Blog de Comunicación y Marketing Jurídicos
28 septiembre 2017
Gestiona tus emociones (II)
Continuamos en este artículo con la exposición de técnicas para gestionar emociones, iniciada en el artículo del pasado mes de junio: Gestiona tus emociones (I).
- Asumir la responsabilidad en la gestión de nuestras emociones.
Evita atribuir la responsabilidad de tu malestar (rabia, ansiedad, tristeza, etc.) a la situación o a la persona que lo ha provocado y concéntrate en actuar sobre la interpretación y evaluación de esa situación, que es lo que depende en exclusiva de ti mismo/a. Estás esperando a tu procurador que se retrasa, estas nervioso y agobiado. De ti depende decidir cómo vas a reaccionar a esa situación: porque te agobies no va venir antes y que le eches una bronca cuando llegue no va a hacerte recuperar el tiempo y sí puede perjudicar tu imagen frente a él y tu cliente.
- Evitar el “pensamiento rumiante”.
Este tipo de pensamiento consiste en dar vueltas, vueltas y más vueltas al hecho que acaba de pasar. Por ejemplo: Acabas de llamar a un cliente para recordarle que tiene pendiente el pago de tus honorarios desde hace 6 meses. El cliente, además de decirte que no te va a pagar, ha acabado diciéndote que no está especialmente contento contigo como abogado/a. Una vez que has colgado, has pasado toda la tarde pensando en este tema, dándole vueltas y más vueltas y calentándote más y más cada vez que lo piensas. Aquí lo importante es analizar: ¿Qué me aporta el pensamiento rumiante?, ¿Soluciona mi problema? ¿Mejora mi estado de ánimo? Evidentemente no, además que te lleva a una escalada de malestar. Ten en cuenta que cada vez que tienes pensamientos negativos tu cerebro genera cortisol, sustancia que provoca entre otros efectos: apatía, estrés, insomnio, bajada de defensas, etc. ¿Merece la pena?
- Aferrarte a lo que no puede ser.
Es muy importante que te fijes objetivos para conseguir lo que es importante para ti, pero si no lo consigues analiza cuál es la causa y si esta no es atribuible a ti, acepta la realidad. Por ejemplo: Te has puesto como objetivo conseguir x clientes al año. Acabado el año, solo has conseguido un 60% de esos clientes y cuando analizas las acciones que has hecho, te das cuenta de que has hecho todo lo que estaba a tu alcance. Así que, en vez de focalizarte en lo que no has conseguido, pensar que tienes mala suerte y darle vueltas al hecho, focaliza tu mente en qué nuevas acciones puedes hacer o en qué nueva estrategia puedes utilizar para captar clientes.
- Dejar de desear que las cosas sean como tú quieres que sean y no como son en realidad.
Desear que los juicios salgan cuando tú quieres; que te toquen los casos que te gustan, aquellos en los que puedes dar tu máximo potencial y brillar con luz propia, y no los que te tocan; que los clientes llamen cuando tú quieres y no en ese tiempo que tú te has reservado y estás concentrado en preparar un juicio y lo que menos necesitas y te altera es que te interrumpan con llamadas… Solo puedes controlar lo que única y exclusivamente depende de ti y querer controlarlo todo es una gran fuente de malestar.
- Querer que los demás sean como tú quieras que sean.
Que tu socio sea igual de ordenado que tú y que no tenga su mesa cual leonera, o que se reúna contigo en el momento en que se lo pides, querer que los clientes sean como tú quieres que sean (amables, buenos pagadores, sinceros y que no oculten información…). Respecto a las personas, te tocan las que eliges (un socio, a veces el compañero de despacho), o las que te tocan “sí o sí” (algunos clientes, un juez, el abogado de la otra parte). Ante esto, lo que sí te toca es gestionar las relaciones con todos/as de la manera más asertiva posible, para conseguir tus objetivos cuando puedas y, si no puedes, aceptar personas y circunstancias llegando a compromisos.
- Ahorrar energía emocional.
Antes de saltar ante un hecho que te produce una emoción negativa, pregúntate: ¿realmente esa persona o esa situación merece que yo me ponga así? O si ya se me ha disparado la emoción, hazte la misma pregunta para permanecer el mínimo tiempo posible anclado en esa emoción negativa.
- Desarrollar acciones alternativas.
Cuando te encuentres ante una emoción intensa, para evitar explotar, puedes utilizar alguna de estas técnicas: contar hasta 10, practicar el mindfulness, hacer 5 respiraciones profundas utilizando la técnica 4-7-8 (4 tiempos para inspirar, 7 tiempos para mantener la respiración y 8 tiempos para exhalar), explicárselo a alguien de confianza, distraerte poniendo la atención en otra cosa –dar un paseo, ordenar el despacho, escribir lo que estás sintiendo, etc.-.
- Prevenir las emociones.
Analiza qué personas y situaciones desencadenan tus emociones negativas (se consciente de lo que sientes, con quién, cuándo y por qué lo sientes) y prepárate para afrontarlas.
A partir de ahora, dispones de un catálogo de acciones que te va a permitir disminuir tus respuestas emocionales negativas. Gestionar las emociones, no es un camino fácil, es un proceso que implica:
1º Conocerte: Tomar conciencia de cuál tu respuesta emocional ante situaciones y personas.
2º Evaluar cuáles son las consecuencias de “esas respuestas”: Ser conscientes de que una mala gestión de emociones pueden perjudicar tanto a tu imagen profesional (pérdida de credibilidad, dificultad para trabajar con otros…) como a tu bienestar emocional (estrés, angustia, miedo, rabia, insomnio, irritabilidad…).
3º Hacer un plan de acción: Comprométete contigo mismo para poner en marcha acciones orientadas a gestionar tus emociones en tu día a día.
“No somos responsables de las emociones que sentimos, pero sí somos responsables de cómo las gestionamos y de las consecuencias que originan nuestras acciones”.
Maria Antonia Carmona Carles
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