
Innovación Legal
05 febrero 2025
Por Manuel Fernández Condearena
Hace muchos años mi padre, que tiene un elenco infinito de anécdotas para ilustrar cada momento de la vida, en un momento en que estábamos discutiendo si yo era o no capaz de hacer algo, me contaba la siguiente anécdota: En un auditorio, el presentador preguntó a la audiencia si creían que era posible perforar una patata de lado a lado con una pajita de plástico, de las que se usaban para tomar refrescos. Una parte de la audiencia creía que sí, y otra parte creía que no, y separó a la audiencia en esos dos grupos.
Luego les repartió pajitas de plástico y patatas, y les pidió que probaran a hacerlo, y unos lo lograron y otros no. Hasta aquí, pensaba yo, sin más. Pero mi padre me aclaró: ¿sabes qué fue lo interesante del resultado? Que de los que pensaban que eran capaces, unos pudieron y otros no, pero de los que pensaban que era imposible ninguno pudo.
Me venía esta anécdota a la memoria hablando hace unos días con un cliente sobre la transformación de su asesoría jurídica, cuando me preguntaba cuál creía yo que era el elemento esencial para esa transformación. Compartía con él que el primer elemento esencial lo configuran la visión y la mentalidad: si crees que puedes, puedes. Costará más o menos tiempo y esfuerzo, pero puedes. Es cierto que el abuso del tópico “querer es poder”, sobre todo en la educación de los más jóvenes, exige matices: no todo es posible a fuerza de fe y voluntad, hay límites más allá de los cuales no se puede llegar. Pero es cierto también que la segunda parte no necesita matices: si crees que no puedes, no puedes.
El segundo elemento esencial es, ha sido siempre, las personas, a todos los niveles de la organización, o del sistema al que pertenece la asesoría jurídica. A estas personas hay que transponer en alguna medida el principio anterior: hay que trasladarles que se puede, y si conseguimos que compartan la visión, la transformación será posible. A todos los niveles porque hay que conseguir que las personas en la dirección de la organización vean esa transformación como posible y deseable, y la apoyen a nivel institucional y asignando recursos; que el equipo lo vea factible como una forma de llevar la asesoría jurídica, y su trabajo, al siguiente nivel, y se vuelquen en ella; que los stakeholders en el resto de la organización la vean como algo positivo para que la asesoría jurídica aporte más al negocio y a la organización, y la faciliten.
Si consigues hacerte con esos dos elementos, has dado el paso más importante en la transformación de la función legal. Quedan por delante muchos otros: hacer un buen diagnóstico de la situación de partida, establecer el aspiracional, que debe ser ambicioso pero realizable, priorizar las iniciativas, fijar la hoja de ruta, formar al equipo en nuevas capacidades metodológicas y tecnológicas, y buscar buenos compañeros de viaje, abogados, consultores y tecnólogos, que complementen las capacidades y aporten la visión de mercado.
Estamos en un momento dulce para la asesoría jurídica, quizá su mejor momento. Su prestigio como actor dentro de la profesión cada vez es mayor, su naturaleza de socio estratégico del negocio nunca ha sido tan evidente, y el contexto es óptimo: recursos y conocimiento abundantes a su disposición, tecnología cada vez más enfocada al sector legal, metodologías adaptadas a la función legal, y un clima de compartir experiencias sin precedentes. Es un muy buen momento para abordar la transformación de la función y llevarla al siguiente nivel. Sí se puede, solo hay que convencerse.