01 junio 2020

Transformación digital a golpe de remo

Barbara RomanPor Bárbara Román
TWITTER @NoLegalTech

Ahora que vamos desescalando, empiezan a notarse los efectos del confinamiento en la abogacía. Vuelven los plazos procesales, las consultas por divorcios, las reclamaciones por licencia de software, las declaraciones de concurso, las esperas en los pasillos de las administraciones públicas (con mascarilla y a dos metros) pero sí que hay algo que no va a volver: la idea de que la transformación digital no tiene cabida en nuestra profesión. Al final ha tenido que venir un virus a enseñarnos a hacer las cosas de manera diferente y un parón dentro de la Justicia para darnos cuenta de que no somos inmunes a los movimientos sociales convulsos. Todo está conectado.

Nada como una pandemia mundial para acelerar el proceso de innovación y transformación digital en un sector tan anclado en el presencialismo y en el papel como el nuestro. ¿No queríamos transformación digital en ámbito legal? Pon un poco de COVID-19 en tu vida y haz tambalear los cimientos de todo el ecosistema. No se ha salvado nadie:

  • usuarios reticentes al uso de las nuevas tecnologías exigiendo a sus abogados que los atiendan por videoconferencia;
  • jueces alérgicos a las pantallas celebrando juicios íntegramente de manera telemática;
  • abogados renegados de la nube acarreando expedientes de los despachos al salón de su casa y buscando tutoriales de nubes en internet;
  • enemigos de las medidas de conciliación siendo atacados por sus hijos sin colegio mientras intentan con el portátil acabar un recurso de casación ante el Supremo.

De pronto, entendemos que hay un nuevo paradigma en la prestación de servicios. Hemos conseguido que los abogados comprendan que la importancia de su trabajo no depende de lo grande o bien situado que esté su despacho, sino de la capacidad que tengan de conectar con sus clientes en esta situaciones. Y ofrecer soluciones rápidas a sus problemas, que pueden cobrarse de manera telemática, agradeciendo la confianza del cliente con una sonrisa a través de una videollamada. ¿Éramos acaso la cinta VHS en el mundo de Netflix? ¿Nos estábamos quedando obsoletos?

Hemos visto juicios celebrados telemáticamente (o sea, que se puede, no es una utopía), consultas online, revisión de procesos dentro de las organizaciones, pasarelas de pago en las webs de despachos, chatbots por un tubo, inversión en tecnología, proyectos de innovación reactivándose en plena crisis, formación específica en teletrabajo dentro de los colegios de abogados y webinars, muchos webinars. Webinars por encima de nuestras posibilidades.

No nos equivoquemos, que la crisis económica que se aproxima va a golpear muy duro en la abogacía. Puede que en los grandes despachos no se note tanto pero para los profesionales que viven más al día y prácticamente del derecho procesal, la mera supervivencia ya no será una opción. Reconozcámoslo, nuestro sistema jurisdiccional no se caracterizaba por ser precisamente ágil. Y por qué no decirlo, tampoco especialmente predecible, muy dependiente de factores “humanos” y “burocráticos” hasta el punto de que surgieran “sistemas alternativos de resolución de conflictos”. Si no sé cuándo voy a poder contar con una sentencia firme, yo que sé si me interesa iniciar un proceso judicial o llegar a un acuerdo que no me convence mucho pero me ahorra tiempo. Sin embargo, el colapso que se viene -tras un parón de meses, con la judicialización de montones de despidos o concursos de acreedores, los temidos divorcios después de 60 días de estar encerrados en casa y una nueva forma de trabajar con medidas que veremos si podrán implantarse- llevará a los justiciables a pensarse muy mucho si están dispuestos a demorar durante años la resolución de sus problemas. Y a algunos abogados a cambiar su sistema de facturación porque lo de cobrar al final del pleito ya no sale a cuenta.

Solo la imposibilidad de acudir físicamente al trabajo ha paralizado por completo el poder público del expediente electrónico, el papel cero y LexNet. Será porque no tenemos expediente electrónico, el papel cero funciona solo en pequeños juzgados oasis (que se pelean mucho con los demás cuando tienen acumulaciones), y LexNet es un frankenstein a quien nadie se atreve a echar mano. Ahora que ya hemos conseguido sentirnos un poco cómodos en el mundo digital, exijamos a los poderes públicos que se adapten ellos también a los nuevos tiempos.

¿Estábamos preparados para la que se nos ha venido encima? No, ninguno. Ni la que escribe estas líneas, con todo lo moderna que es. El trabajo en remoto no es coger el portátil y sentarse en el salón a redactar, más bien consiste en trasladar tu ejercicio profesional al mundo online. Y por mucho que me guste ver antiguas películas de mi infancia en VHS, aquí todos somos más de Netflix. Pues salgamos del armario y que viva la transformación digital.

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Bárbara Román
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