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07 septiembre 2021
Adiós al birrete y muy pronto a la toga
Por Rafael Guerra
Birrete: “Gorro armado en forma prismática y coronado por una borla que llevan en los actos solemnes los profesores, magistrados, jueces y abogados”. (Diccionario de la Real Academia Española)
La definición transcrita no es del todo exacta. En el caso de los magistrados, jueces y abogados, el verbo “llevan” – en presente – no se ajusta a la realidad. Hace mucho tiempo que no lo lucen en ningún acto.
Para verlos con birrete, hay que buscar en internet. Y mucho. Una fotografía de 1909, conservada en el archivo gráfico del periódico ABC, muestra a tres provectos magistrados vestidos con toga talar – hoy no se llevan tan largas – y tocados con el gorro prismático.
En el caso de los abogados, el uso del birrete iba asociado a la prerrogativa de poder permanecer cubiertos durante las vistas judiciales a las que asistiesen. Únicamente debían descubrirse al entrar en la sala y salir de ella, y al comenzar y finalizar sus informes. Ese privilegio no fue un regalo. Tuvieron que pelear por él.
Los Consejos, Chancillerías y Audiencias respetaban tal prerrogativa. Pero, a finales del siglo XVII, los alcaldes de Corte – quien quiera saber de ellos, clique aquí – exigían a los abogados permanecer descubiertos en su presencia. En cambio, permitían a los relatores estar cubiertos.
Los relatores eran los encargados de hacer la síntesis de los asuntos, concertarla con las partes y exponerla al tribunal, para que éste resolviese. Eran letrados, pero no superiores en categoría a los abogados.
Así que nuestros predecesores, picados en su amor propio, se plantaron y dijeron que no actuaban ante los alcaldes de Corte si no se les permitía hacerlo tocados.
Lo consiguieron y, desde entonces, los abogados han podido cubrirse en presencia de todos los jueces y tribunales. Este enlace dirige a una ilustración que muestra a todo color cómo era la positura de una sala de la Real Chancillería de Valladolid en el siglo XVIII.
Permanecer los abogados cubiertos y sentados a igual altura durante las vistas, simboliza que están al mismo nivel que los magistrados del tribunal. El tiempo y el desinterés han hecho que se pierda el recuerdo colectivo de ese significado, aunque seguía latente en la letra de la ley.
Hace años que los birretes desaparecieron de las salas de audiencia. Sin embargo, el Estatuto General de la Abogacía Española aprobado por Real Decreto 658/ 2001, en su artículo 37, todavía regulaba su uso y la prerrogativa de poder permanecer tocados con él durante las vistas.
El nuevo Estatuto, aprobado por Real Decreto 135/2021, de 2 de marzo, ya no dice nada ni del birrete ni del referido privilegio. ¿Para qué, si nadie hace uso de ellos? El silencio ha certificado su desaparición definitiva.
El atrezo con que se escenificaban los juicios, ha sido despojado paulatinamente de sus elementos característicos. Primero desapareció el traje de golilla, luego el color negro del traje, más tarde el birrete, la camisa blanca, la corbata.
Ya sólo queda la toga. Pero por poco tiempo, porque ha comenzado la cuenta atrás para su desaparición. La suspensión temporal de su uso, establecida por el artículo 17 de la Ley 3/2020, ha mostrado a todo el mundo que ese sobretodo medieval no sirve para nada notable, y que se está muy a gusto sin tener que ocuparse de llevarlo y traerlo.
En todo caso, los juicios videoconferenciados – muy pronto lo serán todos o casi todos – no necesitan de la vieja parafernalia.
Vivimos cambios importantes en el ámbito forense, de los que el formal es, quizás, el menos relevante. Quien sienta nostalgia por el tiempo que se está yendo, arránquesela del corazón. La nostalgia produce melancolía; y la melancolía, infelicidad.
En mi opinión, los abogados debemos ocuparnos de que se garanticen los derechos de nuestros clientes y, por extensión, los de todos, al margen de la escenificación con la que se represente el acto de administrar justicia.