03 septiembre 2020

Domesticando al “mono”: Entrenando nuestra mente

Luna Rodríguez  Por Luna Rodríguez
Vivimos en tiempos especialmente complejos, incluso surrealistas. Hay días en que salir a la calle o ir a trabajar es como estar en una película de ciencia ficción donde el mundo a tu alrededor lleva mascarilla y pantalla protectora. ¿Quién nos lo iba a decir hace unos meses?

Es precisamente en estos momentos complejos e inciertos cuando el aprendizaje y la adaptación se aceleran.

Se ha hablado mucho sobre la resiliencia, la habilidad de adaptarnos a diferentes circunstancias. Incluso en blogs anteriores propusimos algunas metodologías prácticas como la regulación emocional. En esta ocasión me centraré en algo tan sencillo y a la vez tan complejo como nuestra atención y cómo ésta nos puede ayudar, en gran medida, a superar una crisis como la actual o prepararnos para futuras.

Dos formas de pensar

Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía 2002, nos sorprende en el libro ‘Thinking, Fast and Slow’ con una gran cantidad de experimentos científicos impactantes, que nos ayudan a entender mejor nuestro cerebro. Él habla de dos formas muy diferentes de pensar: El “sistema uno” y el “sistema dos”.

Cuando nos levantamos por la mañana, desayunamos, bebemos nuestro café e incluso conducimos, y todo ello lo hacemos de forma automática. Llegamos al trabajo, hablamos con nuestros clientes y respondemos llamadas también de manera mecánica. Este es el “sistema uno” del que habla Daniel Kahneman. El “sistema uno” es inmediato, automático, impulsivo, intuitivo y no requiere esfuerzo.

El “sistema dos”, sin embargo, requiere un esfuerzo consciente. Si estamos conduciendo automáticamente y de repente hay una fuerte tormenta, es posible que cambiemos del “sistema uno” automático al “sistema dos” consciente, donde prestaremos atención con todo tipo de detalles: a nuestra velocidad, a nuestro entorno y agudizando nuestros sentidos al máximo para prevenir un accidente.

Lo más común, sin embargo, es que ocurra lo contrario. Y que, tras unos segundos o minutos de atención plena, nuestra mente se distraiga con sonidos, pensamientos o prejuicios. A este efecto se le conoce como monkey mind. Y aunque requiere cierta disciplina, es posible llegar a “domesticarlo”.

Daniel Kahneman nos confirma que pasamos la mayoría de nuestra existencia en el modo automático. Y nos sugiere desarrollar el lado consciente del cerebro para así mejorar nuestra creatividad, aumentar nuestra atención cuando y donde lo necesitásemos y optimizar nuestras relaciones con clientes y nuestra toma de decisiones. Ayudándonos a ser más conscientes de situaciones de peligro o incluso ayudándonos a salvar la vida. Suena a ciencia ficción, ¿verdad? Pues no lo es.

Atención en la seguridad

Antes de dedicarme al sector legal, trabajé durante 14 años para una multinacional química donde la seguridad era el valor más importante. En una de las primeras reuniones de seguridad para personas que íbamos a viajar mucho nos animaban a ser más conscientes del espacio. Por ejemplo, al entrar en un avión y tomar asiento, nos sugerían fijarnos dónde teníamos la puerta de emergencia más cercana. Si estaba detrás o delante nuestro. Y cuántos sillones había hasta esa puerta de emergencia. Porque en caso de un accidente con humo y caos, al menos tendríamos claridad de hacia dónde dirigirnos y cuántos sillones aproximadamente tendríamos que contar para la salida.

Del mismo modo al entrar en una habitación de un hotel nuevo, nos fijaríamos también en la salida de emergencia y cuántas puertas hasta esa salida tendríamos que pasar.

Entiendo perfectamente que para muchos de vosotros este tipo de hábitos sea algo exagerado, incluso neurótico. Lo interesante es que esta organización, con más de 200 años de experiencia en seguridad, ha comprobado que aquellas personas que desarrollan su atención y presencia como parte importante de su trabajo, reducen los incidentes y accidentes de manera dramática. Con el impacto positivo en costes y producción que esto conlleva.

Atención al cliente

Cambiando al sector legal, en mi experiencia como formadora y coach de firmas internacionales he tenido el enorme privilegio de observar en directo a asociados senior y counsel interactuando con clientes.

Durante estas interacciones, los socios y los coaches que formábamos parte del ejercicio observamos claramente dos tipos de abogados:

1. Los que entraban a la reunión con el cliente “como un elefante en una cacharrería”, sin fijarse en el contexto, en el estado emocional del cliente, en los cambios de prioridades del cliente.
2. Los que, habiéndose preparado muy bien previamente, dejaban su agenda a un lado por unos momentos y prestaban atención al espacio, la sala, la temperatura, la comodidad del cliente. Cuando el cliente entraba, prestaban atención plena a su estado emocional, preguntándole ¿Cómo estás?, ¿Cómo ha ido el viaje?, escuchando atentamente la respuesta y su reacción. Creando una presencia, credibilidad y confianza con el cliente muy diferente al grupo 1.

Atención personal

Todos conocemos ejemplos de cómo la presión de horas facturables, conexión 24/7, la necesidad imperiosa e imperativa de crear negocio y mantener un buen nivel de vida, puede ser para muchos abogados como el síndrome de la rana hervida.

Redirigir su atención hacia sus prioridades y necesidades más básicas, aumentar su autoconsciencia respecto a quiénes son y quiénes quieren ser (no solo para sus clientes sino para ellos mismos y sus familias), podría ayudarles a mejorar como personas y profesionales.

Cómo ejercitar nuestra atención

La práctica de la “atención plena” está siendo ya adoptada por algunas firmas y facultades de derecho más innovadoras.

Este entrenamiento puede realizarse de manera formal con un instructor, como por ejemplo, el programa desarrollado por Google Search Inside Yourself.

O también, de manera más cotidiana, escogiendo momentos específicos del día a día y decidiendo de manera consciente prestar atención a una cosa de cada vez, en el momento presente –cuando tú lo decidas o necesites-. Y sin juzgarte a ti mismo, por si lo estás haciendo mal o bien. Si lo estás intentando, es ya de por si bueno.

Algunos ejemplos concretos:

  • Mientras esperas por alguien que llega tarde, en el camino al trabajo o en cualquier momento y lugar puedes, conscientemente, decidir poner toda tu atención en tu respiración. Respiramos mas de 45.000 veces cada día de manera inconsciente. Hacerlo de manera consciente tiene múltiples beneficios. Prueba ahora mismo a tomar tres respiraciones lentas, conscientes. Fijándote en el ritmo en la temperatura del aire, en como entra por la nariz y baja por la garganta, en diferentes cualidades de nuestra respiración. Sin cambiarla ni juzgarla. Simplemente observándola con toda atención. Cuando notemos que nuestra mente –nuestro monkey mindse dispersa, con suavidad hacemos el ejercicio de volver a prestar atención a nuestra respiración. Tantas veces como sea necesario. Ese “volver a prestar atención a la respiración”, es lo que realmente ejercitará nuestra consciencia.
  • La próxima vez que salgas a cenar o que te tomes un buen vino en casa, en vez de hacerlo automáticamente, prueba a utiliza todos tus sentidos para disfrutarlo, fijándote por ejemplo en su color, en su olor, sabor o textura.
  • El regalo más preciado que podemos darle a alguien es nuestra atención. Bien sea un cliente o nuestra pareja. Aquí te proponemos que escojas una persona y momento del día, cada día, para desarrollar tu atención y ponerla en práctica. Deja el resto de tu agenda a un lado por unos minutos y céntrate solamente en esta persona. En lo que dice, cómo lo dice, su expresión, sus sentimientos. Incluso fíjate en los silencios, sin necesidad de rellenarlos. Explora con alguien de confianza primero. Te sorprenderá ver las observaciones que haces y el impacto tan increíble que dicha atención tiene en la otra persona.
  • Al comienzo de este blog describimos la importancia de prestar atención al espacio, al contexto, a la sala donde estamos. También puedes ejercitar tu atención observando las vistas desde tu ventana de la oficina o de casa. El color, el movimiento, la luz reflejada… este tipo de ejercicio visual y mental mejorará tu concentración, así como tu vista, al cambiar de foco durante unos segundos.

Las opciones son ilimitadas y no siempre requieren de tiempo. La práctica usando tus tareas diarias podría ayudarte a adquirir un nuevo habito saludable, amable con tus relaciones personales, resiliente y muy productivo.

Para los más escépticos o interesados en aprender más, aquí tenéis algunos recursos adicionales y recomendación de implementación por organizaciones como el ABA:

LUNA RODRÍGUEZ
LinkedIn: https://www.linkedin.com/in/lunarz/

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