Blog de Comunicación y Marketing Jurídicos
23 marzo 2022
Efectos colaterales del buen consejo. No alcanzar el éxito no es sinónimo de haber fracasado
Por Rafael Guerra
Continuamente se ofrecen, ofrecemos – me incluyo, por la parte que me toca – a los abogados, abundantes consejos sobre cómo deben potenciar sus habilidades para obtener los mejores resultados profesionales y, así, alcanzar el éxito. Cómo deben proceder para ganar los casos, cómo deben anunciarse, cómo deben buscar y retener a los clientes, cómo …, cómo …, cómo …
Vengo leyendo o escuchando “cómos” de este tipo, desde que comencé a ejercer la abogacía, hace ya bastantes años. En mi noviciado profesional, convencido de su eficacia, intenté seguirlos todos con decisión y constancia, es decir, con fe y esperanza.
Pero el suceso anhelado tardaba en llegar, y comencé a inquietarme. La ansiedad me atenazaba. ¿Cómo podía ser que consejos tan sabios, ofrecidos por tan meritorios profesionales, no surtiesen efecto en un su practicante tan devoto como yo me creía? El fracaso sólo podía achacarse a mi inutilidad, a mi ineptitud. Creía que era mi culpa no alcanzar el éxito. Y me deprimí.
Entre todos los “cómos” que he escuchado –quiero decir oído con voluntad – o leído, no he encontrado ninguno que prevea su eventual ineficacia.
Esa carencia transmite la idea subliminal de que si, con su ejercicio – el de los “cómos”, se entiende –, no se alcanza el objetivo anunciado, es por culpa del donatario del consejo. No has seguido con precisión las instrucciones, no has puesto el entusiasmo adecuado, no has perseverado lo suficiente. Por lo tanto, el fracaso es culpa tuya. Y ante el fracaso, ¿qué otra cosa puede hacer el aconsejado sino deprimirse?
Los “cómos”, igual que los medicamentos, deberían llevar su correspondiente prospecto, que explicase los posibles efectos secundarios, las contraindicaciones y las medidas a tomar en caso de sobredosis.
No sé de qué manera, pero, en mis años de neófito receptor de “cómos”, logré sobreponerme a la frustración inducida por el poco efecto que en mí producían.
Pensé primero que, igual que yo, otros muchos abogados – todos, en realidad – estaban practicando tan buenos consejos y, sin embargo, eran muy pocos, por lo que veía, los que obtenían el resultado pronosticado. No podía ser que tantos fuésemos tan inútiles.
Luego, pensé que si el éxito consiste en dirigir un despacho con una cartera de clientes formada por varias entidades financieras, algunas constructoras, tres o cuatro grandes industrias, un buen número de figuras públicas: jugadores de fútbol, artistas señalados, profesionales liberales de éxito, y, para completar el cupo, varios miles de ciudadanos no especialmente significados, ¿para cuántos de esos éxitos da el mercado? Eché cuentas y concluí que, por pura estadística, de ésos clientes no hay para todos, y que, por pura lógica, les llegan a muy pocos.
Lo más común, lo normal es que, en la abogacía como en otras muchas profesiones, se salga adelante agónicamente, es decir, literalmente, luchando. Según el Informe publicado en febrero de 2021 por el Consejo General de la Abogacía Española sobre la Situación de la abogacía vista por los abogados, lo más característico de nuestra profesión es la “dificultad”. Concepto que dicho informe nombra quince veces. Por ejemplo, el 79 % de los encuestados consideraban en 2020 – cuadro 19 – que muchos abogados pasan serias dificultades económicas porque es más difícil que antes vivir del ejercicio profesional.
La realidad es que los buenos consejos, los “cómos” recetados – los míos también, por supuesto – no siempre hacen efecto. ¿Debemos, pues, eliminarlos, dejar de proponerlos? Ni mucho menos.
Desde que fui consciente del verdadero alcance – limitado, en general – de los “cómos”, he seguido escuchándolos y leyéndolos, aunque resulte paradójico, con mucho más entusiasmo. Incluso los divulgo con ese mismo espíritu.
Atiendo y predico consejos sobre cómo ser un abogado de éxito, no porque espere con fe ciega que su aplicación surta efecto – que en ocasiones también lo hace, y yo así lo deseo–, sino porque los considero literatura. Y en algún caso, de la buena. Hay aconsejadores – no creo encontrarme entre ellos – que escriben muy bien y tienen ideas brillantes.
He llegado a pensar que quienes elaboran tan estupendos cómos, buscan con ellos más deleitar que ofrecer herramientas de mejora. Y si no más, al menos tanto. Desde luego, yo, en mi torpeza, así lo procuro.
Espero y deseo que lo que propongo con mis entradas en este estupendo Blog Jurídico de Comunicación y Marketing de la Abogacía Española, sirva a quienes las leen, para mejorar sus habilidades comunicativas y, por extensión, profesionales. Hago promesa formal de que creo firmemente en su eficacia. Pero, si no les da resultado, que, al menos, les entretenga, les divierta y, eventualmente, como en este caso – deseo y espero que así ocurra – les anime.
No alcanzar el éxito, no es sinónimo de haber fracasado. Lo es tenerse por tal.