14 mayo 2024

¿Cómo dejar de ser un abogad@ perfeccionista y poco eficiente?

Rafael Guerra Por Salvador Cortés, gestor administrativo y consultor jurídico

El perfeccionismo es uno de los rasgos inherentes a la personalidad de l@s abogad@s y una de las causas no sólo de su infelicidad sino de la pérdida de productividad y rentabilidad del despacho, por cuanto aumenta el coste del trabajo del abogad@ y su pérdida de valoración.

Este rasgo se convierte en el ladrón de tiempo más perjudicial para l@s abogad@s, por implicar dedicar un tiempo excesivo a los detalles sin necesariamente aumentar proporcionalmente la valoración del rendimiento en el trabajo.

Este concepto se ilustra a través del siguiente gráfico, donde la curva verde representa la relación entre el tiempo invertido y la calidad del trabajo realizado:

 

 

 

 

 

No obstante, lo que suele ocurrir en la realidad diaria del trabajo del abogad@ se refleja en la línea azul, como se muestra a continuación:

Inicialmente se invierte tiempo en actividades que no generan valor agregado. Sin embargo, progresivamente se alcanza un umbral de máxima eficiencia. El dilema inherente al perfeccionismo se manifiesta cuando se excede de este umbral, ya que se continúa asignando tiempo a tareas, como por ejemplo seguir revisando un escrito o buscar nuevas argumentaciones y jurisprudencia para éste, sin que esto repercuta en una mejora sustancial de su calidad.

Si hiciéramos una analogía a un ejemplo muy práctico como es el de lavar un coche, llegaríamos a un punto en que por más que siguiéramos lavando el coche, el posible aumento de limpieza que conseguimos prácticamente sería inapreciable.

Si se considera concluido un escrito, porque el abogad@ considera que tiene una calidad adecuada, no tendrá sentido seguir trabajando en él, por cuanto si continuamos trabajando y conseguimos una mejora, dicha mejora ya no se corresponderá proporcionalmente con el tiempo invertido, desencadenándose como consecuencia la Ley de Parkinson, según la cual la extensión del trabajo tiende a expandirse en función del tiempo disponible para su realización.

La Ley de Parkinson consiste en que el volumen de trabajo se expande de forma indefinida hasta consumir la totalidad del tiempo disponible para su ejecución. Si lo mostramos en un gráfico, la representación de la Ley de Parkinson podría visualizarse de la siguiente manera:

En consecuencia, el tiempo de trabajo se expande o se contrae en función de nuestra metodología laboral.

Si disponemos de ocho horas para completar una tarea, tenderemos a utilizar la totalidad del tiempo asignado. En contraposición, si el tiempo disponible para la realización del trabajo se limita a dos horas, esta restricción nos obligará a concentrarnos, lo que podrá conducir a resultados comparativamente similares.

De esta cuestión pueden extraerse tres conclusiones:

  • Siempre nos faltarán horas para la perfección, esto es, la búsqueda de la perfección perpetuamente excede el tiempo
  • El abogad@ no siempre podrá desarrollar su trabajo con un nivel máximo de excelencia, si lo hace de una forma correcta y satisfactoria para el cliente será
  • Cuando se alcance un nivel de calidad aceptable, elevarlo a un estándar superior no siempre será necesario y, en cualquier caso, requerirá valorar si compensa esa inversión adicional de tiempo y energía.

En este sentido, en el punto de convergencia entre la línea verde y azul, encontramos el concepto de eficiencia, lo cual constituye el objetivo primordial, en mi opinión, cuando se pretende realizar un trabajo de calidad, sin perder la perspectiva de la existencia de otras tareas pendientes.

El punto óptimo de rentabilidad se visualiza en el gráfico con la línea verde, mientras que el vértice vertical, que representa el valor del trabajo del abogad@, que puede ser cuantificado en términos de dinero o como inversión de esfuerzo humano.

Una estrategia eficaz para mitigar los efectos de la Ley de Parkinson y, por extensión, del perfeccionismo, consiste en delimitar de forma explícita el tiempo que estamos dispuestos, somos capaces y deseamos asignar a cada tarea. Al establecer a priori esta asignación del recurso tiempo, podemos ejercer un control más efectivo sobre la Ley de Parkinson y el impulso perfeccionista.

Al comprender y aplicar principios como la Ley de Parkinson y reconocer las trampas del perfeccionismo, podemos optimizar nuestro esfuerzo y alcanzar un equilibrio más saludable entre la calidad del trabajo y el tiempo invertido. Este enfoque, no solo puede ayudarnos a cumplir con nuestras obligaciones de manera competente, sino que también nos libera para dedicar recursos a nuevas oportunidades y desafíos, así como utilizar los nuevos recursos que nos ofrece la inteligencia artificial, para poder definir y respetar los límites de tiempo que asignamos a cada tarea, permitiéndonos así dominar nuestras agendas y no al revés.

En consecuencia, la eficiencia no supone únicamente desarrollar bien nuestro trabajo, sino realizar nuestro trabajo en el momento adecuado, para poder gestionar el tiempo con mayor eficacia y así incrementar nuestra satisfacción personal y profesional, y, en definitiva, convertirnos en abogad@s más felices y productiv@s.

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