22 octubre 2015

La elección del compañero de despacho: nada de flechazos

Rosa Manrubia Por Rosa Manrubia 
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En toda carrera profesional del abogado joven se van sucediendo una serie de fases que a veces no son fáciles de abordar por el letrado. La elección de nuestros compañeros de fatigas en el despacho es una de ellas.

Según las estadísticas publicadas por el Consejo General de la Abogacía Española, el 89% de los abogados en España ejercen por cuenta propia en despachos de carácter unipersonal o colectivos y de 1, 2 ó 3 miembros a lo sumo.

No es raro comprobar, tanto en las grandes capitales como en “provincias”, la existencia de esos pequeños despachos formados por dos o tres compañeros. Estos pequeños despachos, hoy denominados boutiques legales, en la mejor de las suertes además disponen de personal administrativo y algún pasante en periodo de prácticas. Pero la realidad en los despachos que arrancan con abogados jóvenes (y a veces no tan jóvenes) es la de dos abogados que, por distintas razones, deciden emprender ese camino profesional juntos.

Cuando comencé a ejercer me decían que la elección de compañero o socio de despacho era más compleja que el contraer matrimonio. Esta afirmación, que a priori me causaba una ligera sonrisa, a la vuelta de los años se ha convertido en una realidad.

Es muy habitual que las Escuelas de Práctica Jurídica o los másteres en Práctica Jurídica sean germen del flechazo profesional entre compañeros que se inician en la profesión. Como no puede ser de otra forma, la convivencia diaria en un ámbito de carácter académico forja lazos personales que suelen desembocar en alianzas profesionales férreas en el tiempo. Asimismo, no es extraño que de las pasantías o las prácticas en los despachos también surjan proyectos de despacho profesional entre el tutor y el pasante.

El éxito o el fracaso de una relación profesional en estos despachos pequeños depende de diversos factores.

En primer lugar, a la hora de planificar esa relación profesional se debe partir de un punto de partida realista, en el que debemos ser conscientes de las capacidades y atributos personales y profesionales del compañero elegido. Lanzarse de manera irreflexiva a montar un despacho con una persona de la que no tengamos referencias supondrá un riesgo que podemos evitar si decidimos embarcarnos con un compañero que ya conozcamos. Además, tendrá más recorrido un despacho en el que sus miembros sean complementarios en lo personal y profesional que un despacho en el que todos sus miembros tengan un carácter similar o tengan que lidiar con personalidades complejas que enturbien el día a día. Es inevitable en todas estas relaciones el choque de egos, la superioridad intelectual o relacional entre sus miembros, la diferencia en las cargas familiares, etc. Todas esas diferencias deben siempre enriquecer la relación profesional. Siempre es mejor un despacho en el que uno de sus miembros sea más introvertido y “ratón de biblioteca” y que el otro miembro sea más extrovertido y relacional para preservar ese equilibrio entre capacitación de clientes y trabajo de campo y estudio. Los mismos valores personales y profesionales de los componentes del despacho son un matiz imprescindible, ya que estos guiarán los principios del negocio.

Asimismo, es fundamental que la formación de los socios sea similar, estando cada uno de ellos especializado en distintos campos para poder abarcar distintas áreas del Derecho. Cada vez es más habitual que los miembros del despacho hayan cursado postgrados de diversa índole, y se hayan ido especializando formativa y profesionalmente en distintas disciplinas. El que los miembros del despacho inviertan de forma aparejada tiempo y recursos en reciclarse profesionalmente y en crecer académicamente conlleva como resultado un enriquecimiento en común que revertirá en la calidad de los servicios que se presten.

No quiero olvidar la importancia de la buena relación personal fuera del despacho entre los compañeros del mismo. Este factor es fundamental para superar los baches que nos encontramos en el ejercicio, y nos debe resultar un apoyo fundamental en cualquier momento y situación. Nuestros socio será no solo un compañero de trabajo, sino en muchos casos el pilar donde sustentemos el futuro del despacho en base a la confianza, la credibilidad, y el buen hacer. En el mejor de los casos, pasaremos más horas con nuestros socios que con nuestras familias, y es por ello, que no debemos descuidar esos momentos para disfrutar de ratos de ocio con nuestros socios y afianzar esa relación casi familiar.

Decía más arriba que la elección de compañero es casi como el contraer matrimonio. Y como en la vida personal, la relación profesional puede sufrir diversas crisis o incluso romperse. En ese caso, la experiencia y el enriquecimiento personal y profesional que nos hayan dado esos años de convivencia deberemos aplicarlos a las futuras alianzas y relaciones profesionales que establezcamos con los posibles nuevos compañeros de despacho o socios con los que volver a empezar.

Rosa Manrubia

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