Blog de Comunicación y Marketing Jurídicos
13 junio 2017
Identidad digital: la red no olvida, valora la huella que dejas
Por Susana González
Ya hace años de aquella charla en la Universidad de Barcelona sobre marketing 2.0 para abogados, en la que todos coincidíamos en la importancia de trabajar nuestra presencia online de forma eficaz, como quien trabaja y actualiza a menudo su escaparate para visualizar las mejores prendas de su comercio.
Durante estos años he visto crecer la presencia online de la abogacía a través de las diversas redes sociales y webs corporativas de todo tipo, así como también se ha intensificado la oferta de eventos para abogados de todas las especialidades.
Ya entonces hablaba de mi máxima de identidad digital: “lo que dices te define”, considerando siempre que, detrás de cada perfil en una red social, detrás de cada web, hay personas. Personas con sus mejores y peores días, personas con su particular sentido del humor, con sus gustos personales. Personas que gestionan su presencia digital acorde con su concreta y particular estrategia sobre cómo han decidido diseñar su identidad digital.
¿Y si no es decisión sino improvisación?
Al ritmo que avanza la innovación tecnológica y la viralidad de los contenidos en la red, lo que me resulta extraño es que no se haya consolidado todavía una verdadera cultura del trabajo constante de la identidad digital, asumiendo el riesgo de la opinión diversa a la nuestra cuando posteamos en una red social o web. Creo firmemente que ese “lo que dices, te define” viene a suponer una evaluación responsable de riesgos, en el sentido de valorar previamente el alcance de una opinión más o menos acertada, o más o menos generalizada, más o menos profesional, o más o menos personal para asumir que habrá quien no opine lo mismo a pesar de lo cual sigamos estando infinitamente convencidos de que nuestra opinión es coherente con lo que realmente pensamos y vamos a poder sostener.
Todo lo que publiquemos afecta a nuestra propia identidad digital y debemos, por tanto, asumir como consecuencia que nos va a afectar a nosotros mismos, desde un exitoso post bien trabajado, a una falta de ortografía en un tweet, o a la foto en una velada nocturna que si lo hubiéramos pensado dos veces quizás no la hubiéramos compartido.
El mero hecho de trabajar nuestra presencia digital nos convierte en nuestro propio escaparate. Debemos asumir aquello de “unos te querrán por lo que eres y otros te odiarán por la misma razón”. De nosotros depende construir una identidad digital que sea consecuente con nuestra identidad real y de nosotros depende, también, alimentar o no el troleo, la crítica fácil o consistente y entrar o no al trapo en redes sociales aportando visibilidad a comentarios con intención puramente dañina.
Don´t feed the troll
Los trolls son personas inconformes que buscan llamar la atención con argumentos inconsistentes (a diferencia del cliente insatisfecho o la simple y respetable opinión contraria). Es vital saber identificarlos y, en mi modesta opinión, obviarles o, al menos, no enfrentarnos abiertamente a discutir (les damos la visibilidad que buscan).
Parecerá cobarde, pero a mí me ha resultado una experiencia más positiva intentar preguntar qué diablos le pasa por mensaje privado (nótese la diferencia entre preguntarle a un troll “¿qué diablos te pasa?” vs “¿qué tipo de retraso tienes?”. Por más que apetezca, no conviene) y, en más de una ocasión he conseguido aprender mucho de quien a priori confesó estarme troleando.
En otras ocasiones no he recibido respuesta a ese “¿qué diablos te pasa?” y, en ese caso, lo mejor es no contestar públicamente y minimizar su ruido, a la espera de que se aburra y vaya a la caza de cualquier otro objetivo, o bien reportar o denunciar si resulta manifiestamente ofensivo.
No todo lo que nos parece mal es negativo
También es cierto que no todo comentario negativo en redes sociales es potencial causa de una crisis de reputación, ni todos los comentarios negativos son vertidos por trolls. En ocasiones tocará ser consecuentes con nuestros errores o faltas de acierto, por ejemplo:
- Hay clientes insatisfechos o inconformes que pueden utilizar las redes para hacerse escuchar. Bastará con analizar lo sucedido y prestarle la debida atención hasta el punto incluso de expresar que lamentamos la situación creada. Lo importante es realizar una escucha activa y buscar una solución porque, de lo contrario, sí es cierto que la red apoya al que protesta y la situación puede llegar a ser crítica.
- Malas interpretaciones de lo que escribimos. Ya sabemos que al escribir no comunicamos con nuestra mirada, ni con nuestra amable sonrisa, ni afecta el tono de voz que utilizamos. Los mensajes escritos son más propensos a una mala interpretación. La recomendación siempre es, antes de alterarnos y enfadarnos, buscar la causa, procurar entender cómo ha podido interpretarse y responder con humildad y asertividad.
- Debemos interiorizar que siempre va a haber profesionales más expertos que nosotros que nos corrijan o nos aporten una experiencia de la que carecemos ante una opinión concreta. Si ese es el caso, tomémoslo como una opción de aprendizaje, bastará con agradecerlo e incluso corregir. Todo lo que cualquier persona hace de frente no suele sentar mal.
- A la gente no le gusta que nadie vaya por la vida dando lecciones a los demás de cómo tienen que hacer las cosas. Esto nos pasa a la mayoría de los adultos. Preferimos la objetividad y sacar nuestras propias conclusiones a comentarios u opiniones que califiquen o sectoricen a las personas. Este puede ser un caso claramente negativo que tiendo a pensar en que algo de positivo tendrá para su autor si su estrategia es llamar la atención o convertirse en algún tipo de tendencia.
Tu identidad: carne de cañón para ladrones de identidad
Una de las técnicas de robo de identidad más comunes es la ingeniería social, basada en la observación y obtención de información de perfiles en redes sociales a través de la interacción social, la manipulación y el engaño (aunque a veces ni siquiera nos damos cuenta de ello).
Es por ello que debemos ser especialmente cautelosos con la cantidad de información personal que hacemos pública en nuestros perfiles en redes sociales. Siempre será, seguramente, excesiva nuestra exposición.
Dejamos rastros constantemente en nuestras interacciones en la red. Rastros de por dónde nos movemos, a qué eventos vamos (y por tanto qué ciudades visitamos), con quién nos relacionamos, cuáles son nuestros gustos, qué aficiones tenemos, qué tipo de música nos gusta, si somos deportistas o sedentarios, si somos lectores habituales y de qué tipo de lectura, si somos apasionados de la música o del mindfulness… Con una simple observación de nuestras publicaciones e interacciones en redes sociales se puede trazar una imagen perfecta y fidedigna de cómo somos realmente. Incluso cuál es nuestro estado de ánimo, si hemos discutido con alguien o tenemos un mal día. ¡Se ve todo! De hecho, os aseguro que hay infinidad de perfiles cotillas en las redes sociales que nos leen a diario. Precisamente son los perfiles que no interactúan, no comentan, no retuitean, no comparten, pero leen y observan.
Y cuántos más datos demos, más “perfecta” será esa imagen que estamos dibujando de nuestra identidad digital, más argumentos tendrán para utilizar ingeniería social con nosotros y más información tendrá cualquiera que nos quiera extorsionar a través de una suplantación de identidad con el fin de hacer uso de información confidencial o manipular nuestras publicaciones.
No deberíamos, por lo tanto, considerar nuestra presencia en las redes, nuestra identidad digital, como algo secundario o sin importancia. La tiene y mucha. El mundo hoy en día es digital y cada vez lo será más. Nuestra identidad digital pesa tanto ya que, en cualquier proceso de selección de personal, por poner un ejemplo que está sucediendo actualmente, pesa más esa identidad digital que la real, descartándose a los candidatos que tengan una identidad digital que no encaje con la filosofía del puesto antes incluso de ver su currículum.
Especial cuidado con lo que publiquemos de terceros
¿A cuántos eventos acudimos en los que ni si quiera se nos plantea nuestro consentimiento para la cesión de nuestra imagen en fotografías entre los asistentes, o para grabar y compartir nuestra ponencia en Youtube? Por no hablar de la falta absoluta de cumplimiento legal de las webs de registro a eventos (por lo general) en materia de servicios de la sociedad de la información y protección de datos.
¿Cuántas veces vemos en redes sociales fotos de abogados que hacen captura de pantalla de conversaciones con clientes o con datos personales de terceros? ¿Cuántas fotos vemos en las redes de abogados en las que aparecen otras personas identificables a las que no se les pide consentimiento previo para compartir su imagen en Internet? Y lo curioso es que si sigues el hilo compruebas que muchas veces son compartidas en tono de burla y siempre hay a quien le hace gracia.
Como abogados deberíamos siempre “publicar con el ejemplo” y asumir que debemos ser los últimos en incurrir, por un exceso de exposición de nuestra privacidad y la de terceros, en posibles ilícitos contra los derechos al honor, intimidad y propia imagen, y/o falta del deber de secreto, y/o revelación de secretos de empresa; y/ o cesión no autorizada de datos de carácter personal. Básicamente si nosotros propiciamos cumplimiento, es más fácil vender cumplimiento y defensa de derechos que si somos los primeros en saltarnos a la torera las previsiones legales.
No olvidemos que tenemos la misma responsabilidad cuando hablamos en una red social que en la vida real. La gran diferencia es que en una red social potencialmente puede leernos cualquiera. En la red emitimos nuestras opiniones al gran público indefinido e incontrolable que deriva de la capacidad de compartir contenidos y comentarios, perdiéndoles el rastro y pudiendo quedar registradas para siempre, incluso durante más tiempo de lo que dure nuestra, a veces, cambiante opinión o circunstancia.
Susana González
Abogado especialista en derecho tecnológico, ciberseguridad y marketing digital
CEO & CISO de Hiberus LegalTech Consultoría Legal Tecnológica de Hiberus Tecnologías de la Información, SL.
WEB: Susana González Ruisánchez
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