24 noviembre 2022

La cumbre climática al borde del Mar Rojo y bajo la sombra del Monte Sinaí

Por Eduardo Salazar Ortuño, abogado, doctor en Derecho.

Empiezo estas líneas sobre la COP27 en el avión que me devuelve a Europa con la mente llena de gratas experiencias profesionales y con las manos casi vacías en cuanto a compromisos internacionales de los estados que nos representan. En uno de los lugares más bellos y raros del mundo, como es Sharm el Sheick, más de cuarenta mil personas se han reunido y han compartido bus y taxi para intentar remar en una misma dirección. Pero lo anterior, pese a las expectativas – que siempre están – no ha sido posible.

Los avances en las políticas climáticas públicas siguen siendo tímidos y cortoplacistas, cuando lo que los activistas climáticos reclaman es liderazgo geopolítico para ir desenganchándonos de las fuentes de energía que producen el aumento del efecto invernadero. Ahí es nada. Y lo es todo dando las cotas que estamos alcanzando. De qué sirven – se pregunta la ciudadanía presente en la COP27 – los exhaustivos y claros informes científicos del IPCC si cuando llegan las Cumbres y Encuentros de las Partes de la Convención del Cambio Climática los pasitos son de bebé.

Como todo abogado en ejercicio, han sido los comentarios de los pasillos de la COP lo que más me ha esperanzado y divertido, pese a todo. En inmensas y gélidas naves industriales en medio del desierto del Sinaí, repletas de pabellones de multinacionales, nacionales y de oenegés (por ese orden) se servían café y pastas hasta que la negociación se atrancó por la poco ambiciosa propuesta de la presidencia (Egipto) y el posicionamiento férreo de la Unión Europea para lograr algún avance. El viernes de la segunda semana, a eso de las 8PM los negociadores y los técnicos del Secretariado buscaban café o coca-cola cero (financiadora del macro evento) como posesos. El tiempo de las negociaciones, después de dos semanas de feria y “greenwashing” se alargó hasta el domingo 22/11 a las 3AM.

En relación a los resultados recomiendo el análisis didáctico de la COP27 reciente realizado en TheConversation por Fernando Valladares, miembro del CSIC. Me sumo a la esperanza que transmite su análisis pese a haber asistido a una COP27 decepcionante.

En esta mi primera COP Climática – los Encuentros de la Conferencia de las Partes del Convenio de Aarhus movilizan a mucha menos gente – he encontrado en los pasillos, en los pabellones, en las cantinas y restaurantes gourmet improvisados, en los taxis, y en los buses gratuitos a gente muy interesante que además sigue esperanzada en un mundo mejor, más respetuoso con el ecosistema que nos acoge. Desde la rabia de los jóvenes, que no están para bromas, a la simpatía y empatía de los activistas y abogados más veteranos, pasando al liderazgo de países más progresistas en lo climático, uno se queda con la impresión de que, al final del todo, somos las personas las que construimos o permitimos la geopolítica actual y las que nos enfrentamos al monstruoso capitalismo, verde o no.

El estómago de la abogacía está acostumbrado a los peores desaguisados y compartir con juristas el avance de la decepción conforme pasaban las horas ha sido un ejercicio de solidaridad tremendo. Cada uno desde su lugar de origen, todos soñando lo mismo y hablando el mismo idioma (léase los mismos ideales de cambio), la abogacía climática ha tomado posiciones en las negociaciones, los paneles internacionales, las reuniones formales y las informales. Entre las decepciones más importantes se ha encontrado el mantenimiento de las industrias energéticas menos sostenibles (petróleo, carbón, nucleares), el poco convencimiento para la defensa de los derechos humanos en relación con el derecho a un medio ambiente sano y la obsesión por atacar los síntomas del cambio climática mediante tecnológica y transferencia de fondos para la mitigación, sin trazar un camino claro a la necesaria transición ecológica que cargue las tintas en la adaptación.

Entre las buenas noticias han sido, por otro lado, la dotación de un procedimiento para el Comité de Cumplimiento, que está por estrenar, y por otro lado, el interés que ha despertado entre juristas y activistas – especialmente de los pueblos originarios – el movimiento de los Derechos de la Naturaleza, que preconiza un nuevo enfoque ecocéntrico para el Derecho ecológico. Como portador de la Ley 19/2022, que otorga personalidad jurídica al Mar Menor y su cuenca, he sentido la emoción de los presentes en los Paneles organizados con la profesora Teresa Vicente, la Presidenta de la Comisión Legal de la UICN – Christina Voigt -, las líderes indígenas de Ecuador y el joven abogado Eduardo Mossqueda, compañero mexicano de ELAW.

Si la Convención Marco supera la treintena de años en vigor y seguimos esperando a que se cumplan sus objetivos o se planifique con fecha la obtención de los mismos es que hay algo frenando esta demanda de cambio, algo que no se expresa por escrito y que es a lo que huele esta cumbre: resistencia a una transición ecológica por parte de las potencias mundiales y la desconsideración hacia países que ven peligrar su modo de vida a costa de que en otros Estados se mantenga un consumismo desaforado de recursos.

Muchos vamos pensando que el Derecho Ambiental actual, cuando se cumple, se reduce a frenar la regresión de los poderes públicos y a celebrar los cumpleaños de las normas.

Desde un oasis hortera como es Sharm, que me ha recordado además a lo que pudo haber sido la Marina de Cope en la costa del mediterráneo, vigilados de lejos por el Monte Sagrado del Sinaí, acompañados por los representantes del Vaticano, la abogacía ha estado presente, ayudando con los más de 300 activistas detenidos, presentando nuestros casos estratégicos a otros compañeros y difundiendo el éxito legislativo del Mar Menor para ser replicado en otros lugares del planeta.

He venido a representar como abogado en la Cumbre Climática de Egipto a la Pachamama Alliance, una red que pretende el giro ecocéntrico en las políticas y legislaciones ambientales, pero me he alojado orgulloso en el Pabellón de España, donde ha habido muchas actividades y, sobre todo, avituallamiento para las estupendas negociadoras, incluida la Vice-presidenta, Teresa Ribera.

Caminar el recinto frenético de la COP27 sin toga, pero con claras demandas hacia los todopoderosos me ha obligado a hacer una pausa mental, desde la que escribo estas líneas, que pretendo sean esperanzadoras para esa nueva generación de juristas que han de lidiar con este planeta repleto de mediocres antepasados.

 

 

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