06 marzo 2020

Los castigos sin ningún sentido y la indefensión aprendida

Albert Queral Bort. Abogado y miembro de la Comisión de Protección de los Derechos de los Animales del Col·legi d’Advocats i Advocades de Tortosa

Aunque tenemos muchas cosas en común con los animales, es evidente que también hay muchas diferencias. Esto hace que, algunas veces, nos cueste entender su comportamiento y que cometemos el error de interpretarlos como si fueran personas, unido a que la conducta de muchas personas hacia los animales, muestra sus frustraciones y comportamientos asociados a conductas delictivas y despreciables.

En la sociedad en la que vivimos, las personas se enfrentan a muchos problemas sin solución, lo que les puede crear una sensación de impotencia ante los acontecimientos externos, empezando a aceptar de manera pasiva todo lo que pase a su alrededor. A los animales, les pasa algo parecido, se llama indefensión aprendida y un ambiente de vida inadecuado puede contribuir a su desarrollo y empeoramiento.

La indefensión aprendida es la condición de un ser humano o animal que ha aprendido a comportarse pasivamente, evitando las circunstancias desagradables o mediante la obtención de recompensas positivas. El individuo se mantiene sin hacer nada, aunque dispone de oportunidades para ayudarse a sí mismo.

La teoría de indefensión aprendida se relaciona con depresión clínica y otras enfermedades mentales resultantes de la percepción de ausencia de control sobre el resultado de una situación. (Seligman, M. E. P. Helplessness: Donde Depresión, Development, and Death. San Francisco: W. H. Freeman, 1975. ISBN 0-7167- 2328-X). Se dice que han adquirido indefensión aprendida aquellos organismos que han sido ineficaces o menos sensibles para determinar las consecuencias de su comportamiento (Carlson, Neil R. Psychology the science of behaviour. Pearson Canada, 2010, p. 409. ISBN 978-0-205 -69918-6). Fuente: Wikipedia

¿Qué pautas o qué marcadores nos hacen observar estas conductas? Lamentablemente, vemos cada día casos de animales maltratados y especialmente focalizados en los perros. Hay perros que, expuestos a castigos inaceptables, incoherentes y no relacionados con su comportamiento, entran en un estado en el que parecen haber perdido el control, no sabemos cómo se sienten ni qué sentimientos muestran, pero si las comparamos con las personas, diríamos que se han resignado y que aceptan que sus problemas no tienen solución.

En lenguaje técnico, se llama indefensión aprendida, de la que anteriormente extraíamos una buena definición. Se produce cuando el animal está expuesto a una serie de estímulos desagradables sin tener ninguna posibilidad de escapar de ella o evitarlos. Después de haber comprobado que ninguno de sus comportamientos es efectivo para poner fin a la situación desagradable, el perro deja de luchar y se queda quieto, se muestra sumiso. Esta relajación es aparente y no nos debe engañar: el animal no está tranquilo, sino que ha aprendido que no puede hacer nada para cambiar la situación. Una vez el perro lo asume, es difícil que por sí solo abandone esta pasividad y aprenda a escapar de un estímulo negativo en una situación en la que es posible que se marche.

¿Qué pasa en el día a día? En muchas ocasiones, los propietarios no sólo castigan una conducta no deseada, sino que continúan castigando el animal sea cual sea su comportamiento, en algunos casos con muestras de crueldad y falta de humanidad que vislumbran algún otro problema interno, castigos que son los que precisamente, en lugar de eliminar la conducta no deseada, pueden provocar indefensión y frustración en los animales.

Si tomamos como referencia la conducta de los perros, si observamos un perro poco activo, con poca iniciativa e inhibido en su comportamiento, seguramente que nos encontraríamos en que podría haber tenido un historial de castigos repetidos, incoherentes e inhumanos, que posiblemente hayan provocado una sensación de frustración, sumisión e impotencia, que, si lo comparamos con las personas, o compararlo con un estado similar, encontraríamos los síntomas de la depresión. Y es que la indefensión que han aprendido, es uno de los riesgos asociados al uso del castigo y un aspecto clave del bienestar de las mascotas.

Hay muchos estudios del comportamiento de los animales, y en la mayoría se aplica lo que se conoce como “ley de la parsimonia”. En este sentido, si hay dos o más explicaciones de un mismo evento, siempre se debería elegir la más sencilla. Si lo extrapolamos al comportamiento de los perros, podemos llegar a pensar que el perro se esconde porque se siente culpable, le reconocemos que tienen emociones complejas (como la culpa, los celos y el orgullo) y un código moral que les permite discriminar entre el bien y el mal, pero si aplicamos las premisas de la ley de la parsimonia, la reacción del perro puede tener una explicación mucho más sencilla.

Cuando un perro se siente amenazado, puede mostrar una serie de comportamientos de miedo y sumisión. En esta situación, se puede intuir que el propietario está enfadado al descubrir la orina en el suelo por el ceño fruncido, los músculos tensos, el tono de voz grave, etc. Todos son señales de amenaza de la especie humana a los que el perro puede responder con signos de sumisión o miedo propios de la especie canina, que pueden verse agravados por comportamientos desproporcionados y sin sentido ni ningún tipo de humanidad, por partes los humanos hacia sus mascotas o animales en general.

Cuando hablamos de este nivel de sumisión, algunas veces a base de extrema crueldad, se debe puntualizar que miedo y culpa no son lo mismo. El miedo es una emoción básica, común a todas las especies, que aparece cuando se percibe un peligro, mientras que la culpa es una emoción compleja que aparece cuando el individuo realiza una transgresión de las normas. Una investigación reciente ha confirmado que la expresión del perro que los propietarios identifican como “admisión de culpa” sólo es una respuesta instintiva o aprendida al comportamiento amenazador del propietario y no tiene nada que ver con el respeto de las normas impuestas.

Si volvemos al escenario que hemos descrito al principio, veremos que muchos propietarios explican que el perro se esconde antes de que se enfaden. En este caso, el perro no responde directamente a las señales que muestran que el propietario está enfadado, sino que los anticipa. Es probable que, en el pasado, este perro haya sufrido episodios de amenazas y haya recibido castigos en situaciones similares. Así, cuando el perro reconoce la situación, ya prevé que pasará algo desagradable, se asusta y se esconde.

Hasta ahora, no se ha demostrado que los perros tengan sentimiento de culpa. Para algunos propietarios, el hecho de que detecten lo que ellos consideren culpa del perro, los legitima para la utilización del castigo, porque implica que el animal ha desobedecido voluntariamente las normas, o incluso sin que haya ninguna conducta del animal que propiciara una agresión por parte del humano, muchas veces detrás hay un animal asustado que responde a una amenaza social.

Para poder entender mejor a nuestras mascotas y ayudar también a prevenir, diagnosticar y tratar los problemas de comportamiento de los animales domésticos, deberíamos poner en manos expertas de veterinarios, cuidadores y adiestradores, y aplicar lo que se conoce como la etología.

Cuando hablamos de problemas de comportamiento, nos referimos a conductas que pueden ser peligrosas o molestas para las personas y conductas que pueden causar lesiones o enfermedades al animal. Por ejemplo, puede ser una conducta agresiva entre perros y gatos, el ladrido excesivo o incluso, conductas de automutilación. Así, la etología es necesaria en el entorno doméstico ya que ayudar a tratar los comportamientos problemáticos de las mascotas que pueden afectar tanto a las personas, al disminuir la comodidad de tener un animal de compañía, como de las mismas mascotas, al provocarles malestar.

Podríamos decir que este artículo va dirigido a aquellas personas que quieran minimizar los efectos negativos de los castigos en sus mascotas, algunas veces desproporcionados, en tanto que como se ha decir, nuestros amigos del mundo animal pueden parecerse a nosotros en sus comportamientos, pero no les podemos aplicar las mismas soluciones que haríamos con los humanos. Todo lo dicho, también se escaparía de aquellas conductas que se han descrito por compañeras y compañeros en artículos anteriores, de pseudo personas que maltratan de forma sistemática y desproporcionada a los animales, no quieren cambiar su conducta, sino para satisfacción propia, muestra de su falta de humanidad.

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