Innovación Legal
18 diciembre 2023
El futuro de los juniors en la abogacía
Por Rocío Ramírez
El sector legal está viviendo una revolución sin precedentes. El cambio de paradigma que supone la tecnología en la oferta de los servicios jurídicos hace necesario un complejo ejercicio de revisión de cómo está impactando a la profesión tal y como ha sido entendida hasta el momento, y cómo se prevé terminará impactando.
Seguir pensando en el ejercicio del mismo modo que se ha venido haciendo supone un peligroso anclaje en el pasado, ya que no podemos empeñarnos en mantener la tradicional manera de trabajar y seguir ejerciendo del modo que siempre lo hemos hecho, si las herramientas con las que ahora contamos, apenas existían hace unos pocos años.
Si el debate ya estaba sobre la mesa desde hace algún tiempo, la IA generativa parece que ha sido el golpe de realidad definitivo.
La preocupación en el sector es palpable.
Si esta tecnología es capaz de realizar las tareas que hasta el momento atendían los juniors, ¿cómo van a aprender las nuevas generaciones de juristas?
O peor aún. Si recientemente ya se ha manifestado abiertamente por algún despacho de élite que este tipo de tecnologías va a reducir el número de juniors que se contraten, ¿qué futuro deparará a su figura?
Si ahora las herramientas digitales hacen en escasos segundos los trabajos que tradicionalmente han realizado los perfiles menos experimentados, como buscar jurisprudencia o doctrina para plantear los fundamentos de una demanda, contestación o un recurso, revisar documentación, o preparar y articular documentos legales de escasa complejidad, puede parecer que la figura del junior como se ha entendido hasta el momento no tenga mucho sentido.
Pero nos olvidamos de un importante detalle.
Y es que este nuevo paradigma exige re-pensar nuestra estructura interna, nuestros equipos y actuales procesos de trabajo, la manera tradicional de atender nuestras tareas y carga de trabajo. Es necesario reinterpretar cómo prestar nuestro servicio contando con las herramientas digitales como palanca que nos empodere.
Para ello hacen falta perfiles que hasta el momento no existían. Es ahí donde la figura del junior igualmente deberá ser reinventada.
Esta revolución tecnológica necesita de nuevos perfiles jurídicos. Exige especialidades y funciones inexistentes hasta el momento.
Ciertamente seguirá siendo esencial el papel del jurista tradicional en las tareas no asumibles ni automatizables por los entornos digitales. El proceso de aprendizaje de estos profesionales seguirá partiendo de la actual figura del junior, que seguirá siendo requerido por los despachos, aunque en menor medida, y se centrarán en el ejercicio más purista de la profesión obviamente adaptado a los nuevos requerimientos, competencias y habilidades que esta revolución nos reclama. El ejercicio se hará de una forma más eficiente, eficaz y depurada, focalizado en las tareas de valor agregado, y dejando a las máquinas las partidas que son automatizables, lo que determinará una mayor calidad del servicio.
Pero la tecnología abre un infinito campo al desarrollo de nuevas funciones esenciales en el futuro ejercicio de la profesión, puesto que la manera de prestar los servicios jurídicos se está viendo completamente transmutada.
Ahora se hacen necesarios estrategas operativos en despachos y asesorías, para asegurar la constante revisión de nuestros procesos de trabajo que ayuden a alcanzar la tan ansiada excelencia operativa. La optimización de tiempo y recursos, reducir costes, mejorar eficiencias y garantizar eficacia es esencial en la estrategia de cualquier despacho o área legal. Perfiles que entiendan qué herramientas pueden ayudar en este sentido, aterrizando necesidades internas del despacho o del área legal, extrayendo patrones, buscando soluciones de automatización para tareas y procesos de trabajo, definiendo los nuevos flujos, diseñando los nuevos procesos, implementando la tecnología, y validando los estándares de calidad que garanticen el correcto desempeño de profesionales y herramientas digitales, y escalando su aplicación.
Esta mejora de eficiencia operativa exige de simplicidad en los procesos, de hacerlos accesibles y sencillos a todo el equipo, posibilitando la interactuación, comunicación y colaboración entre todas las áreas del despacho. Especialistas en legal design thinking serán claves en esta partida.
También hacen falta “intérpretes” en el diseño de nuevas soluciones. Juristas que conozcan cuál es la necesidad de los profesionales, para trabajar junto a las tecnológicas en el diseño y desarrollo de nuevas aplicaciones y herramientas. Porque los ingenieros, los desarrolladores y los programadores tienen el potencial de la tecnología en su manos, pero somos aún nosotros los que definimos para qué la necesitamos, cómo debe comportarse y qué resultado debe procurarnos.
Otro perfil necesario será el analista de datos. Ya lo deja claro el dicho “los datos son el petróleo del siglo XXI”. Indiscutiblemente son el motor de nuestra eficiencia. Una estrategia del dato es esencial en un despacho de abogados o en una asesoría del mañana. Será la clave para la automatización de tareas, para gestionar el conocimiento, para tener una visión estratégica, para la toma de decisiones, para la planificación del negocio, para la determinación de los objetivos o para mejorar rendimientos.
La ciberseguridad será otra área esencial para garantizar la seguridad de las información y los datos, y que los flujos de integración entre las distintas herramientas implantadas para los procesos de trabajo fluyan respetando los más altos estándares.
Los datos también son esenciales para desarrollar nuevas soluciones tecnológicas. Soluciones de IA como el machine learning, debe ser entrenadas con información y datos, y debe garantizarse que no hay sesgos y que se interpretan correctamente en el “entrenamiento”. La ingeniería de datos asegurará, por ejemplo, que los algoritmos (es decir, las instrucciones) que se han definido en el desarrollo de soluciones de IA, hayan contemplado todas las variables, y procesen correctamente los textos jurídicos y legales, la jurisprudencia o la normativa vigente, y generen respuestas coherentes a las consultas que les planteamos.
Otro ámbito que demanda profesionales es legal project management, que se está convirtiendo en metodología determinante para ofrecer un inmejorable servicio al cliente, haciéndolo de forma más eficaz y eficiente y maximizando la rentabilidad de cada proyecto gestionado. Se está constituyendo como clave a la hora definir los costes de forma precisa y detallada, para garantizar que la propuesta de honorarios cubra completamente esta partida e incluya, además, el margen de beneficios considerado adecuado.
La investigación jurídico legal sigue siendo, y seguirá siendo esencial para estudiar los asuntos, diseñar estrategias y definir soluciones. En este aspecto la IA generativa va a suponer un antes y un después en esta labor de investigación. Pero la devolución de la información deseada depende de que se den al sistema las instrucciones adecuadas. Y aunque todos deberemos saber de qué manera dar instrucciones para tareas básicas de nuestro día a día, las implicaciones que esta tecnología supone, exigirá de especialistas en definir promts para proyectos o asuntos de gran envergadura, para búsquedas concretas y específicas, o para definir una biblioteca de recursos para que puedan ser consultados y utilizados por los miembros del despacho o la asesoría, por referir solo algunos casos de uso.
Muchos de estos perfiles y otros muchos más, fueron ya vaticinados en 2013 por Richard Susskind en su obra “Tomorrow’s Lawyers” (Ed. Oxford University Press, United Kingdom, 2013), cuando predecía que, en la abogacía del futuro, el abogado convencional no sería el predominante, ya que los clientes no estarían dispuestos a pagar altas tarifas por servicios que podían ser desarrollados por profesionales menos cualificados, apoyados de sistemas altamente inteligentes y procesos estandarizados. La predicción no pretendía ser una señal del fin de la abogacía, pero si de la necesidad de menos abogados tradicionales, y de más novedosos perfiles como los expert trusted adviser, enhanced practitioner, legal knowledge engineer, legal technologist, legal hybrid, legal process analyst, legal project manager, legal data scientist, research and development worker, online dispute resolution practitioner, legal management consultant, o legal risk manager.
Y apuntaba bien…
Mi visión sobre el futuro de los juniors es mucho más optimista. Creo que su contribución al momento único que estamos viviendo en la historia de la abogacía es fundamental. Porque la reinvención de la manera tradicional de prestar los servicios jurídicos solo es posible de la mano de una nueva generación de juristas. Serán los juniors la fuerza del cambio.
Espero no equivocarme…