31 octubre 2023

GenAI en el sector legal: sí, te va a afectar, la única duda es cuándo

 Manuel Fernández Condearena Por Manuel Fernández Condearena

Cuando vivimos un momento mediático muy intenso da respeto echar más leña al fuego. Como consultores, intentamos huir del brillo de la última novedad, y aportar soluciones que tengan potencial, aunque sean menos deslumbrantes en apariencia. Pero parece que en esta ocasión tenemos que rendirnos a la ola que ha llegado ya, y aceptar que la IA generativa nos va a afectar a todos los profesionales del sector legal, que solo es una cuestión de cuándo y en qué medida.

Parafraseando a Furlong, una cita favorita sobre transformación del sector legal, resistencia al cambio tenemos todas las personas, lo que pasa es que a los abogados se nos da especialmente bien. Si miramos atrás, los cambios tecnológicos que realmente han calado en el sector legal han sido cambios que se imponían en la sociedad de forma generalizada. En los inicios de la digitalización llegaron las bases de datos de conocimiento en DVD sustituyendo al papel (alguno de mis profesores se escandalizaba porque “cualquiera” iba a encontrar la jurisprudencia relevante, y se perdía así algo de la profesión). Luego nos llegó a todos, también a los abogados, el uso de internet (con aquella barrita de carga de los sitios web que avanzaba despacito) y el correo electrónico.

¿Y ahora? Sale a la luz una tecnología que llevaba ya un tiempo evolucionando “bajo el radar”, capaz de gestionar grandes cantidades de información, que puede trabajar sobre texto no estructurado, y que sobre la base de toda esa información puede preparar resúmenes, hacer categorizaciones, generar texto de alta calidad, con el único requisito de que se le pregunten muy bien las cosas… Caramba, suena igual que un abogado, ¿no?

Lo que hace que este cambio tenga un alto impacto para el sector legal es que, siendo una tecnología no específica para el sector legal (lo que hace que se desarrolle al margen de inversiones del ámbito Legaltech), tiene un altísimo potencial en su aplicación en el sector. Cierto que llegarán modelos de lenguaje más entrenados en lo legal, o específicos para el sector legal, y su aportación podrá ser aún mayor, pero lo que tenemos hoy ya nos aporta valor. Si siguen a Dan Katz, sabrán ya que GPT4 pasó el examen del UBE, un examen creado por la Conferencia Nacional de Examinadores de Abogacía (NCBE) de Estados Unidos que está diseñado para evaluar el conocimiento y las habilidades que todo abogado debe tener antes de obtener la licencia para ejercer la abogacía.

Se ha escrito mucho sobre los posibles casos de uso para esta nueva tecnología, algunos ya indicados más arriba, otros menos evidentes, como la gestión del riesgo legal o la monitorización de cambios regulatorios o de jurisprudencia en múltiples jurisdicciones. Parece claro que, al margen de soluciones de IA específicas que se creen para atender casos concretos, una de las claves del éxito será empezar a trabajar en los casos de uso con mayor potencial.

Dándole vueltas a este tema, el otro día releía un informe de nuestro Deloitte AI Institute que proponía una metodología sencilla y práctica para testar casos de uso de IA generativa. Se trata de valorar, por un lado, el esfuerzo que requiere llevar a cabo la tarea sin IA, y por otro lado, el esfuerzo que requiere validar lo que la IA ha generado. En la primera variable se analiza si el caso de uso merece la pena por el esfuerzo que evita. En la segunda, se trata de cubrir la necesidad de comprobar que lo que la tecnología ha generado tiene sentido y aporta valor. Y ofrece una serie de ejemplos que aclaran mucho la relevancia del modelo. Si utilizamos IA para generar una imagen, que es algo que requiere bastante esfuerzo, podemos comprobar de un simple vistazo si la imagen cubre nuestras expectativas, y así llegamos a un caso de uso interesante por la combinación de alto esfuerzo que se ahorra y el poco esfuerzo necesario para validar. Si utilizamos la solución para generar un contrato, que es algo que también requiere bastante esfuerzo, se plantea una distinción en función del usuario: si es un usuario con conocimiento jurídico, puede validar con relativo poco esfuerzo el resultado; en cambio, si no tiene ese conocimiento el esfuerzo de validación es muy alto, y el caso de uso pierde interés.

Con ese escenario de cambio casi cierto por delante, cabe preguntarse cuál puede ser la mejor manera de afrontarlo. En primer lugar, abordar el nuevo escenario con un cambio de mentalidad: la IA ha llegado para quedarse, también en el sector legal, y cuanto antes la empecemos a entender, también los abogados, mejor preparados estaremos. En segundo lugar, empezar a buscar esos casos de uso que, en nuestro caso, en el de nuestra asesoría jurídica, en el de nuestro despacho, aportarán valor y compensa explorar. En tercer lugar, alinear nuestra visión sobre la IA con la del resto de nuestra organización, es necesario que acompasemos ambas de alguna manera. En cuarto lugar, ser positivos: todos los cambios entrañan un riesgo, pero todos tienen el potencial de ayudarnos a mejorar nuestra profesión y nuestros servicios, y esa lógica nos compensará sin duda.

Y en esa visión positiva del cambio, dos notas finales y una advertencia. La primera nota es que este puede ser un momento para que quienes no habían podido poner el foco todavía en la transformación de su asesoría jurídica lo hagan, se abren nuevas posibilidades. La segunda es que los proyectos de negocio que incluyan el uso de IA requerirán que la asesoría jurídica esté muy cerca asesorando sobre sus muchas implicaciones legales, y es una nueva oportunidad para que crezca en valor y en su contribución al negocio. Y la advertencia es que los proyectos transversales de la organización revestirán mayor complejidad, con involucración de equipos de negocio, de tecnología, de IA, involucración de asesoría jurídica y de consultores y asesores externos, y por esa complejidad la gestión de los proyectos será más relevante que nunca.

¡Ánimo y a por el primer caso de uso!

 

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