto a recurrir, ha discutido informes antropométricos equivocados, ha hablado con guardias civiles, con jueces, con fiscales, ha perdido el sueño, ha perdido la salud, ha ignorado a quienes le decían que se olvidara del asunto, que no había nada que hacer… No ha cejado hasta ponerle en bandeja a los tribunales al autor de los delitos. Y aun así, cree que es ella, y no los demás, quien debió hacer las cosas de otra manera. “Dejé de ir a ver a José Antonio a la cárcel porque no podía soportar verlo allí. Nos echábamos a llorar los dos. Luego venía a verme durante los permisos penitenciarios y me dolía que me diera las gracias. El agradecimiento es un sentimiento superior del ser humano, no todo el mundo se maneja bien en esos sentimientos, y ese agradecimiento de José Antonio me demostraba su calidad humana y me dolía aún más la injusticia que estaba sufriendo”, asegura.
INFORME DE PARTE
Todo empezó un día de mayo de 2001 en que le tocó asistir de oficio a José Antonio, que tenía entonces 21 años, y a otros dos detenidos acusados los tres de dos delitos cometidos con un intervalo de 15 minutos: robo a dos hombres que sacaban dinero de un cajero, a uno de los cuales le clavaron una navaja.
“Desde el primer momento lo vi muy contrariado, lo negaba todo. Repetía que la noche del robo él estaba durmiendo en casa de sus padres. Su actitud era muy distinta a la de los otros dos acusados. Yo hice de abogado del diablo y se me quedó algo, una sensación… no sé. Después vi los fotogramas del cajero y comprobé que no era él, pero el juez dio credibilidad al testigo, y lo envió a prisión”, recuerda.
“Entonces pedí un informe antropométrico, cursé oficio a la Guardia Civil para la localización de la persona que aparecía en los fotogramas, por todos los medios intentamos localizar al autor del robo antes del juicio, pero no lo encontramos. Cuando la policía científica dijo en el estudio antropométrico que José Antonio y la persona que aparecía en las fotos del cajero eran la misma, pensé “ya está condenado”. Entonces hablé con el presidente de la sala y accedió a que se hiciera otro estudio. El profesor Reverte Coma (antropólogo forense) sostuvo en el juicio que el informe de la policía estaba equivocado, pero el juez concluyó que era informe de parte y sin embargo el de la policía era imparcial. Tampoco tuvo en cuenta que los otros dos acusados aseguraron que conocieron a José Antonio en los calabozos aunque sí admitieron que ellos dos se conocían de antes. No fui capaz de decirle que lo habían condenado. Me lo dijo él a mí. Recurrí al Supremo, que ratificó la sentencia. Cuando eso llegó, en 2004, le dije al padre de José Antonio que lo único que cabía era encontrar al autor de los robos. Su hijo estaba desesperado en prisión, dos veces intentó quitarse la vida, y yo estaba con un sentimiento de culpa atroz”.
No les costó mucho saber quién era la persona que acompañó a los otros dos condenados en los robos, así que Isabel volvió al Supremo e intentó una revisión de la sentencia. Dio el nombre y apellidos, pero la prueba se desestimó. Todo esto que se resume en apenas unas líneas supuso otro año y medio más de privación de libertad para José Antonio.
“Interpusimos querella en el juzgado de 1ª instancia de Móstoles contra esa persona como autor de los hechos por los que había sido condenado injustamente José Antonio y pedimos un nuevo estudio antropométrico. El juez accedió, pero cambió de juzgado y su sustituto dictó auto de archivo. Recurrí a la Audiencia, pero confirmó el archivo y pedí revisión al Supremo”. Y por fin, más de diez años después de la detención, dos intentos de suicidio más tarde y casi 3.000 días evaporados en la monótona frialdad de unos barrotes inmerecidos, llegó el veredicto.
“Lo primero que hice fue llamar a una compañera para contárselo, tenía que decirlo en voz alta antes de notificárselo a él. Luego llamé a Antonio, el padre, quería llamar a José Antonio, pero me equivoqué. José Antonio no se lo creía. Ya no creía en nada”
A PESAR DE TODO, LA JUSTICIA FUNCIONA
Isabel recuerda todos los detalles con una precisión asombrosa. Se atropella al hablar. A pesar de esta experiencia, no cree que haya muchos inocentes en la cárcel “porque la justicia funciona, pese a la saturación de asuntos y la falta de medios”. Tampoco comparte que las personas con escasos recursos tengan peor defensa que quienes tienen medios para pagarse un abogado. “Tengo compañeros estupendos que viven bien con sus despachos pero están apuntados al turno por vocación”.
Y sigue diciendo que el día que tiene guardia en el Turno de Oficio es un “día feliz” para ella, licenciada en Derecho porque fue la única carrera que su padre – comisario de Policía, hijo de comisario de Policía- quiso costearle en lugar de Imagen y Sonido que era lo que ella quería estudiar como amante del cine. “Pero nada pasó por azar. El Derecho ayuda a entender el funcionamiento de la vida, a conocer el mundo y estar en la vida, te ayuda a situarte como individuo”, dice.
En todos estos años ha sido incapaz de ver películas de tema jurídico o carcelario, sencillamente porque no las soportaba. Pero ahora se siente un poco Erin Brockovich, la mujer que consiguió derrotar a una gran empresa estadounidense desde un despacho de abogados, a la que dio vida en el cine Julia Roberts. Sin embargo, la historia aún no ha terminado: ya ha reclamado la indemnización al Ministerio de Justicia por error judicial, que está pendiente del informe del Consejo de Estado. “Hemos reclamado el lucro cesante, porque José Antonio estaba trabajando cuando lo detuvieron. Y el daño moral evidente. Si el Ministerio no admite la cuantía, tendremos que recurrir y, para ello, habrá que pagar tasas. No se puede gobernar a base de talonazos. Antes era a base de porrazos y ahora a golpe de talonazo. No puede ser que el dinero se ponga en el centro de todo y que lo primero que se diga cuando alguien busca justicia es ‘esto te va a costar tanto.”
Palabra de abogada de oficio.
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