16 marzo 2023
Inteligencia Artificial: Desmontando mitos y confirmando realidades
Por Alberto Saiz Garitaonandia. Profesor de Derecho Procesal de la Universidad del País Vasco UPV-EHU.
La gran revolución generada por la Inteligencia Artificial (IA) no deja de crecer y asombrarnos con nuevas demostraciones de capacidades que, día a día, se van imponiendo en numerosos ámbitos de nuestra vida. Este enorme «tsunami» protagonizado por la IA –de dimensiones históricas y todavía en crecimiento- impacta también en ámbitos tradicionalmente más reticentes a la adopción de nuevas tecnologías. Lo queramos o no, su implementación y progresivo uso no va a depender, en última instancia, de los deseos o gustos de los actores presentes en cada ámbito profesional, que solo temporalmente podrán oponerse a dichos avances.
Bajo estas coordenadas de innovación galopante de la IA y de, en general, sesgo conservador de la abogacía, en el momento presente se están produciendo determinadas novedades que los profesionales jurídicos no pueden pasar por alto. La gran cantidad de noticias generada por las numerosas experiencias realizadas con el famoso ChatGPT deben hacernos reflexionar sobre la utilidad presente que los togados pueden encontrar ya actualmente en la IA y, especialmente, el espacio futuro que esta tecnología puede llegar a ocupar en el ámbito del asesoramiento y representación legal.
Vaya por delante que muchas de las noticias que se han publicado sobre ChatGPT no son del todo veraces. Así, se ha podido leer que este modelo de IA había sido capaz de superar el examen de acceso a la abogacía de Estados Unidos de América –más conocido como BAR-, o que superó con éxito los exámenes del MBA de la muy prestigiosa Wharton Business School de la Universidad de Pennsylvania. Incluso se ha llegado a afirmar que un letrado acudiría a una vista en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos y reproduciría lo que ChatGPT le dijera para probar su solvencia ante la más alta y prestigiosa institución judicial de ese país. Ninguna de estas cosas es cierta, al menos no en su totalidad.
ChatGPT es un modelo de IA desarrollado por la empresa OpenIA, controlada por Microsoft. Se trata de una versión del más genérico modelo GPT-3.5 de dicha empresa y, aunque no nos encontremos ante el único modelo dentro de esa familia, desde luego sí que es el más popular, tras ponerse a disposición en abierto a finales de noviembre pasado y ser utilizado por millones de usuarios en todo el planeta. Entre sus grandes virtudes, esta IA es capaz de generar texto coherente y de una muy buena calidad sobre la temática que le sea formulada, incluso llegando a analizar problemas y aportar soluciones estructuradas y verosímiles ante las cuestiones que se le propongan, también aquellas de naturaleza legal. Se constituye, por lo tanto, como una herramienta eficaz a la hora de aportar información y producir textos breves en relación con temas específicos sobre los que se le pueda preguntar y, en este sentido, puede ser de gran utilidad para cualquier profesional del derecho que precise de una ayuda rápida y formalmente bien estructurada.
Pero que el texto generado sea verosímil y de calidad no quiere decir que, en todo caso, su contenido sea correcto. Es en este momento donde traeremos a colación la experiencia publicada por Terwiesch que, efectivamente, sometió a ChatGPT a cinco problemas de su materia en el MBA de Wharton: varias de las respuestas alcanzaron un nivel extraordinario, pero en otras el modelo cometió diversos errores, alguno incluso calificado por el propio autor como propio de nivel escolar.
Por otro lado, Katz y Bommaritto sometieron a TEXT-DAVINCI-003 –otro modelo de IA de la familia GPT-3.5- a un cuestionario de preguntas que constituyen parte del examen de acceso a la abogacía en Estados Unidos (BAR), con unos resultados que, si bien muy positivos, en general quedaban lejos de los resultados medios obtenidos por los candidatos humanos en dicho examen (50% de acierto de la IA por 68% de las personas que se presentan al BAR). Los mismos autores probaron nuevamente TEXT-DAVINCI-003 con 200 preguntas test del examen CPA -al que se someten aquellos que quieren acreditarse como public accountants, perfil que en nuestro entorno correspondería al sector de la auditoría, consultoría o asesoría fiscal-, alcanzando una media de acierto que superaba escasamente el 50%.
Los resultados anteriores nos sirven para concluir que, en el actual estado de la ciencia, la IA puede muy bien servir para realizar labores de inicial filtro o análisis de datos o información, incluso aportando soluciones a cuestiones o asuntos planteados. No obstante, dicha labor siempre debería encontrar una supervisión posterior de un experto –en nuestro caso, un abogado experimentado- que sepa discernir entre las aportaciones y textos meramente verosímiles, pero con errores o imprecisiones, de aquellos otros que efectivamente añaden un valor real y están correctamente fundamentados. En síntesis, una labor similar a aquella que pueden realizar determinados perfiles de profesionales junior o personas en prácticas a las que se les encomienda un trabajo de cribado o análisis inicial de asuntos que, en todo caso, será posteriormente supervisada por un letrado con una mayor trayectoria y conocimiento.
Con todo, en nuestra opinión el foco no debe ponerse tanto en lo que la IA es capaz de hacer hoy, sino en la evolución fulgurante que esta tecnología está teniendo y las potencialidades y usos que podrá aportar en un futuro en absoluto remoto. Efectivamente, las experiencias mencionadas ponen el énfasis en el enorme salto que los nuevos modelos de IA han supuesto con sus predecesores cercanos: hablamos de una evolución acaecida en un período no de décadas, sino de tres o cuatro años, en el que los nuevos ingenios multiplicaban los aciertos de los que les habían precedido escasamente un año atrás. La pregunta es, por lo tanto, qué funcionalidades alcanzará el próximo GPT-4 u otros similares desarrollados por distintas compañías en un mundo, no lo olvidemos, en el que las inversiones se cuentan por miles de millones y los avances suceden en cuestión de pocos meses. Ante este escenario el abogado deberá permanecer alerta para poder adaptarse a los cambios que la IA pueda traer consigo y aportar, como lo ha venido haciendo a lo largo de la historia, su especial e irreplicable saber hacer allá donde las máquinas no puedan llegar.