
Innovación Legal
14 abril 2025
Por Sara Molina
TWITTER @SaraMolinaPT
La transformación digital ha dejado de ser una promesa para convertirse en una realidad tangible en el sector legal. Con la entrada de herramientas basadas en inteligencia artificial generativa (IAGen), como modelos de lenguaje (LLMs) y soluciones específicas de LegalTech, se están reformulando no solo tareas operativas, sino también la forma en que se interpreta y entrega el conocimiento jurídico.
Desde la generación automática de contratos hasta los resúmenes de jurisprudencia, pasando por asistentes virtuales para el cumplimiento normativo, la tecnología avanza a gran velocidad. Pero en medio de esta disrupción, emerge una verdad clave: el valor diferencial no reside únicamente en la tecnología en sí, sino en las personas que la utilizan con pensamiento crítico, visión estratégica y sensibilidad contextual.
El poder del prompt engineering: una nueva competencia profesional
Uno de los puntos menos visibles pero más determinantes en el uso de la IA Generativa es el diseño de prompts. En esencia, un prompt es una instrucción que guía al modelo en la generación de una respuesta. Sin embargo, lo que parece una acción simple, se convierte rápidamente en una habilidad crítica. Formular el prompt adecuado implica comprender el problema jurídico, anticipar los sesgos del modelo, definir el tono, la extensión, el enfoque técnico y la estructura esperada de la respuesta.
El prompt engineering se está posicionando como una competencia estratégica. Quien sabe preguntar bien, obtiene mejores respuestas. Quien comprende la lógica de los modelos, sus límites y capacidades, puede iterar, afinar y extraer valor real. Aquí, lo “especial” no es saber usar la herramienta, sino saber pensar con ella. Saber traducir necesidades complejas en instrucciones eficientes. Y, sobre todo, saber interpretar lo que la máquina devuelve con criterio jurídico y sentido ético.
Modelos RAG: hacia una IA generativa conectada y precisa
Los modelos RAG (Retrieval-Augmented Generation) añaden una capa adicional de sofisticación. A diferencia de los modelos base, que generan respuestas a partir de lo que han aprendido en su entrenamiento, los modelos RAG integran mecanismos de recuperación de información en tiempo real desde fuentes externas, como bases de datos legales, repositorios internos o jurisprudencia actualizada.
Esta arquitectura es especialmente valiosa en el sector legal, donde la precisión, la trazabilidad y la actualización normativa son esenciales. Sin embargo, su eficacia depende de múltiples factores: la calidad del corpus de datos, la estructura de los documentos, el diseño de la query de recuperación y la interpretación final de los resultados.
Una vez más, la tecnología no funciona sola. Necesita profesionales que comprendan tanto la lógica jurídica como la técnica, capaces de afinar la búsqueda, evaluar la relevancia de las fuentes y validar que las respuestas no solo son correctas, sino también útiles y aplicables al caso concreto.
Pensamiento crítico como motor de transformación real
Este nuevo ecosistema nos lleva a una reflexión profunda: ¿qué significa aportar valor en una organización transformada por la IA?
Ser diferente puede implicar tener una formación distinta, dominar una herramienta novedosa o estar en una posición innovadora. Pero ser especial significa otra cosa. Significa tener una mirada propia, una sensibilidad para entender el impacto de lo que hacemos y una capacidad de conectar puntos que otros no ven. Significa entender el contexto, cuestionar lo evidente, anticipar implicaciones éticas y aportar sentido en medio de la automatización.
En un mundo donde la IA puede generar contenido en segundos, lo que marca la diferencia no es la capacidad de producir, sino la capacidad de discernir. De decidir qué vale la pena generar. De saber cuándo intervenir, cuándo dejar que la máquina haga su parte y cuándo es imprescindible la intervención humana.
Cultura organizacional: ¿estamos reconociendo a los perfiles especiales?
Las organizaciones que lideran la transformación no son las que más tecnología implementan, sino las que mejor integran el talento que la hace posible. Y eso implica reconocer a los perfiles que aportan un valor especial: aquellos que combinan competencias digitales con pensamiento jurídico, sensibilidad con capacidad técnica, reflexión ética con acción estratégica.
Perfiles capaces de traducir necesidades humanas en soluciones tecnológicas. De generar impacto sin perder autenticidad. De desafiar lo establecido sin miedo al cambio.
Porque en última instancia, no se trata solo de lo que puede hacer la IA, sino de lo que nosotros elegimos hacer con ella.
Conclusión: lo que no se puede automatizar
La creatividad, el juicio profesional, la empatía, la intuición, el sentido del contexto, la ética… todo eso sigue siendo profundamente humano. Y profundamente necesario. En un entorno en el que la IA generativa automatiza procesos, acelera tareas y redefine modelos, lo realmente transformador será reconocer, potenciar y acompañar a quienes —desde su singularidad— aportan una mirada especial.
La próxima frontera no es tecnológica. Es humana.