11 marzo 2016
Florentino Quevedo, con 97 años, el abogado en activo más veterano de España
- “Espero llegar a los cien años y seguir ejerciendo; la Abogacía lo es todo para mí”, afirma el letrado, que trabaja desde hace 55 años en su despacho de Cangas del Narcea
Maestro, director de colegio, procurador, doctor en Derecho…pero, sobre todo, abogado. Y de los que llevan la profesión en la sangre. Es Florentino Quevedo Valle. Nació en Mones (Orense) tal día como hoy, 11 de marzo, de hace 97 años. Y es, casi con toda probabilidad, el letrado en ejercicio más veterano de España.
Dentro de cuatro meses, Quevedo cumplirá 55 años en la profesión y a pesar de su edad no tiene intención de abandonar; todo lo contrario. “Espero llegar a los cien años y seguir ejerciendo porque para mí la profesión lo es todo”, afirma sentado en su despacho de Cangas del Narcea, la localidad minera asturiana a la que llegó en 1940 para trabajar como maestro de escuela y en la que ha desarrollado toda su trayectoria como abogado, siendo uno de los grandes expertos del país en el Derecho relacionado con la minería.
“Sin esta profesión no viviría, aunque es muy difícil de ejercer; muy complicada. Los pleitos no se pueden llevar de cualquier forma si se quieren ganar, requieren tiempo y esfuerzo”, asegura. Y ambas cosas son las que dedica Florentino siete días a la semana para sacar adelante sus asuntos, en su gran mayoría relacionados con el sector minero.
Pese a su edad, mantiene una forma física envidiable. “Me levanto todos los días a las nueve y media o diez, hago 45 minutos de gimnasia, vengo al despacho, doy un paseo, como, echo una siesta de dos horas, vuelvo al despacho, doy otro paseo y voy para casa”, explica mientras enseña el aparato de pedaleo que guarda en una de las habitaciones de su despacho. Eso es todo. Porque asegura no tener ninguna afición más que el trabajo. “Lo único que hago es trabajar, dormir, comer y pasear…y hay que llegar a los 97 y seguir haciendo eso, eh!”, exclama. Y no le falta razón.
Se libró de ir a la guerra “porque caí enfermo”, recuerda aliviado. Con 21 años llegó a Cangas del Narcea y tras hacer las prácticas trabajó en el Grupo Escolar de Enseñanza Primaria -más tarde Colegio Nacional-, primero como maestro y desde 1950 hasta su jubilación, en 1981, como director del centro. Mientras ocupaba de forma interina el cargo de director del colegio decidió entrar en el mundo del Derecho y a finales de 1948 comenzó a ejercer como Procurador. Tres años más tarde, animado por un creciente interés por la Abogacía, se matriculó en la Universidad de Oviedo como alumno libre, compaginando los estudios con su trabajo en el colegio y en los juzgados. “Me quedaba todos los días hasta las dos de la mañana estudiando y así logré sacar la carrera”, recuerda.
EJERCICIO PROFESIONAL
Ya titulado, en 1961 se dio de alta en el Colegio de Abogados de Oviedo, con el número de colegiado 792, y comenzó a ejercer. “Cuando estaba de procurador me pasaba el día en los juzgados y aunque firmaba el abogado, muchas cosas las hacía yo, así que cuando empecé a trabajar como abogado ya tenía una experiencia que me sirvió de mucho”.
Pero no se paró ahí y fue un paso más allá, obteniendo el grado de Doctor en Derecho en 1963 con una tesis que se convirtió en la obra titulada “Derecho Español de Minas”, y que en su época fue un referente en la materia ya que en ella recogía y comentaba todas las sentencias que se habían dictado en el sector minero desde los años 30 hasta entonces. Y así, Florentino se convirtió en un abogado experto en minas que trabajó para todas las empresas hulleras de Cangas del Narcea, comarca que durante décadas vivió casi en exclusiva del carbón.
Viudo desde hace más de veinte años, padre de dos hijos y abuelo de seis nietos, Quevedo es un trabajador infatigable, pero además ha sido un trabajador solitario, que nunca ha tenido ni ha querido colaboradores, más allá de solicitar la opinión de colegas en determinadas ocasiones. “Jamás he tenido ni secretaria, ni pasantes. Yo lo hago todo. Como dice el refrán, yo me lo guiso, yo me lo como”, explica. Y apostilla que “siempre me he organizado a mi manera y nunca he necesitado de nadie. Yo ejerzo la profesión de abogado poniendo toda mi alma e incluso perdiendo el sueño, porque cuanto más piensa uno, más argumentos se le ocurren”.
ADAPTADO A LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
En contra de lo que podría pensarse, este letrado que está colegiado también en Madrid, León y Valladolid, se lleva bien con las nuevas tecnologías. De hecho, mientras le entrevistamos critica la tardanza que tiene el Windows 10 para instalarse en su ordenador. “En esta profesión hay que actualizarse constantemente porque todo está cambiando, las leyes y la tecnología también. Ahora el LexNET ese me trae loco. Menos mal que me ayuda el procurador”, comenta en referencia al nuevo sistema de comunicación telemática con la administración de Justicia.
Florentino Quevedo es un hombre animoso y no duda en dar buena cuenta de una fabada -eso sí, sin compango- mientras continúa charlando de su pasión: el Derecho. “A mi esta profesión me lo ha dado todo. No quiero dejarla por nada, porque es mi vida y me siento orgulloso de ser abogado”. Tanto que dice haber ganado “la mayoría de los pleitos que he llevado, pero porque tenía razón, claro”.
Y a los letrados y letradas más jóvenes les dirige desde la experiencia que dan tantos años de ejercicio un consejo sencillo, pero sensato: “seriedad, estudiar mucho los asuntos y consultar con abogados que tengan mayor experiencia para saber cómo lo harían otros”.
Esa dedicación de décadas le ha valido a Florentino diversos reconocimientos, entre ellos la Cruz de San Raimundo de Peñafort, que le concedió el Ministerio de Justicia en 2009 y cuya insignia luce con orgullo en el ojal de su americana. Muchos de sus amigos y compañeros creen que es un digno candidato a recibir la Medalla al Trabajo. Por su esfuerzo de tantos años, sin duda la merece.
Por Federico A. de la Ballina