05 febrero 2016
Je suis Jacqueline Sauvage
El título de este artículo es el lema que llevaban en sus pancartas las personas que se manifestaron en Francia, a finales de enero de este año, en favor de Jacqueline Sauvage. La verdad es que la noticia me hizo reflexionar como jurista y como persona y, precisamente, ese ha sido el debate en Francia, porque muchos juristas no comparten lo que parece ser solicitaba el clamor popular.
El Presidente Hollande otorgó un indulto parcial a una mujer que había matado a su marido, tras 47 años de malos tratos continuados, vejaciones y abusos sexuales, no solo a ella sino también a sus hijas. Jacqueline Sauvage, que así se llama esta mujer, fue condenada a 10 años de prisión.
El debate abierto en Francia versaba sobre la legítima defensa en casos de violencia sobre la mujer, ya que en el caso que estamos tratando no fue apreciada.
Hemos de decir que, aunque en el juicio pudieran quedar probados esos malos tratos, esa violencia continuada y brutal y los abusos sexuales, no hubo ni una sola denuncia de ella hacia su esposo, cosa que, obviamente y, en estos temas, no nos extraña. Pero mató a su marido por la espalda y horas después de haberle pegado éste, como era habitual y, así se refleja en la sentencia.
Esto hace que, jurídicamente en Francia no se pudiera aplicar la legítima defensa, pues en el momento en que mató a su esposo Jacqueline no estaba en peligro de muerte. Si el juicio penal se hubiera desarrollado en España, creo que hubiera corrido la misma suerte, aunque los conceptos jurídicos no sean exactamente iguales.
Por ello, en Francia se ha solicitado que se amplíe el concepto de legítima defensa en casos como éste, de violencia extrema continuada y grave sobre una mujer.
Se basan en que, en estos casos, la mujer ha vivido y vive en un “estado de sumisión y de terror permanente”; hablan de legítima defensa diferida, en correlación a la figura que, según he leído, existe ya en Canadá, pues la mujer maltratada desarrolla un sentimiento de sumisión que afecta a su capacidad de reacción y a su juicio, todo ello apoyándose en el “síndrome de la mujer maltratada”. También se insiste en que estas mujeres están en “peligro de muerte continuado”.
El indulto se lo ha otorgado Hollande en base, según sus palabras, a una “situación humana excepcional”, situación que no tuvo en cuenta la justicia. ¿Por qué no quiso o por qué no pudo? Y aquí es donde yo me encuentro, dividida entre mi cerebro jurista y mi corazón.
Y os pregunto, ¿debemos tensar la cuerda de nuestro Estado de Derecho, de nuestras garantías penales, que no olvidemos son imprescindibles? Y también me pregunto, ¿qué hace mal esa sociedad por la que esta mujer se sintió obligada a matar a su marido?
¿Qué hacemos mal que no protegemos a nuestras mujeres?
¿Debemos revisar nuestras leyes, nuestros fundamentos jurídicos? ¿Encontraremos alguna vez la solución?
Pues evidentemente no tengo todas las respuestas y me sigo haciendo éstas y otras muchas preguntas y aquí sigo entre lo que me dice mi corazón y lo que me dice mi cerebro.
Margarita Cerro González
Vocal Subcomisión Violencia sobre la Mujer del Consejo General de la Abogacía Española