Innovación Legal
08 octubre 2012
Abogacía dospuntocero
Desde hace ya algún tiempo hemos venido asistiendo a un veloz desarrollo de lo que se ha venido denominando “entorno 2.0”, que engloba todo lo relacionado con el diseño y aplicación de las nuevas tecnologías en la sociedad.
Evidentemente, tal crecimiento ha aportado infinidad de ventajas y de soluciones a necesidades que, antaño, parecían imposibles de resolver. Conceptos como el de Cloud Computing, Big Data, Internet of Things, Bring Your Own Device, Smart City, Behavioural Advertising, etc., ya son términos habituales en los foros, especialmente en los jurídicos. Ahora bien, no puede negarse que la adopción de este tipo de tecnología no está exenta de retos y problemas legales que son necesarios abordar lo antes posible, con tal de ofrecer, de un lado, seguridad jurídica a los usuarios destinatarios de este tipo de productos y servicios, y, de otro lado, consolidando una doctrina jurídica sólida que facilite a las empresas el lícito desarrollo de nuevas soluciones técnicas.
Para ello, es fundamental el estudio y adaptación del Derecho, con tal de poder aplicar a las nuevas situaciones normas que fueron, en principio, dictadas para regular unas determinadas figuras en un momento histórico distinto, pero que, sin embargo, pueden ser plenamente aplicables a lo que, aparentemente, son nuevas problemáticas. En efecto, las TIC han hecho aflorar nuevas controversias y necesidades, pero también han sacado a la luz antiguos problemas y combinaciones de los mismos, los cuales van a requerir, en ocasiones, soluciones nuevas, mientras que en otras habrá que combinar antiguas soluciones ya existentes.
En cualquier caso, es innegable la aparición de una especie de nueva disciplina del Derecho, transversal y multidisciplinar, que requiere de profesionales con formación no sólo jurídica, sino también en nuevas tecnologías, sin que sus conocimientos puedan limitarse a una concreta especialización. Eso exige, como no podría ser de otra forma, una constante, global y profunda formación, que permita a dichos profesionales –nuevos y antiguos- enfrentarse con garantías a los conflictos provocados por las nuevas tecnologías, tanto en el ámbito público como en el privado, en el civil o en el penal, en el mercantil, laboral, fiscal o administrativo.
Las nuevas tecnologías existen en todos los ámbitos de la sociedad. Forman parte de nuestra actividad diaria. Y cada vez tienen mayor presencia e influencia en nuestra manera de interactuar en la comunidad, a todos sus niveles. No podemos, pues, dar la espalda a las nuevas exigencias legales que su uso plantea, como tampoco podemos negar que su existencia obliga a la abogacía (como también al resto de profesiones), a hacer un esfuerzo importante por adaptarse a este nuevo escenario de normas que, poco a poco, van regulando el funcionamiento de esta nueva sociedad digital.
Estas necesidades pueden cubrirse desde un punto de vista formativo, con cursos y másteres específicamente centrados en el estudio del derecho de las nuevas tecnologías, desde donde se ofrezca a los nuevos profesionales los conocimientos técnico-jurídicos que precisan las ramas del derecho desarrolladas en el ámbito online –caso del comercio electrónico, privacidad, publicidad, etc. Todo ello sin olvidar a los profesionales experimentados, quienes pueden requerir profundizar en aquellas facetas que les ayuden a comprender en qué medida las nuevas tecnologías inciden en su especialidad. El objetivo es claro: comprender las nuevas circunstancias y asesorar, de este modo, a sus clientes, en las actuales y futuras necesidades con las que seguro se van a encontrar aquellos. Sin embargo, no debemos olvidar que las nuevas tecnologías no son una cuestión exclusiva de los clientes. También inciden directamente en los propios profesionales y en sus despachos, pues las nuevas tecnologías ofrecen herramientas tan interesantes como poderosas para potenciar los colectivos, organizaciones y optimizar los recursos internos, aportando unos beneficios que no deben desdeñarse.
Autor Francisco Pérez Bes, vicepresidente de Enatic