31 octubre 2019

La importancia del maletín del abogado

José Ramón Chaves  Por José Ramón Chaves
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Todo letrado sabe que la toga imprime carácter y anuncia sabiduría. Sabe que un gesto serio es buena presentación en Sala, pero lo que le rodea de una aureola de singular majestad es portar un espléndido maletín. De hecho, alguien que observe atentamente la entrada a primera hora a las Salas judiciales podrá percatarse de que existen unos individuos que llegan portando trolleys, normalmente jueces y magistrados (por el peso de los autos judiciales traídos desde su hogar), otros que llevan maletín negro o marrón, de cuero o equivalente, firmemente cogidos por el asa por letrados, y otros que no llevan nada, normalmente testigos que esperan ser llamados.

Es cierto que la barba no hace al filósofo ni el maletín al abogado, pero tiene su importancia. Afirmaba el escritor Mario Puzo, autor de El Padrino, que un abogado con su maletín era más peligroso que cien mafiosos con pistolas.

El primer maletín del abogado tiene su importancia y suele elegirlo como complemento del traje o vestido reservado para la solemnidad del foro, pensando en calidad y atemporalidad pues deberá resistir el paso del tiempo, y si es mujer los preferirá más femeninos y funcionales.

Tanto el abogado como la abogada novicios cuentan que su primoroso maletín estará destinado a incesante trasiego de papel pese a que finalmente la vida del maletín, como la experiencia de los pilotos, se mide por las horas de vuelo judicial. Habrá maletines que se merecerán la jubilación por desgaste y los habrá que se mantendrán siempre jóvenes e impecables por poco uso.

También necesitarán un maletín que pueda usarse en negociaciones o llevarse al término de la vista judicial al café para cambiar impresiones sobre el caso, sabiendo que a diferencia de los paraguas, nadie se lleva el maletín ajeno. Y si son abogados de éxito que litigan en varias plazas, deberán contar con un maletín cuyas dimensiones le permitan encajarlo junto al asiento del avión.

El abogado alerta suele llevar el maletín en la mano izquierda para saludar con la derecha a clientes, otros abogados o jueces. Jamás se separará de su vista cuando lo deposite en bancos, mesas o en el suelo si cambia impresiones con otros compañeros.

En las vistas judiciales hay un momento de presentación, avanzadilla y acomodo de los abogados en la Sala de vistas. Cada abogado toma posiciones con su toga, y normalmente con un maletín. Incluso en ocasiones, hay grandes bufetes en que varios abogados acuden desfilando y cada uno cuenta con su propio maletín pese a que solo uno de ellos sube a estrados, de igual modo que no faltan abogados veteranos a los que el pasante se limita a portear su maletín.

Un buen maletín envía varios mensajes a la contraparte y al juez. Soy un abogado serio. Soy meticuloso y detallista. Soy un abogado preparado y aquí dentro está el arma definitiva. Tampoco es usual, pero no debemos descartar la posibilidad, de que acuda el abogado con varios maletines o con una maleta grande. Ni con una bolsa de supermercado o caja de madera. Prohibido no está. Estos sucedáneos del maletín clásico no comprometerán el desenlace del litigio pero sí la impresión de los presentes.

A continuación llega el momento en que, en presencia del juez y el abogado contrario, con parsimonia se abre el misterioso maletín y extraen los folios,  bolígrafos, el ipad o el código de normas. A veces, asoma una calculadora (¿para evaluar una indemnización o para fijar los honorarios tras el juicio?). Afortunadamente las nuevas tecnologías han aligerado el maletín, a diferencia de tiempos no muy lejanos en que las fotocopias de los autos, la minuta, los informes y los documentos probatorios “por si acaso”, llevaban a convertir al abogado en un Hércules esforzado hasta la Sala.

Es cierto que hoy día el maletín es perfectamente prescindible o sustituible por un cartapacio o folios, o por una pequeña pantalla, aunque pensándolo bien, ante algunas intervenciones agresivas del abogado contrario o del juez, quizá no estaría de más servirse de algún maletín como los utilizados por los guardaespaldas que se abre y extiende como escudo griego para evitar los ataques del enemigo.

No hay que subestimar los mensajes del maletín. Hay mensajes que destila su estado, pues un maletín impecable y brillante suele acompañar al novicio, mientras que un maletín desgastado anuncia un abogado curtido. Pero cuidado, hay maletines que pasan de veterano jubilado a novicio, normalmente de padres a hijos, como quien traspasa la ciencia, pues son maletines que han sido testigos mudos de contiendas judiciales y cuentan con rasguños, abollones o marcas que son como las cicatrices de los generales cosechadas en la batalla.

También hay mensajes del maletín según su uso. Un maletín arrojado sobre la mesa en vez de depositado calmosamente, comunica que algo no va bien. Un maletín que su abogado cierra en plena vista mientras su contrario está interviniendo, comunica algo peor. Un maletín que se pone vertical delante del abogado, o sobre el que tamborilea mientras intervienen los demás, revela que no se sabe comportar en sala.

En cierta ocasión contemplé cómo un letrado empalidecía antes de abrirse la vista oral al mirar frenéticamente al interior de su propio maletín, mientras todos los presentes aguardaban expectantes. Confesó con voz trémula haber olvidado incluir su minuta y rogó un aplazamiento, al que se opuso vivamente su contrario. Cerró el maletín, se repuso, carraspeó y debo admitir que su intervención fue espléndida, con admirable frescura, claridad y fuerza de convicción. Y ello porque a veces se piensa que la vista oral es el campo de batalla donde hay que ir pertrechados con armas, armadura, cantimplora, munición y hasta muda para cambiarse. Nada de eso. La vista oral por definición une la doble exigencia sensorial en su celebración; la vista, o sea, que se vean cara a cara, letrados y jueces, junto con testigos y peritos, y la oralidad, o sea, que se expongan verbalmente los alegatos y razones. Si la vista oral se convierte en una lectura de plúmbeos escritos extraídos de un profundo maletín, y ni se ve a quien está cabizbajo enfrascado en su tortuosa lectura, no se obtendrá un debate real sino una conferencia sórdida frente a la que brotará la tentación de hacer oídos igualmente sordos.

Por eso, ha de tenerse presente que el mejor maletín para el abogado es su cavidad craneal. Allí están principios, normas, experiencia e intuición. Si previamente se ha alimentado de lecturas, reflexión y experiencia. Allí está todo lo que se necesita para un debate judicial digno. Solo hay que usar su interior con serenidad, claridad y convicción.

José Ramón Chaves 
Magistrado
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