01 abril 2013
Violencia sexual en los conflictos armados
Hace dos semanas se ha celebrado el 57º periodo de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer. Dicho periodo con gran éxito de convocatoria (en esta ocasión han sido 131 los estados miembros participantes), ha reflejado la importancia que otorgan todos los países a la urgencia de poner fin a la violencia contra mujeres y niñas.
Se debatió largamente sobre poner fin a la violencia sexual en los conflictos, la lucha contra la trata de personas, la protección de los derechos sexuales y reproductivos y también sobre el papel de la cultura, la religión y la familia.
Es en la violencia sexual en los conflictos donde quiero detenerme a reflexionar.
Esta mañana al encender el televisor los medios se hacían eco de la visita del Ministro Británico del Exterior, William Hage y la actriz Angelina Jolie a la República del Congo y Ruanda cuyo motivo es la lucha contra la violación como método de guerra en conflictos armados, en una muy loable postura de participación activa.
La República Democrática del Congo junto a Ruanda, son los países donde más violaciones se registran. Cerca de dos millones de mujeres han sido violadas sólo en el Congo, según un estudio realizado por el The American Journal of Public Health a partir de las denuncias realizadas por las víctimas, las menos, ya que el resto se halla bajo el miedo insostenible al estigma, el repudio familiar y el rechazo social. Un horroroso promedio de 48 violaciones por hora, siendo además utilizado este dramático medio como arma de guerra.
CIFRAS DE ORGANIZACIONES INTERNACIONALES
Según cifras de organizaciones internacionales, anualmente hay decenas de miles de víctimas de violaciones en las regiones en conflicto, incluidos muchos niños.
Es aquí donde debemos mencionar a mujeres entregadas bajo un gravísimo riesgo en sus propias vidas a conseguir una esperanza de justicia en el caos, la barbarie y la violencia, como la comisaria Honorine Munyole, que lidera una unidad de la policía congoleña especializada en atender las denuncias de violaciones, en un país donde los delitos sexuales contra las mujeres no dejan de crecer y a quien las mujeres viajan durante días para que las escuche y ayude en un pais colapsado por la guerra, la miseria y el machismo.
Honorine Muyole lucha en el Congo contra miles de casos ahogados en el silencio, en la impunidad, como Margaret Mbatia y Agnes Pareyio contra las agresiones sexuales y la ablación en Kenia, Bakira Hasecic y Fedira Djevic contra las violaciones sistemáticas en Bosnia, Gloria Company contra la carencia de derechos humanos de la mujer en Afganistán, Urmi Basu contra la explotación sexual en Calcuta o Milred Mahlanga contra el abandono de niñas en las calles de Johannesburgo.
Me pregunto como la imagen de una actriz popular puede hacernos reflexionar más que el trabajo de estas mujeres que arriesgan su propia vida a diario en aras de su lucha contra la violencia. Deberíamos reflexionar sobre cuál es nuestro papel a nivel individual en esta lucha ya que cualquier acción por ínfima que sea puede producir una reacción a nivel internacional, como ha demostrado Angelina. Quizá nuestro trabajo y labor diarias cambiarán poco a poco las conciencias y las sociedades sin necesidad de ser héroes o heroínas, sino tan solo personas que luchan por la igualdad y la erradicación de la violencia.
Esforzarse en promover la igualdad entre los géneros sigue siendo un reto a través del cual se debe conseguir borrar noticias de naturaleza estremecedora, de violencia cotidiana sobre mujeres y niñas, de situaciones insostenibles en conflictos armados en todo el planeta.
El fin de la violencia contra las mujeres debe seguir tratándose como asunto de primer orden, bajo un enfoque de absoluta contundencia, más allá del Día Internacional de la Mujer o de las deliberaciones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en la Organización de las Naciones Unidas. Porque su continuidad fundamenta una base más sólida, más profunda, con el fin de conseguir un cambio de rumbo en aquellas costumbres de exclusión y violencia sostenida, base en la que construir un paradigma global de trabajo incesante orientado a la unión en un trabajo codo con codo, de hombres y mujeres que sueñan cada vez con más fe en alcanzar el hermoso sueño de ver a mujeres y niñas viviendo con dignidad, libres de violencia.
María Isabel Martínez Pérez. Abogada, vocal de la Subcomisión de Violencia sobre la Mujer del Consejo General de la Abogacía Española.