22 junio 2016
Solos y en peligro
Sara Collantes Mateos y Almudena Olaguibel Echeverría-Torres (especialistas en Políticas de Infancia del Comité Español de UNICEF).
NIÑOS NO ACOMPAÑADOS EN LA CRISIS DE REFUGIADOS Y MIGRANTES
A nivel global, la presencia de los niños no acompañados y separados en los movimientos migratorios no ha dejado de crecer. Al pico de llegadas a Estados Unidos desde Méjico en 2014 que atrajo atención mediática internacional, se ha unido ahora lo que está ocurriendo en Europa.
Este fenómeno no es nuevo en los países de nuestro entorno. Tampoco lo es el de los niños que llegan solos y desaparecen del radar de la policía y del sistema de protección de menores. Lo que ha ocurrido es que ahora ha adquirido una dimensión nueva.
Día a día, esta llamada crisis de migrantes y refugiados se iba convirtiendo en una crisis con rostro de niño. No había más que ver las embarcaciones que llegaban a Lesbos, cargadas de niños de todas las edades. Niños que comenzaban un tránsito hacia el corazón de Europa en condiciones cada vez más precarias, debido al cierre progresivo de fronteras, la inacción y el desbordamiento de los servicios de acogida y de protección de la infancia en los principales países de tránsito.
De los 400.000 niños que pidieron asilo en Europa en 2015, unos 95.000 niños eran adolescentes que habían viajado solos, muchos de ellos menores de catorce años. En 2016, este fenómeno, lejos de desaparecer, se ha acentuado. Desde principios de año, cada mes están llegando a Italia 1.000 niños y muchos de ellos vienen sin la compañía de referentes familiares. Una tendencia que parece en este momento imparable.
Hay que ponerse en la piel de los padres de estos niños, para poder entender cómo es posible que terminen viajando solos y asuman un viaje y un proyecto incierto y tan lleno de peligros.
La situación que viven muchas personas en sus países de origen es tan desesperada, que llegan a ver esta salida como la única posible. Ante la dificultad para pagar las elevadas sumas de dinero que les piden los traficantes, las familias se ven obligadas a elegir a algunos de sus miembros. Suele primar la apuesta por los más jóvenes, conducidos por el deseo de que sigan adelante y encuentren un futuro mejor. En el mundo, 250 millones de niños viven en países asolados por el conflicto y la violencia generalizada. Países donde se producen graves violaciones de los derechos de la infancia. Sólo en Siria, hay casi 8 millones y medio de niños que necesitan asistencia humanitaria urgente.
En otras ocasiones, la separación de los padres o familiares sucede durante el viaje, bien porque es difícil el desplazamiento de todos por rutas cada vez más complejas o porque no llega el dinero para cubrir los costes que establecen los traficantes para cada uno de los viajeros.
Un niño, una niña que viaja sin compañía, es un niño o niña en peligro. Los riesgos de abuso, violencia y explotación crecen desorbitadamente en estos casos. El peligro puede proceder de las redes organizadas de tráfico y trata de personas, pero también de los propios migrantes e incluso de policías y agentes de fronteras. Hay demasiados niños y niñas que relatan casos de abuso y violencia.
En febrero pasado, saltaba una noticia de la mano de Europol que ponía en vilo a Europa: 10.000 niños que habían llegado solos a nuestras costas estaban en paradero desconocido. Nadie era capaz de responder dónde se encontraban y ello evidenciaba un escandaloso fallo del sistema de identificación y protección de la infancia en un número importante de países.
Hay quienes durante un tiempo han dudado de la veracidad de estas estimaciones, pero los datos que han ido conociéndose posteriormente, la han confirmado, al menos en términos generales. En lo que va de año, varios países Europeos se han sumado a esta alerta. Alemania estima que ha perdido el rastro de varios miles de niños que residían en sus centros. Suecia informa que al menos son 10 los que se marchan cada semana y Eslovenia confirma que son 80 de cada 100 los que han salido por la puerta de sus centros abiertos para no volver.
Aunque, como expondremos más adelante, parte de estos niños han podido tener la desgracia de caer en manos de redes criminales, muchos de ellos fácilmente pueden habérselas arreglado para reunirse con familiares en alguna ciudad europea sin la intervención de ningún mecanismo de derivación.
La razón principal de este éxodo tan peligroso tiene mucho que ver con el propio sistema europeo de asilo y sus plazos. Según los mecanismos actuales, un niño puede llegar a estar 11 meses o más esperando que se establezca el país competente para recibir su demanda de asilo. ¿Y ello que conlleva? Pues que cada vez más niños teman no poder continuar su viaje. Se van por el miedo a quedarse bloqueados durante un año en un mismo centro: solos, con mínimos servicios, nula información, escasos intérpretes y difícil acceso a su tutor, si es que llegan a tenerlo. Por si fuera poco, en el caso de Grecia, el desbordamiento de los servicios destinados a la infancia ha provocado que muchos de los más de 2.000 niños no acompañados que hay en el país hayan terminado detenidos en centros cerrados.
Para atajar este problema es urgente tomar medidas a nivel europeo y a nivel nacional. La oportunidad de generar cambios concretos no es tan lejana, teniendo en cuenta que ya ha comenzado el debate en torno al “Sistema Común de Asilo”.
- Hay que agilizar los expedientes de menores de edad y acortar sustancialmente el plazo que se tarda en decidir y trasladar a un niño de un país a otro. Este trámite no debería durar más de 3 meses.
- Hay que acelerar también el nombramiento de los tutores y el suministro de información adaptada a la infancia.
- El número de intérpretes, personal especializado y representantes legales tiene también que aumentarse, puesto que si no es muy difícil garantizar un examen individualizado de sus expedientes y determinar cuál es el interés superior del niño en cada caso.
- Lo países deben fortalecer sus sistemas de identificación, registro, derivación y protección de los niños no acompañados y deben intensificar la cooperación en estos ámbitos con el resto de países de tránsito de una misma ruta migratoria.
La gravedad de lo que está ocurriendo nos ha llevado desde UNICEF a implicarnos directamente en este trabajo. En Grecia, hemos desplegado una amplia red de unidades móviles para detectar y proteger a niños en riesgo en todo el país. Este plan de actuación está acompañado por un trabajo de fortalecimiento institucional para lograr que sea el propio sistema público griego el que dé pronto la respuesta que todo menor de edad en desamparo que llegue a Europa requiere.
El buen tiempo ya está aquí y con él se espera que siga creciendo en el número de llegadas, sobre todo a través de Italia. Por eso, es urgente preparase y anticiparse con planes específicos para que en los meses que vienen no haya más niños deambulando por Europa sin protección ni seguimiento institucional.
MENORES DE EDAD VÍCTIMAS DE TRATA EN LA ACTUAL CRISIS
El negocio más lucrativo del mundo y, al mismo tiempo, una de las peores violaciones de derechos humanos, ocurre, de una forma u otra, en todos los países. Aunque no ligada de forma específica a las migraciones, todos los expertos apuntan a que la actual crisis de refugiados está favoreciendo el incremento de este fenómeno. Incremento que se multiplica exponencialmente cuando hablamos de menores de edad.
Un reciente informe de la Comisión Europea sobre la lucha contra la trata de seres humanos[1] alerta: “los grupos criminales eligen a los niños porque son más fáciles de reclutar y de sustituir, y tenerles bajo control les resulta más barato”. Niños entre 6 meses y 10 años se comercializan por cantidades que oscilan entre los 4.000 y los 8.000 euros. En algunos casos, incluso por cifras cercanas a los 40.000 euros[2].
Los tratantes abordan a las familias más desesperadas y vulnerables, ofreciéndoles ayuda material y económica y empujándolas a contraer una deuda a la que no van a poder hacer frente. Llegado el momento, los niños son arrancados de sus familias como pago. En otros casos, es el propio menor que viaja solo el que es captado por estos grupos.
Una vez dentro de la red, los niños son utilizados sobre todo para su explotación sexual y para la comisión de delitos. Así, muchas veces, son erróneamente identificados como criminales, con lo que se pierde una oportunidad única para su protección efectiva por parte de las autoridades europeas.
UNICEF alerta además sobre otras formas de trata que pueden estar sufriendo los menores en tránsito: matrimonios infantiles en los campos de refugiados o durante las rutas migratorias, esclavitud doméstica, tráfico de órganos y adopciones irregulares.
Al abordar el fenómeno de la trata, no podemos olvidar que esta actividad criminal se mueve por el equilibrio entre oferta y demanda. Las situaciones de vulnerabilidad aquí expuestas han incrementado la disponibilidad de personas para ser explotadas. Si existe la trata, es porque hay personas dispuestas a pagar por esa explotación.
Ciertas tendencias que se vienen observando – como el rápido incremento de mujeres y niñas nigerianas que han llegado a Italia desde Libia, o peticiones de asilo sospechosas- deben hacer saltar todas las alarmas y permitirnos tratar estos casos desde la óptica adecuada: la lucha contra las mafias y la protección efectiva de las víctimas.
Como hemos dicho al principio de este artículo, no todas las desapariciones de niños y niñas migrantes en suelo europeo se pueden relacionar con la trata, pero han puesto en jaque nuestros sistemas de protección. Una vez detectados nuestros fallos, trabajemos de forma coordinada entre y dentro de cada país, utilizando todos los medios disponibles a nivel policial, jurídico y asistencial.
[1] Report on the progress made in the fight against trafficking in human beings (2016)
[2] The Guardian. Human traffickers ‘using migration crisis’ to force more people into slavery