21 diciembre 2023

La paciencia, un pilar en la comunicación del abogado

Oscar LeónPor Óscar León
TWITTER @oscarleon_abog

“Ten paciencia, el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración”. Couture.

Durante el proceso de comunicación del abogado, bien sea ante el cliente, el abogado adverso o ante un juez o tribunal, los abogados hemos de conducirnos al amparo de diversas habilidades, competencias y virtudes que optimizarán dicho proceso; entre las mismas, sin ningún género de dudas, se encuentra la paciencia, pilar fundamental de una buena comunicación.

Según el diccionario ideológico de la lengua española Julio Casares, el término paciencia tiene cinco acepciones, siendo las dos primeras las que nos interesan a efectos de esta colaboración:

  • Virtud que consiste en soportar con entereza los infortunios y trabajos, y
  • Espera y sosiego.

Ambas acepciones, a mi juicio, deben concurrir en todo abogado y son indispensables para una mejor y más eficaz comunicación.

Entre las características de la paciencia destacaremos las siguientes:

  • Dispone de una doble vertiente: el soportar con entereza situaciones difíciles y complicadas que entrañan grandes dificultades y la capacidad de actuar de forma perseverante y sin alterarnos por las contrariedades que podemos encontrarnos por el camino.
  • Implica tanto fortaleza para enfrentarnos a los problemas con calma, como perseverancia para esperar y conseguir nuestros objetivos a pesar de dichas situaciones.
  • No puede confundirse con la pasividad, puesto que la paciencia supone una plena implicación de la persona en la aceptación de la situación y en la búsqueda de soluciones alejadas de extremos innecesarios, mientras que la pasividad, por el contrario, supone la rendición del sujeto y el sufrimiento asegurado.
  • Se encuentra íntimamente vinculada a virtudes como la perseverancia, constancia, calma, serenidad, prudencia y tolerancia a la frustración.

Qué duda cabe que el abogado debe estar revestido de esta virtud, ya que si analizamos el trabajo que desarrollamos concluiremos que existen innumerables situaciones vinculadas al proceso de comunicación en las que necesitamos del auxilio de la paciencia, y así, el abogado paciente no suele perder la calma ni alterarse ante escenarios que supongan situaciones conflictivas o ante las desgracias, aflicciones o infortunios de nuestros interlocutores; igualmente, quien es paciente, tiene la perseverancia para llevar a cabo una misión con constancia y serenidad, sin que dichas situaciones puedan impedirle alcanzar el objetivo.

Por otro lado, el abogado paciente dispone de una comprensión más realista de la vida, reconociendo que esta tiene sus contradicciones, sus crisis y sus múltiples facetas entre las que se encuentran los acontecimientos favorables y desagradables; buenos y malos; catastróficos y benditos. Igualmente, acepta que las cosas nunca estarán completamente bajo nuestro control y que todo es transitorio y, por tanto, cambiante. En definitiva, que la vida sigue su curso aunque nos resulte muy desfavorable.

Por el contrario, el abogado impaciente tendrá poca tolerancia a la frustración, se alterará fácilmente ante las dificultades, estará permanentemente inquieto y ansioso, y a las primeras de cambio se alejará del problema, se rendirá y, en el peor de los casos, empleará la más que peligrosa agresividad.

Para ilustrar esta idea, en el proceso de comunicación podemos distinguir algunos bloques de la actividad del abogado en los que la paciencia es vital:

1º.- Paciencia para atender al cliente y escucharlo dedicándole el tiempo necesario para el mejor conocimiento del mismo y la comprensión de su problema: no hemos de olvidar que el abogado viene obligado a conocer con la máxima objetividad todos los hechos que conforman el asunto encomendado, tanto los que favorezcan como los que perjudiquen a su defensa y en el examen de tales hechos, deberá mantener una posición de absoluta ecuanimidad e imparcialidad y transmitir al cliente la realidad de su opinión conforme a su leal saber y entender. Para ello, es fundamental un comportamiento paciente, tanto en la escucha como en nuestra expresión oral.

2º.- Paciencia para los procesos de negociación e intermediación: todos sabemos que entre nuestras actividades esenciales se encuentra la búsqueda de la solución del conflicto generalmente vinculado al encargo; pues bien, sin ese saber esperar y sosegarse ante el adversario, difícilmente podremos alcanzar nuestros objetivos. A modo de ejemplo, imaginemos una resolución desfavorable inesperada, una negociación fallida, un cambio de criterio de última hora de quien interviene en un negocio y que echa por tierra meses de trabajo. ¿De qué otra manera podemos reaccionar ante estas situaciones si no actuamos con paciencia?

3º.- Paciencia para soportar conductas, comportamientos y actitudes desagradables en el contexto forense: La injusta llamada de atención o las malas formas de un juez o de un compañero, la desgana de un funcionario, la incomprensión del cliente desconfiado, etc. Ante estas situaciones, solo la templanza y el justo equilibrio en el actuar nos permitirán evitar aquellas que supongan una falta de control, así como disponer de la serenidad para actuar contundentemente en defensa de nuestros derechos.

Lógicamente, habrá abogados más pacientes que otros, pero si queremos mejorar esta virtud, la mejor única forma de desarrollarla es ejercitándola, y para ello hay que observarse continuamente mientras nos comuniquemos en contextos complejos. Por otro lado, será muy importante cultivar la previsión (que nuestro ánimo se anticipe mentalmente a todo acontecimiento antes de experimentarlo) y el ocuparse de las cosas, o lo que es lo mismo, desarrollar conductas de evitación de aquello que nos produzca o infunda temor, preocupación o que de una u otra forma pueda perjudicarnos.

En conclusión, es vital observarse en los procesos de comunicación, especialmente en los escenarios conflictivos, y ser conscientes de la importancia de ser pacientes, que no pasivos, para saber gestionarlos adecuadamente.

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