10 noviembre 2015
La ganadora del concurso de microrrelatos de septiembre recibe su diploma
Elena Lechón Fleta ha recibido el diploma que le acredita como ganadora del concurso de Microrrelatos sobre Abogados organizado por el Consejo General de la Abogacía Española y la Mutualidad de la Abogacía, correspondiente al mes de septiembre. Su relato, “Sólo su abogado”, convenció al jurado y se ha hecho con el premio de 500 euros, además de optar al premio anual de 3.000.
Los participantes en el concurso deben escribir un relato sobre abogados de 150 palabras como máximo, de las cuales cinco son obligatorias y van cambiando cada mes.
Elena Lechón Fleta ha recibido el premio en la sede del Colegio de Abogados de Zaragoza de manos del decano, Antonio Morán Durán y los responsables de comunicación del REICAZ.
Elena, de 47 años, casada y con dos hijos, es abogada ejerciente y tiene amplia experiencia como mediadora en el Servicio de Orientación Jurídica del Colegio de Abogados de Zaragoza, donde, en su opinión, “está el futuro de la profesión de la Abogacía, en la solución de conflictos con carácter gratuito”. A Elena siempre le ha gustado escribir, “pero me faltaba el concurso que me diera la iniciativa y el tiempo para dedicarme a ello” confiesa sin dudarlo. Supo de la existencia del concurso hace mucho tiempo ojeando la revista Abogados y a partir de ahí, empezó a buscar más información en redes sociales. Es la segunda vez que participa y ya ha conseguido el galardón.
La autora compagina su labor como mediadora con la docencia, su actividad más importante. Imparte cursos en empresas privadas para desempleados, aunque también ha colaborado para la Universidad. Además, lleva más de diez años ejecutando proyectos de consultoría y formación a la carta para empresas.
RELATO GANADOR : SÓLO SU ABOGADO
Palabras obligatorias: jugar, peritar, refugio, fugaz, ahorro
“Abrí la puerta del despacho y ahí estaba de nuevo Don José, por quinta vez esta semana. Con un fugaz gesto le invité a pasar a mi refugio profesional. Ahora quería peritar unos terrenos de su pueblo, se había decidido y los iba a vender para formalizar un plan de ahorro. Al principio, cuando lo conocí, algo no me encajaba en él. ¿Un señor encantador y educado que sólo tenía como intención jugar conmigo a marear la perdiz? Sin embargo, por fin lo he comprendido, he visto el brillo en sus ojos cuando habla. Ahora lo entiendo, su verdadero problema no podré resolverlo en los juzgados, ni con acuerdos o con una buena pericial. Su problema es mucho más grave, se llama soledad. Por eso viene, porque mientras está sentado frente a mí, recupera la sensación de sentirse escuchado por alguien, aunque este alguien sólo sea su abogado”.