08 mayo 2023

Leer el informe de conclusiones no es la causa

 Rafael Guerra Por Rafael Guerra

¿Que, de qué? Pues, de ser poco convincente.

¿Y a qué viene esto ahora?, te preguntarás, lector amigo. Pues viene a que, en el Protocolo de buenas prácticas procesales firmado el 7 de diciembre de 2022 por la Comisión Permanente del Consejo de la Abogacía de Castilla y León y el Tribunal Superior de Justicia también de Castilla y León, se dice lo siguiente – apartado f) del capítulo III – :

“Las actuaciones orales no se realizarán mediante la simple lectura de escritos previamente elaborados.”

A pesar de las apariencias, no se trata de un mandato. El susodicho protocolo es sólo una colección de recomendaciones. En general, muy buenas. Y ésta es una de ellas, aunque no tanto.

A lo que vamos. No he asistido en mi vida profesional a ningún juicio en el que algún abogado se haya limitado a simplemente leer escritos previamente elaborados.

Sí he conocido alguno que ha leído el informe final de conclusiones; previamente elaborado, como es natural. Sin ir más lejos, yo mismo. En realidad, es el único al que se lo he visto hacer.

¿Por qué, entonces, esa sugerencia, si el fenómeno es tan raro? No lo sé. Supongo que sus autores son víctimas del tópico – sin soporte retórico, en mi opinión – que desaconseja leer los informes habituales en las vistas.

¿Atribuyen, tal vez, a ese gesto alguna correlación con el fracaso procesal? Desconozco que la haya. En lo que a mí respecta, he perdido juicios en los que leí el informe, y he ganado otros en los que también lo leí.

En nuestro sistema judicial prevalente – el de jueces profesionales –, decir el informe final leyéndolo o sin leerlo no afecta para nada a su potencia persuasiva. Lo que convence, si procede, es lo que se dice en él. No, cómo se dice.

Leer un informe a trompicones, o mal vocalizado, o a toda velocidad, o con voz desmayada, va a causar muy mala impresión. Sin duda. Pero, aun en ese caso, si medio se entiende y el juez es como Dios manda, seguro que surte efecto. Y no necesariamente peor que si el abogado lo lee como un académico de la lengua o lo recita de memoria como el mejor actor de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. ¡Que se trata de jueces profesionales!

¿Y entonces, por qué se da tanta importancia a no leer los informes de conclusiones? De nuevo declaro mi perplejidad. Supongo que lo de no leer resultar útil en según qué ocasiones.

Piénsese en un mitin político programado para enfervorizar a los del partido. Decir con pasión y arrebato los discursos, o sea, prácticamente gritarlos, con mucha gesticulación de manos y variada modulación de voz, es decir, teatralizarlos, va mejor que leerlos.

Trasladado al ámbito forense, si el juez es lego – un jurado –, el informe no leído, en principio, hará más impresión que si se lee.

Pero que nadie se engañe. Uno lleno de muy buenas ideas, muy bien redactado y muy bien leído, puede mover la voluntad de cualquier miembro de cualquier jurado, igual, o mejor, que si se recita a pelo.

Quien quiera experimentar hasta dónde llega la capacidad de fascinación de un texto leído, pruebe a leer en voz alta, con buena dicción, buen ritmo y buena entonación, un cuento de Edgar Alan Poe, a una audiencia medianamente atenta que no lo conozca. El escarabajo de oro, por decir uno.

Aún recuerdo la experiencia que viví cuando cursaba el cuarto curso de bachillerato. El de antes de la reforma educativa llamada de Villar Palasí. Sí, lo sé. Soy muy viejo. Pero, para el caso, da igual.

Uno de los profesores terminaba todas sus clases con una golosina. Nos leía, durante los últimos minutos, un fragmento de un cuento  del citado autor: El gato negro, Los crímenes de la calle Morgue, El barril de amontillado… El que tocase. Son narraciones tan potentes y las leía tan bien, que tenía a toda el aula colgada de su voz. Cuando sonaba la campana de fin de clase, cerraba el libro donde llegase y todos pateábamos con desesperación. Se nos hacía insoportable esperara a la próxima, para oír el final de la historia.

Que no, que no. Leer los informes de conclusiones no es la causa de que carezcan de fuerza persuasiva. Búsquese otra, por favor.

Rafael Guerra
retorabogado@gmail.com 

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