Las cosas son imposibles mientras lo parecen (Concepción Arenal)
07 agosto 2019
Presencias, ausencias, recuerdo
Decía Benedetti en un poema que el verano, con su asueto y sus calores, es una “tregua” en la que la “historia se detiene”. Pero la mente va por libre y no siempre está dispuesta a someterse a la dictadura aplastante de la canícula, ni a acomodarse a los paréntesis que el estío abre en nuestra cotidianidad. Por eso, a veces, nos lleva espontáneamente a territorios y recuerdos que no esperábamos, que nos sorprenden y en los que instalamos nuestros pensamientos durante un rato, bebiendo en tragos cortos ese extraño cóctel de nostalgia, orgullo, optimismo y estímulo que esas evocaciones inesperadas nos traen.
Eso es justamente lo que me ha pasado hoy. Pensaba en lo rápido que pasa el tiempo, en cómo sin apenas enterarnos ya habíamos superado el ecuador del año, y de repente, sin saber por qué, me asaltaron nombres, caras, gestos y miradas de algunos compañeros y compañeras que nos han dejado en estos meses, de dolorosas ausencias que siguen siendo reconfortantes presencias aunque solo sea en el recuerdo, en la memoria de un instante.
Pensé en María Luisa Suárez Roldán, pionera rebelde del laboralismo español, que se nos fue en enero, pocos días antes -casualidades de la vida- del homenaje que dedicamos cada año a los asesinados en la matanza de Atocha de 1977. Un mes especialmente triste porque también moría asesinada Rebeca Santamalia, que pagó con su vida el hecho de ser mujer y, además, abogada.
Me acordé de los gigantes de la Abogacía que se han despedido como lo hacen los grandes, con su legado, con su compromiso y con su amor por la profesión y por el Derecho. Ante todo juristas inconmensurables, como lo fueron José Pedro Pérez-Llorca, Miguel Bajo Fernández, Juan Picón o Matías Cortes. Nombres ligados para siempre a la historia de nuestra profesión, como también quedarán inscritos en las mejores páginas de la Abogacía Institucional los de Pedro Rodríguez López, Decano del Colegio de Abogados de Ávila durante 16 años, o el de una luchadora infatigable, mi añorada Blanca Montes, Secretaria del Colegio de Abogados de Valladolid cuya sonrisa nunca dejará de brillar.
Y con sus ejemplos, el de muchos compañeros y compañeras que desgraciadamente también nos han dejado en estos meses, cuya entrega y dedicación, su generosidad y su lealtad con lo que somos y representamos, nos estimula, nos reconforta y nos explica por qué acertamos al elegir una de las profesiones más hermosas que existen.
Todo pasó muy rápido. Fue como un fogonazo, apenas duró unos minutos, pero fue tan intenso y emocionante que no puedo evitar compartirlo. “Nunca hubiera podido imaginar que una ausencia ocupara tanto espacio”, decía Ana María Matute en una de sus novelas. Una gran verdad.