27 junio 2017

Los Abogados de Madrid rinden homenaje a más de 300 letrados con 25, 50 y 60 años de profesión

  • Carlos Slepoy (a título póstumo) y Gonzalo Jiménez-Blanco fueron distinguidos como Colegiados de Honor en una multitudinaria ceremonia en la que también juraron la Constitución los nuevos letrados

En presencia de 800 personas, el Colegio de Abogados de Madrid homenajeó a los letrados con 25, 50 y 60 años de ejercicio profesional en un emotivo acto que puso en valor la función de la abogacía madrileña. En total, más de 300 abogados recibieron de manos de la Junta de Gobierno del Colegio un diploma honorífico por los muchos años dedicados al ejercicio de la abogacía como colegiados de la corporación madrileña.

“Quienes celebran los 25, 50 y 60 años de profesión configuran el retrato de lo que hoy es nuestro Colegio, 420 años después de su fundación”, dijo Sonia Gumpert. Un Colegio “sólido, fuerte, diverso, pareciera que casi eterno y por otro lado y al mismo tiempo, un Colegio ágil, moderno, abierto a la sociedad y a las tecnologías”, subrayó la decana.

La ceremonia, celebrada en los Teatros del Canal, comenzó con un minuto de silencio en recuerdo de Ignacio Echevarría. Sonia Gumpert, encargada de dar las palabras de bienvenida, anunció que la Junta de Gobierno había acordado en su última reunión nombrar Colegiado de Honor “al que fue nuestro compañero Ignacio Echeverria”, abogado madrileño “que dio heroicamente su vida en Londres en defensa de otra vida y en defensa por tanto de nuestra sociedad”.

ORGULLO Y PRIVILEGIO

Seguidamente tuvo lugar la jura de los nuevos letrados, en cuya representación tomó la palabra Alba de Valentín. Ser abogado, dijo, “consiste en resolver lo que los demás no pueden resolver y en entender lo que los demás no pueden entender”.  La nueva letrada aludió a las muchas dificultades que afrontan diariamente los jóvenes abogados “que trabajan 12 horas al día sin sueldo ni contrato” y pidió a sus compañeros que en el día de mañana velen tanto por los derechos de los ciudadanos como por los de sus compañeros de profesión.

En nombre de los letrados colegiados en 1992 habló Ignacio de Luis, recordando las máximas del buen letrado establecidas ya en la antigua Grecia: “la pureza, la sencillez y la claridad”. Tras agradecer a la decana y a la Junta de Gobierno por organizar un homenaje “no para hacernos contar los años sino para hacer que los años cuenten”, reconoció a la abogacía el “habernos permitido conocer mejor a nuestros semejantes”.

“Ser abogado es un orgullo y serlo durante 50 años, un privilegio”, dijo Juan Antonio Sagardoy, letrado de reconocida trayectoria que dio voz a los homenajeados que cumplían medio siglo en el ejercicio de la profesión. “Nuestra responsabilidad es cada día asegurar nuestro legado a las generaciones venideras”, dijo Sagardoy, quien pidió al Colegio “que siga con su labor de luchar por la justicia y por todos nuestros colegas, con especial mención a los de oficio”.

Uno de los momentos más emotivos del acto llegó con la entrega del diploma y la insignia a los colegiados que cumplían 60 años de ejercicio profesional. Habló en su nombre José Miguel de Arrese, de 84 años: “Pensé que iba a ser el más viejo de todos”, dijo, “y me he encontrado con un amigo y compañero que tiene 96 años”.

COLEGIADOS DE HONOR

Tras los diplomas y las insignias se hizo entrega de las distinciones de Colegiados de Honor a Carlos Slepoy y Gonzalo Jiménez-Blanco. En el caso de Slepoy, fallecido el pasado mes de abril en Madrid, la decana Sonia Gumpert entregó el reconocimiento a título póstumo a sus tres hijos como “un tributo a su persona y a su trayectoria”. Carlos Slepoy, “que enarboló la justicia universal como bandera de los derechos humanos” dijo una de sus hijas, “no dejaba de pelear ni las causas aparentemente perdidas”. Su legado, afirmó Gumpert, nos hace ver que la abogacía “no es sólo una profesión, sino un compromiso con las personas más débiles, una herramienta para transformar y mejorar nuestras sociedades”.

El diputado Javier Íscar fue el encargado de leer la Laudatio de Gonzalo Jiménez-Blanco, “un jurista neto de talla excepcional” que forma parte de ese “puñado de escogidos que construyen cada día y sin desmayo los cimientos de la nueva fábrica de nuestra grandeza jurídica, política y cívica”. Por boca de su hijo, que recogió en su nombre el diploma y la medalla acreditativos, Jiménez-Blanco agradeció la distinción “porque supone el reconocimiento de tus compañeros, que es lo mejor que se puede obtener”, y afirmó tener la sensación “de que pertenecer al Colegio de Madrid es una ventaja añadida sobre los demás colegiados”.

En la clausura del acto, la decana anunció el propósito de la Junta de Gobierno de hacer de este acto una cita anual para rendir a los compañeros y compañeras “el homenaje que merecen”. La ceremonia fue conducida por la diputada y secretaria de la Junta de Gobierno, Carmen Pérez Andújar, y amenizada por el cuarteto de cuerda Nebra y el Coro del Colegio de Abogados de Madrid.

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