19 diciembre 2022
La deontología y el éxito profesional
Por Fernando Candela. Presidente de la Comisión de Deontología Profesional del Consejo General de la Abogacía y decano del Colegio de la Abogacía de Alicante.
Cuando hablamos de las normas deontológicas pareciera que nos trasladáramos al mundo de lo solamente ético y nada más lejos de la realidad. La deontología se basa en normas de forzoso cumplimiento que regulan relaciones con terceros, y constituyen obligaciones de conducta que deben ser ineludiblemente observadas. Al igual que en los procesos civiles y penales existen preceptos que se han de cumplir para vencer en juicio, la profesión tiene para triunfar en ella sus propias reglas.
Utilizaré a modo de vulgar ejemplo la función que tiene el prospecto en los medicamentos, en los electrodomésticos o el manual de uso en los coches. Si quieres que todo funcione no tienes más remedio que leerlo, aprendértelo y seguirlo, al igual que debiera pasar con las reglas que impone la deontología. ¿Cómo se puede ejercer sin conocer que puedo o no puedo hacer cuando se ejerce?. Seguro que fracasar en el intento, y ya es triste.
No hay que olvidar, además, que una conducta adecuada a las normas deontológicas se proyecta no solo sobre la reputación personal, sino también sobre la imagen profesional, y los clientes, presentes o futuros, son directos receptores de ello. Este buen nombre se consigue diariamente en el trato con los demás compañeros, en los juzgados y tribunales, con los clientes y con los contrarios. Que hablen bien de nosotros porque respetamos los principios y valores de la abogacía supone la mejor publicidad de nuestros servicios, amén de una garantía para el ciudadano en el sinuoso, complejo y difícil mercado de los servicios jurídicos. El boca a boca es la mejor referencia.
De ahí que el conocimiento y cumplimiento de las normas deontológicas sea sinónimo de éxito profesional. No solo nos generará buenos beneficios individualmente hablando, sino que a la vez situará a la profesión en el lugar que le corresponde, lo que, a su vez, hará que la ciudadanía confíe más, y nos vea como garantía de probidad y buen hacer, y lo que no es menos importante, esa buena fama incidirá positivamente en los resultados económicos de nuestra actividad y consecuentemente en el negocio de los despachos.