16 octubre 2018

Cuando el abogado tiene que rectificar

José Ramón Chaves  Por José Ramón Chaves
TWITTER @kontencioso

Rectificar es de sabios y hacerlo sin que lo parezca es de abogados astutos. Muchos clientes no entienden que un pleito es un semillero de incertidumbre, en el que el abogado juega las cartas según su leal saber y entender, que puede verse sorprendido por un cambio de timón jurisprudencial, por el criterio procesal del órgano jurisdiccional dentro de la elasticidad de los criterios de admisión de alegaciones o pruebas, o por el ostensible error del juez que le lleve a plantear el oportuno recurso.

Otras veces se trata de un error técnico imputable al abogado que olvidó aportar ciertas pruebas, comprobar la vigencia de la norma, se le pasó el plazo o desconocía la última doctrina.

En suma, el proceso está jalonado de incidentes autónomos que pueden zanjarse desfavorablemente para los intereses del cliente pese a la actuación del abogado.

En esos casos, el abogado ha sufrido un revés judicial como el general que pierde la batalla pero no la guerra, y caben dos posturas básicas, que las amígdalas cerebrales nos marcan desde el origen de los tiempos ante un peligro: huida o enfrentamiento.

Por eso, frente al varapalo judicial cabe la resignación y aceptar la decisión desfavorable pero seguir bregando en el procedimiento hasta el desenlace final por sentencia. O bien cabe el enfrentamiento al criterio judicial y recurrir la providencia o auto negativos, sabiendo que se abre tanto la posibilidad de redención, como una segunda bofetada en la mejilla letrada.

También cabe una de las mayores pesadillas de un letrado, el que se decrete la nulidad de actuaciones sin ser él quien la haya promovido, ya que se ve colocado otra vez en la casilla de salida y con el agravante de que todos saben las posiciones de todos.

No hablamos ahora de la sentencia desfavorable, que es dolorosa en primera instancia pero un auténtico calvario si se dicta en segunda instancia revocando la victoria inicial.

Nos ocupamos ahora de las incidencias negativas que jalonan la senda del proceso y que enfrentan al abogado ante un dilema básico: ¿informar al cliente de la vicisitud o silenciarla? Si le informa del tropezón, el cliente sufrirá cierta decepción e incluso verá nubes negras al final del túnel judicial. Si no le informa del tropezón, el cliente conocerá el desenlace final con lo que le ahorra zozobras innecesarias.

Es innegable que el servicio legal al cliente e imperativos éticos lleven a que el abogado le informe puntualmente de lo bueno y de lo malo, pues lo importante no es tanto que le comunique la decisión negativa como que le explique la razón de la misma en términos comprensibles para un lego en derecho. Tiene mas riesgos callarse que confesar el error.

Además la sinceridad siempre cosecha beneficios. La reputación del abogado mejorará porque el cliente se sentirá con trato personal y respetuoso. Y si el pleito finalmente se pierde, la derrota será mas dulce por no resultar tan inesperada. Y si finalmente se gana, la victoria será mas esplendorosa, por vencer a los elementos, como diría Felipe II.

Por ello uno de los aspectos mas importantes que debe mostrar un abogado a su cliente desde el primer momento es alertarle del escenario de incertidumbre que les espera. De las numerosas normas que existen y el océano de jurisprudencia con olas para todos los gustos, así como de las tendencias doctrinales, sin olvidar la referencia al margen azaroso del estilo de cada Juzgado o Sala. Y eso sí, una vez explicado ese horizonte difuso, dejarle claro que como abogado será un piloto leal y esforzado que asumirá el pleito como propio.

Sobre todo es muy importante ser conscientes de los errores que acechan en los recodos del proceso. Los errores del contrario se volverán triunfos propios pero nuestros errores pueden causar la derrota de nuestro cliente. Por eso nada mejor que encarar cada procedimiento judicial como si fuera para asuntos propios y como si fuese ante el mismísimo Tribunal Supremo. Detrás de la rutina, la inercia y la apatía suelen agazaparse los errores.

En el fuero interno del abogado, si pierde la batalla o la guerra judicial siempre le quedará el consuelo de la teoría física de los multiuniversos que sostiene que existen tantos universos paralelos como opciones de actuación se abren. En esa idea, si existe un pleito en que se gana, en otro se pierde, y si en uno se apela en otro se consiente, y así sucesivamente. Todas las posibilidades procesales existen en alguna dimensión. Sin embargo, mas vale que esta conjetura científica no se la ofrezca el abogado como consuelo a ningún cliente. Llegado el caso, más ayudará criticar al juez que dictó la sentencia desfavorable, pues al fin y al cabo, éste no se puede defender.

José Ramón Chaves 
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