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15 julio 2016
Acción civil: los costes judiciales de la ecología
A civil action (Acción civil, 2000) presenta diversos temas de interés. De un lado cómo una despiadada, equivocada o imprudente gestión de una empresa con riesgos en el medio ambiente produce devastadores efectos no sólo en el terreno afectado por el vertido, sino en la salud y en la calidad de vida de las personas. La novela de Jonathan Harr en la que se basa el guión de la película se inspira en un caso real que ocurrió en la localidad de Woburn (Massachussets) en los 80’, y que motivó un proceso de gran repercusión, Anne Anderson et alii vs. Cryovac Inc et alii.
Acción civil pone el énfasis en una palabra que es un concepto y acaba convirtiéndose en un referente de desafío ético. Crear empleo, riqueza, ¿a qué coste? Y, si se produce un fallo, ¿qué consecuencias? La geografía de lo que cuenta Acción civil es rural, un río, un bosque, como si el silencioso drama que lleva años produciendo cáncer en tasas inusualmente elevadas en ese pequeño pueblo provocara una sardónica respuesta a la conquista del hombre del medio natural. Pero además de responsabilidad, y aneja a ella, otro concepto, otra palabra, otro elemento de justicia: reparación, indemnización.
El otro tema que propone Acción civil está íntimamente ligado a esas dos ideas de responsabilidad y reparación. Hacer justicia. Acción civil mira con sinceridad ese escenario dramático. No todo el mundo puede acceder a reclamar los daños que dice haber sufrido. La justicia, sea civil o penal, especialmente en los sistemas procesales anglosajones, es muy cara: hay que pagar abogados pero también muy costosas pruebas periciales, testigos, investigaciones y búsquedas de documentos.
Acción civil ofrece el perfil de los bufetes de abogados especializados en reclamaciones civiles que afectan a un número elevado de víctimas, las class action, que implican costosas indemnizaciones, sobre la premisa de cobrar -sólo si se gana- un porcentaje, no pequeño, de la suma total de la condena del juzgado en concepto de indemnización, la quota litis. Ese bufete, próspero, que dirige el personaje interpretado por John Travolta se hace cargo de lo que parece un pleito en el que es más que probable que la contraparte acepte un bargain, un acuerdo extrajudicial que evite los costes para una y otra parte de un largo y enrevesado proceso. El guión de Steven Zaillian, responsable entre otros del de La lista de Schindler, explora un escalón más en ese terreno procesal; la aparición de un referente deontológico, el de la inesperada pasión, y progresiva pasión, de un abogado por la causa que representa, por la Justicia antes que por el derecho y el alto precio que debe pagarse a veces por ese compromiso moral adquirido voluntariamente. Acción civil se empareja ahí con otras dos películas clásicas del cine judicial como son Veredicto final y El caso Winslow. El ejercicio del Derecho como pasión, la deontología más allá del cumplimiento profesional, la necesidad de hacer justicia a las víctimas más allá de los tecnicismos legales y de los acuerdos entre partes. El abogado que encarna Travolta se arruina y arruina su próspero bufete y lo hace curiosamente por no querer hacer lo que siempre ha hecho, explotar el acuerdo extrajudicial, en muchas ocasiones merced a una escenografía claramente demagógica. Esta vez está conmovido por el dolor y el desamparo de las víctimas y ese punto de vista no le deja ver con claridad si puede ganar o perder con ellas.
Acción civil permite desvelar los entresijos de los procesos, las tripas de los acuerdos de abogados a espaldas muchas veces de los derechos de las víctimas. La magistral secuencia entre Travolta y Duvall en el pasillo del tribunal mientras esperan el veredicto del jurado y este, pragmática o cínicamente, con un billete de veinte dólares reflexiona sobre la fragilidad de los veredictos y un acuerdo de última hora produce desazón pero también la certeza de que en algún lugar alguien espera con fe que se haga justicia y quebrantar esa fe es precipitar el caos social y la muerte del pacto social.
Acción civil es una película de línea argumental clara, vibrante y reflexiva, dirigida con elegante sobriedad por Zaillian –creo que es su segunda película tras su interesante debut con En busca de Bobby Fischer- y dominada por un excelente reparto en el que destaca el buen quehacer de un Travolta en buena forma y al que hace frente un Robert Duvall, escalofriante en su composición de un ultraprofesional abogado frío y cortante como el acero usado mil veces y disimulado tras una modestia vital que oculta el vacío moral de su corazón.
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A civil action (Acción civil, 1998). Producida por Scott Rudin, Steven Zaillian, Robert Redford. Dirigida por Steven Zaillian. Guión de Steven Zaillian basado en la novela de Jonathan Harr. Fotografía de Conrad Hall. Música por Danny Elfman. Montaje de Wayne Wahrman. Interpretada por John Travolta, Robert Duvall, James Gandolfini, Dan Hedaya, John Lightow, William H. Macy, Kathleen Quinlan. Duración 115 minutos.