03 marzo 2014
Qué hacer frente a la violencia escolar
En la última década hemos visto cómo se ha incrementado el fenómeno de la violencia en el mundo. Particularmente, Colombia ha sufrido diferentes conflictos y tipos de violencia en los últimos tiempos.
El abandono masivo de la vida rural, el fenómeno creciente de los movimientos migratorios, con la consecuente concentración humana en las ciudades, la globalización y el rápido avance de las tecnologías de información y comunicación generan un gran impacto en la dinámica de la interacción entre los miembros de las familias y de las comunidades.
La escuela no está aislada de esta realidad, aquí confluyen todas y cada una de las características del contexto social, cultural, político y económico que la rodea. Como plantea Rosario Ortega, catedrática de psicología, experta en el mundo de la violencia, y quien dirige en la Universidad de Córdoba- España, el departamento de Educación: en la “cultura escolar se expresan formas de relación que potencian o desencadenan conflictos y perpetúan la existencia de ambientes autoritarios” (Ortega, 1999, p. 27). Esa violencia escolar puede manifestarse de múltiples formas desde el desconocimiento por el otro, cuando no se responde a su pregunta, o cuando se excluye por no reconocer la diversidad en lo físico, hasta la manifestación de poder, donde los aparentemente más débiles se ven intimidados por la actitud violenta de otro aparentemente más fuerte. Es así como se evidencia el fenómeno del matoneo o bullying. Según datos de la Organización Mundial de la Salud en 35 países, 15 por ciento de los niños de 11 años y 9 por ciento de 15 años han sufrido intimidación, que además ha ocasionado cerca de doscientos suicidios en el mundo en los últimos años.
En Colombia el 29 por ciento de los estudiantes de quinto grado y el 15 por ciento de los de noveno han sido intimidados en un periodo no mayor a dos meses, de acuerdo con un estudio que realizó la Corporación Colombiana de Padres y Madres RedPaPaz a 50.000 estudiantes.
Es importante reconocer que el fenómeno del matoneo o bullying no es un problema que afecta solo a la víctima u ofendido, también al ofensor, el entorno familiar y el desempeño académico. Lo que nos invita a pensar que la violencia escolar es un tema en el que toda la sociedad debe contribuir para su solución.
No hay duda de que el sistema educativo se convierte en un actor fundamental para la prevención del conflicto, ya que es el lugar, aparte del hogar, en donde se forman como individuos. Es mediante la enseñanza de nuevas actitudes, la utilización del diálogo y valores como la tolerancia y aceptación a las diversidades, que se puede enseñar a los niños a no utilizar la agresión sino el diálogo como método de defensa.
Aunque tradicionalmente la atención de los problemas de violencia y delincuencia había sido entendida como una responsabilidad exclusiva de las autoridades judiciales y /o policiales, las comunidades y el sector privado de la sociedad son cada día más conscientes de la importancia de realizar alianzas e implementar acciones conjuntas para reducir fenómenos como la violencia.
Un ejemplo claro de este tipo de participación del sector privado en el marco de la responsabilidad social empresarial, es el programa para la Gestión del Conflicto Escolar “Hermes”, impulsado por la Cámara de Comercio de Bogotá y operado por el Centro de Arbitraje y Conciliación de la entidad. Este programa lleva más de diez años en ejecución, y se han intervenido más de 360 centros educativos de Bogotá y Cundinamarca, específicamente en primaria y secundaria, con logros altamente valorados por la comunidad educativa y un cumulo de experiencias valiosas y exitosas.
Esta iniciativa tiene por objetivo fomentar el diálogo y la tolerancia, como una apuesta colectiva al cambio social desde núcleos primarios como la escuela, con una incidencia significativa en las dinámicas familiares, sociales y culturales. Pretende una transformación cultural para abordar de manera pacífica cualquier conflicto, teniendo en cuenta el papel fundamental que la educación tiene, y que conduce necesariamente a una discusión sobre la concepción de vida y el sentido que tiene el conflicto para el ser humano.
El programa es un modelo pedagógico innovador, que facilita una serie de herramientas pedagógicas para transformar los conflictos a través del reencuentro con el diálogo y la concertación, en un ambiente donde el respeto por el otro y la tolerancia hacia la diferencia es una realidad. Todo esto a través de la capacitación a los integrantes de la comunidad educativa, como gestores y conciliadores escolares, y desde ahí romper la cultura de poder basado en la fuerza y la agresión o de acciones punitivas como medio para resolver los conflictos.
Este modelo rompe con los sistemas de autoritarismo y dinámicas escolares donde el cumplimiento de la norma está motivado por temor a una sanción, y lo que hace es generar espacios de concertación, participación y reconocimiento a la autoridad por respeto, y fortalece el sentido de pertenencia al colectivo escolar tan importante en el desarrollo moral de los jóvenes.
A la fecha este programa ha sensibilizado y formado en la resolución pacífica de conflictos cerca de 4.500.000 actores entre docentes, directivas, estudiantes y padres de familia, y ha atendido mediante la figura de la conciliación más de 170.000 casos con un porcentaje de acuerdos del 95%. Estos resultados logran la intervención al conflicto por medio de la conciliación, contribuyen al fortalecimiento de una convivencia pacífica, y previenen a mediano y largo plazo el riesgo de que esos conflictos escalen y se conviertan en matoneo o bullying.
En la actualidad el programa cuenta con la Red de Gestores y Conciliadores Escolares RENACEG en la que participan 6.000 jóvenes, y que presta el servicio de la conciliación en instituciones donde no se encuentra Hermes.
El programa Hermes fue galardonado en el año 2009 con una Mención de Honor, en el concurso de “Reconocimiento de las experiencias innovadoras en América Latina y el Caribe” organizado por la CEPAL con el apoyo de la fundación K.W. Kellogg, y obtuvo el segundo lugar entre 4.800 experiencias participantes, siendo reconocido como propuesta innovadora y de mayor impacto en el desarrollo social de la Región y como mejor modelo educativo.
A medida que le proporcionamos a nuestros jóvenes herramientas para resolver sus conflictos de manera no violenta, se logra prevenir su escalamiento y, por ende, tener que enfrentar situaciones tan costosas emocional y socialmente como el matoneo o bullying.
El conflicto es una dimensión de toda organización, que puede ser aprovechada para el bien de la organización y sus individuos. Sociedades y organizaciones mejores son aquellas que pueden reconocer, manejar y aprovechar mejor sus conflictos, el conflicto en sí mismo no es necesariamente malo para una comunidad escolar; por el contrario, si es bien manejado puede ser constructivo y se convierte en oportunidad pedagógica y de crecimiento.
Solo hasta cuando se tome conciencia de que la escuela, además de ser un espacio académico y de aprendizaje de contenidos, es un laboratorio para la convivencia, podremos lograr un cambio en creencias tan arraigadas en nuestra cultura como el que la violencia es la mejor manera para responder al conflicto.
El establecimiento de sistemas escolares para la resolución de los conflictos debe ser una apuesta colectiva entre los integrantes de la comunidad educativa (estudiantes, profesores, administradores, empleados, padres de familia, etc.) y debe proporcionar los espacios requeridos para el desarrollo de las habilidades sociales que le permitan abordar sus conflictos de manera autónoma y concertada.
La corresponsabilidad de los actos de los estudiantes debe generar comportamientos proactivos, reconociendo que es parte del conflicto, pero también de la solución, en lugar de permanecer en comportamientos de victimización. Con ello, se superaría el círculo vicioso que ocasiona la violencia en los contextos escolares.
Patricia Elena Ricco, coordinadora del Programa de Conciliación Escolar del Centro de Arbitraje y Conciliación de la Cámara de Comercio de Bogotá