Blog de Derecho de los Animales
14 mayo 2021
El maltrato animal y la violencia de género
Patricia Márquez. Abogada y miembro de la Comisión para la Defensa de los Derechos de los Animales del Colegio de Abogados de Reus
Si bien las relaciones entre el maltrato animal y la violencia sobre la mujer ha sido objeto de estudios e investigación extensa en diferentes países y se ha establecido una clara relación entre ambos, en España, no se ha procedido a su estudio con demasiado ahínco dada la escasa sensibilidad que existe respecto al bienestar de los animales.
Bajo mi punto de vista y tras la lectura de diferentes estudios sobre la materia, el vínculo entre la violencia de género y el maltrato animal, debe abordarse, desde tres perspectivas distintas, a saber:
- El maltrato animal instrumental
- La violencia contra los animales como indicador sobre la existencia de otras formas de violencia.
- El maltrato animal como delito autónomo.
Los letrados que ejercemos en el ámbito de la violencia sobre la mujer, hemos podido comprobar que con mayor frecuencia nos encontramos ante los juzgados de violencia sobre la mujer con situaciones en las que el maltrato hacia la mujer y hacia el animal concurren, e incluso con que el maltrato animal repercute en el maltrato sobre la mujer -sea físico o psicológico- y en su persistencia en el tiempo al intentar las victimas proteger a sus mascotas. Es más, son muchos los casos
en los que con anterioridad a ser agredidas físicamente por su pareja, han sido testigos presenciales de maltrato animal hacia sus mascotas, situación está que además de constituir un delito autónomo hacia el propio animal, agrava el daño psicológico de la mujer.
El maltrato animal instrumental, se produce cuando los animales son utilizados como arma arrojadiza para maltratar a la pareja, para someterla, amenazarla, coaccionarla o amedrentarla en la toma de sus decisiones.
Para comprender este tipo de maltrato es determinante entender el vínculo afectivo, emocional y de dependencia que une personas y animales.
Comprender que el animal forma parte de la familia como ser sensible y viviente, es imprescindible para entender la victimización indirecta de los animales.
El biólogo americano, Edward O. Wilson elaboró la teoría de la biofilia. En ella, apunta que los humanos sienten una afinidad inherente por todo lo vivo y lo natural. Existen numerosos estudios científicos sobre parámetros fisiológicos que en particular reflejan los beneficios del contacto entre animales y personas (niveles de oxitócina, cortisol, endorfinas, ritmo cardiaco, presión arterial etc.). El contacto con un animal tiene efectos beneficiosos en la salud mental, puede complementar o sustituir a los humanos que por diferentes razones no se encuentran en nuestras vidas de manera temporal o indefinida, favorece las relaciones interpersonales, promueve la empatía con los seres vivos e incluso, ese contacto, viene siendo utilizado con fines terapéuticos en personas con ciertas enfermedades psiquiátricas o psicológicas.
Este vínculo natural e innato de las personas con los animales, se acentúa más cuando se trata -como en el caso de las víctimas de violencia de género- de personas en situación de fragilidad e inestabilidad emocional. Se ha podido comprobar con diversos estudios, que el efecto del maltrato animal sobre las víctimas de violencia de género es demoledor, incide de manera determinante en las posibilidades que tienen las victimas de alejarse de sus agresores, dificulta su huida de la relación, fuerza a retomarla o incluso comporta el quebrantamiento de prohibiciones de aproximación con el fin de recuperar al animal o simplemente de evitarle sufrimiento.
Es más, la conciencia por parte del agresor de ese sufrimiento por el animal le sitúa en una posición de dominación aún mayor. El conocimiento del
dolor que causa a la víctima le empodera en el contexto de relaciones familiares.
Podría concluirse, que es más fácil maltratar al animal, para hacer sufrir a la pareja, que maltratarla físicamente a ella, puesto que el individuo es consciente de que el castigo es menor (menor sanción), pero el objetivo perseguido se consigue igualmente, hacer sufrir a la pareja.
En segundo término, numerosos estudios han confirmado que la violencia en animales es un indicador de otras posibles situaciones de violencia y que es un escenario relativamente frecuente en un gran número de mujeres maltratadas. Podría decirse que la agresión a los animales familiariza al individuo con la violencia y le desinhibe para llevarla a cabo en contra de su pareja.
Algunos estudios apuntan a que el origen de esta vinculación se debe además de a la fuerte vinculación de las mujeres hacia sus mascotas que las hace más sensibles a este tipo de violencia, a la cultura patriarcal, en la que se justifica la conducta abusiva en contra de pareja, hijos y animales, bajo la premisa del castigo y disciplina que el macho alfa o cabeza de familia tiene derecho a dispensar en contra de sus inferiores con el fin último de dominarlos.
Por ello, el maltrato a los animales debe analizarse socialmente y debería erigirse como una alarma para las posibles perturbaciones en las relaciones familiares, o establecerse como un indicador de una posible violencia futura, es decir, el maltrato animal puede servir para una detección precoz de situaciones de violencia de género y a la vez prevenir aquellas que puedan tener lugar en un futuro.
Por otro lado, no podemos obviar, que el comportamiento ejercido respecto al animal tiene entidad suficiente para ser considerado por sí mismo un hecho delictivo autónomo. El animal no puede entenderse como un bien, sino como un ser viviente que siente y padece, por lo que además de ser víctima indirecta del maltrato hacia la mujer , es una víctima directa del mismo.