31 octubre 2019

Circos sin animales: una realidad que debería generalizarse

Roger Subirana, socio de la firma ARS ADVOCATS, vocal de la Comisión de Protección de Derechos de los Animales del Il·lustre Col•legi d’Advocats de Granollers, Secretario de la Junta de Gobierno de Joves Advocats de Catalunya.

El circo es uno de los espectáculos con más historia; hay documentos y pinturas que demuestran que ya existían en la cultura egipcia. En la cultura griega se introducen los tigres en los famosos espectáculos con gladiadores, pero es a partir de la edad media cuando aparecen los domadores y los animales salvajes en los espectáculos como hoy los conocemos.

Muchos de nosotros hemos ido alguna vez al circo, generalmente de pequeños, con la ilusión de poder ver elefantes, leones y otros animales salvajes lo más cerca posible, por supuesto todo ello motivado por nuestra pasión por los animales y sin ninguna mala intención, pero pocos son los que después han vuelto.

Pero ¿cuál es la realidad y el día a día de los animales que participan en este tipo de funciones que realizan los circos?

Los animales más demandados para los espectáculos circenses son los elefantes y los grandes felinos (leones y tigres especialmente) aunque también se pueden encontrar simios, caballos, osos, animales de granja, incluso animales domésticos como perros y gatos. Son varias las dudas que surgen al plantearse cuál es el estilo de vida de estos animales y la primera de ellas es… ¿De dónde proceden los animales usados en los circos?

La mayoría de los animales que se destinan al circo son animales criados en cautividad, es decir, nunca van a conocer lo que es la libertad. En la mayoría de las ocasiones los animales son criados exclusivamente para estos fines o son vendidos ya de adultos por algunos zoológicos en el mejor de los casos. En el peor, los animales proceden del tráfico ilegal de especies, habiendo sido capturados por cazadores furtivos.

En su estado salvaje, estos animales están acostumbrados a vivir en grupo, tienen importantes y complejos comportamientos sociales y protocolos de jerarquía. Vamos a poner como ejemplo a los elefantes, son animales que se agrupan en manadas y están acostumbrados a recorrer muchísimos kilómetros en busca de alimento. Además, una cría de elefante permanece junto a su madre hasta los 4 años de vida. No obstante, la vida de un elefante en el circo se aleja mucho de esa realidad: no pueden desarrollar sus comportamientos sociales ni recorrer largas (ni pequeñas) distancias en busca de su alimento, viven encadenados y únicamente se liberan para entrenar y realizar los espectáculos. Por otro lado, las crías se separan de sus madres con una edad aproximada de 18 meses para empezar lo antes posible con su entrenamiento. Se han denunciado casos donde varias crías de elefante permanecían hasta 6 meses encerradas, encadenadas y sin luz, recibiendo solo alimento, para que se fueran acostumbrando y, posteriormente, los entrenamientos fueran más fáciles.

Los animales del circo viven encerrados en jaulas o encadenados la mayor parte de su vida, sólo se les libera para realizar los entrenamientos y los espectáculos. ¿Se le ocurriría a un elefante levantar su cuerpo y apoyarse únicamente sobre su cabeza en estado salvaje?, ¿se le ocurriría a un tigre atravesar aros de fuego? ¿o a un oso tocar la trompeta? La respuesta es NO. Además, los entrenamientos para los animales de circo se realizan con refuerzos negativos. Para ello se utilizan descargas eléctricas y picas, que son objetos punzantes capaces de penetrar la piel de estos animales, golpeándoles en las zonas más sensibles como la cara, trompa, interior de orejas y articulaciones como método de provocar sumisión por miedo.

Por otro lado, la mayoría de los circos son ambulantes y están viajando continuamente. Muchos animales mueren o pueden llegar a desarrollar enfermedades durante el transporte ya que están sometidos a largos viajes y sin condiciones adecuadas para ellos, produciéndoles estrés, asfixias, etc. Como consecuencia del estrés, la falta de ejercicio, sociabilización y entretenimiento, los animales pueden desarrollar diversas enfermedades como por ejemplo miopatía de captura (derivada del manejo y el transporte, la cual les produce depresión clínica), degeneración de los músculos esqueléticos, pérdida de coordinación e incluso la muerte. A nivel cutáneo pueden aparecer abscesos (producidos por los objetos punzantes con los que se les entrena) y úlceras (al permanecer durante días encerrados en jaulas sin capacidad de movimiento). Asimismo, si el estrés es continuo pueden aparecer los comportamientos repetitivos o estereotipados: caminar en círculos, lamer los barrotes de la jaula, morder al aire, balancearse, agresividad hacia objetos o personas, coprofagia (comer sus propias heces) e incluso pueden llegar a realizarse automutilaciones.

Otro de los inconvenientes de los circos es que esos animales, por mucho entrenamiento que hagan, siguen siendo animales salvajes, lo que supone un peligro para todos aquellos que acuden al espectáculo. En cualquier momento pueden morder o atacar al público causando alguna desgracia como ya se ha visto en alguna ocasión.

Afortunadamente, cada vez son más los circos que se suman a realizar sus espectáculos sin animales. En estos espectáculos únicamente se demuestran las habilidades que tienen algunas personas y que nos entretienen, sin que ningún animal sufra, tales como equilibrismo, acrobacias, malabarismo, trucos de magia, etc. Asimismo, cada vez son más las ordenanzas municipales o legislación autonómica que directamente prohíben este tipo de espectáculos. Nos queda mucho trabajo por hacer, los ciudadanos deben presionar cada vez más a nuestros representantes para acabar con este tipo de entretenimiento. Nos queda confiar en que la información, la educación y la concienciación lleven cada vez a más gente a asumir que los animales son dueños de su propia vida, como nosotros lo somos de la nuestra.

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