07 julio 2020

A los abogados de oficio

 Rafael Guerra Por Rafael Guerra

 

Me gustaría dedicar este artículo a Javier Martín García, actual vicedecano del Colegio de Abogados de Valladolid y, sobre todo, entusiasta defensor de la Abogacía de Oficio.

Quienes profesionalmente o por afición nos dedicamos a tratar sobre la comunicación y el marketing, solemos decir a los abogados que buscan nuestra opinión o nuestro consejo cómo pueden exhibir la mejor imagen de sí mismo. Se trata de ayudarles a mostrarse como alguien seguro y confiable, para así, aumentar su clientela, fidelizarla, crecer; en definitiva, alcanzar el éxito profesional.

Eso está muy bien. Pero hay muchos abogados que dedican buena parte de sus mejores esfuerzos al ejercicio de la abogacía de oficio. ¿Los especialistas en comunicación y marketing podemos aconsejarles también a ellos?

Sinceramente, no lo he hecho nunca y no sé si debería hacerlo, porque quien lo intente, habrá de saber mucho de generosidad, de desprendimiento, de altruismo, de filantropía; las virtudes que adornan a los hombres y las mujeres que desempeñan esa tarea.

La abogacía de oficio ya no exige el sacrificio que era necesario derrochar cuando se ejercía sin remuneración alguna. Hoy, las Administraciones públicas correspondientes pagan. Pero tan poco, que la magra compensación recibida no suple las virtudes necesarias para ejercerla. Han de seguir cobrándose de ellas.

¿Qué podemos, los tenidos por expertos, decir a los abogados de oficio desde nuestra tarima de consejeros en el arte de saber brillar? Dudo de que nuestras exhortaciones habituales les sean de mucha utilidad porque una imagen profesional más bruñida no va a reportarles más y mejores clientes de oficio.

Pero hay algo en que quizá sí podamos ayudarles. Podemos proponerles cómo mejorar su imagen interior. La que ellos perciben de sí mismos.

Lo primero que diría a quienes ejercen la abogacía de oficio, es que se sientan siempre orgullosos de ello. No lo van a tener fácil. La fama tiende a arrastrar su trabajo, por considerarlo de poca calidad. Los beneficiados de su dedicación suelen menospreciarla, quizá por resultarles gratis. Los demás profesiones del foro probablemente los compadecen en voz baja, por suponerles fracasados. Incluso los propios abogados de oficio sienten la tentación de pensar que no hacen nada importante.

Los abogados de oficio –yo lo he sido con orgullo durante muchos años– deben ignorar esas conjeturas. Puedo dar fe de que todos los que he conocido, todos con los que he hablado y compartido inquietudes, han dedicado siempre su mejor esfuerzo, su más cuidada atención, su más constante estudio, su más sacrificado compromiso, a defender los intereses de las personas que la sociedad ha puesto bajo su cuidado jurídico.

Nunca he visto a ningún abogado de oficio comportarse en sala de distinta forma cuando actuaba como tal y cuando lo hacía por una remuneración. Quien hubiese escuchado sus informes, no habría podido deducir de ellos si su cliente le pagaba o era el Estado quien le daba una pequeña compensación.

A vosotros me dirijo, abogados de oficio. Buscad, y encontraréis, en la realización misma de vuestro trabajo, el más valioso estipendio, la más preciada remuneración. Cada vez que recibáis un nuevo asunto de oficio, renovad la convicción de estar haciendo algo bueno, muy bueno.

Es estupendo ser reconocido como un abogado famoso, rico; ser agasajado por los medios de comunicación, por los poderosos. Pero lo es tanto o más ser un buen abogado anónimo de oficio. ¡Qué maravilloso es sentir la tranquilidad de hacer siempre, aun sin reconocimiento social, todo lo que está en nuestra mano, para ayudar a los necesitados que no pueden pagar nuestros servicios! ¡Qué sensación tan gratificante! Permítaseme una confesión. Ya al final de mi carrera profesional, el único recuerdo de ella que me satisface plenamente, es haber sido abogado de oficio.

Otra cosa más. Si quienes os dedicáis al muy difícil arte de abogar de oficio, pregonaseis vuestros éxitos procesales obtenidos con él, tendríais ahí vuestra mejor publicidad. Muchos clientes de beneficio buscan abogados generosos, desprendidos, altruistas, filántropos, que, además, ganan asuntos en los juzgados. Esos clientes suelen ser buenos clientes y, encima,  pagan con menos reticencias los servicios recibidos.

Atreveos a gritar: ¡Somos abogados de oficio y estamos orgullosos de serlo!

Rafael Guerra
retorabogado@gmail.com 

Comparte: