Innovación Legal
24 junio 2019
Hic sunt dracones
Por Bárbara Román
TWITTER @NoLegalTech
Me irrita que en cuanto sale el tema de la innovación en el sector legal, se identifique automáticamente la idea de innovación con el desarrollo de nuevos productos o servicios. Como si no hubiera nada más allá. Lo mismo ocurre cuando pensamos que legaltech son únicamente las empresas emergentes que ofrecen apoyo a los abogados en el desarrollo de su trabajo. Puro terraplanismo jurídico. Algo así como quedarse en la superficie de una maravillosa mina de conocimiento y posibilidades. Un ajco.
En mi opinión, esto de innovar supone, sobre todo, reflexionar. Revisar procesos e introducir pequeños cambios que mejoren la experiencia o el resultado que obtienes. Reconocer que algo no funciona como debiera, o que simplemente podría funcionar mejor, y arriesgarse a hacerlo. Conseguir un resultado nuevo o inventar la pólvora es solamente uno de los escenarios posibles, pero trabajar más rápido, de manera más eficiente, que tus clientes salgan más satisfechos con el trato recibido o conseguir una mejora reputacional son otros escenarios a los que no se les presta la atención debida. Y probablemente cuesten mucho menos que desarrollar una nueva app o automatizar alguno de los procesos del despacho.
Algunos ni lo intentan, excusándose en que no pueden permitirse afrontar un proceso de innovación o transformación profesional. No tienen tiempo, no tienen dinero. Debe ser algo carísimo, exclusivo de los grandes despachos, trillones de euros por hora de consultor. Aunque digo yo que si los fenicios, los griegos, los romanos o Cristóbal Colón hubieran pensado lo mismo, a saber dónde estaríamos ahora. Por si acaso, os dejo por aquí mi kit básico* de innovación, para aquellas intrépidas que se arriesguen a ver más allá de los límites del mapa:
- una hoja en blanco (dos para las que sean más maniáticas, como yo)
- un bolígrafo azul y otro rojo (rosa para las que sean más maniáticas, como yo)
- una tarde libre, sin el móvil ni el ordenador cerca
Lo que más dificultad entraña es cogerse una tarde libre para hacerlo, pero puedo asegurar que solo por la experiencia de poder reflexionar en silencio, vale la pena. Las instrucciones son sencillas: invítate a un café y piensa en algo que quieras revisar. Traza el camino que sigues, busca las piedras en él, haz dibujos hasta que lo simplifiques y entiendas dónde está el problema o qué falla. Busca datos, mira videos en Youtube, copia a los que creas que lo hacen mejor que tú, pregunta a compañeros y amigos (o mejor, a los que no son amigos). Te presto algunas ideas, basadas en mi propia experiencia, para que encuentres tus propios dragones:
- gestión de la comunicación: puedes pensar en la última bronca con un cliente, o las últimas tres por si hay elementos comunes;
- mejoras en planificación o gestión del tiempo: por algún despiste en la agenda de señalamientos, o en el juzgado en el último juicio, incluso la última vez que no llegaste a casa a cenar porque te quedaste trabajando en el despacho;
- métricas de tu despacho: ¿cuánto tardas en abrir y cerrar un expediente? ¿Cuánto facturas por cada cliente? ¿Cuánto te cuesta la hora de trabajo? ¿Qué sentido tiene abrir casos y no cerrarlos?;
- gestión de emociones o de estrés: si eres de los que se duerme pensando en el trabajo o si algún día te dieron ganas de quemar la oficina y tirar el teléfono por la ventana (esto está basado en hechos reales).
Algunas veces nos ponemos en piloto automático en nuestra vida profesional, y da lo mismo si eres de los que está empezando en la profesión o de los que está ya acabando con ella. Siéntate y piensa en lo que haces cada día, busca fricciones, localiza esas pequeñas cosas que tanto te dan por saco y cámbialas. Eso también es innovación. No va de meter tecnología ni de hacer grandes inversiones, va de darle un empujón a todo y agitar para ver lo que sobra y meter lo que falta.
En los años 50, un grupo de estudiantes se juntó en el MIT para crear videojuegos y poner en común ideas basadas en que los ordenadores deben servir como herramienta para un mundo mejor. Así nació el movimiento hacker. Los principios en los que se basaban, en el fondo, eran los mismos que te propongo aquí: aportar soluciones a problemas que por sí solos no iban a arreglarse. No solo quejarse. Deja de pensar en todo lo que se podría conseguir si alguien lo hiciera y hazlo tú. Porque ni todos los hackers llevan sudadera con capucha, ni todos los abogados llevan toga.
Hack the system!!
*El kit profesional incluye hacerlo en pareja con alguien que desconozca absolutamente tu negocio, para añadirle dramatismo al asunto. Prueba a contarle a una ingeniera de telecomunicaciones cómo es el sistema de archivo de expedientes de tu despacho, a ver qué te dice ;)
Bárbara Román
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