Las cosas son imposibles mientras lo parecen (Concepción Arenal)
05 diciembre 2018
Revista Abogacía especial 40 Aniversario de la Constitución: Cuatro décadas al servicio de la democracia y del Estado de Derecho
Hoy, en la sede del Consejo, hemos presentado el número especial de nuestra Revista Abogacía Española, dedicado al 40 aniversario de la Constitución Española. Comparto las palabras que he pronunciado en el acto de presentación:
Este es un año de efemérides importantes para la Abogacía. Como se suele decir, de fechas señaladas, especialmente para nuestra profesión. Hace pocos meses celebrábamos el 75 aniversario del Consejo General de la Abogacía Española. Este mismo año, algunos de nuestros Colegios han tenido onomásticas que bien merecen un recuerdo, como el bicentenario del de Pamplona, los 180 años de vida del de Cantabria o los 75 del de Alcoy. Dentro de nada, este próximo lunes, también se cumplirán 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y mañana jueves habrán transcurrido 40 años de la ratificación en referéndum de nuestra Constitución.
Innumerables actos conmemoran el 40 aniversario de nuestra Carta Magna. Y a ellos ha querido sumarse también la Abogacía, editando el número especial de nuestra revista que hoy os presentamos. Si la palabra es nuestra herramienta de trabajo, y si además creemos en la palabra como el vehículo más poderoso para la resolución de conflictos y la paz social, la palabra –en este caso, la palabra escrita- es la mejor manera de rendirle homenaje al indiscutible papel vertebrador que ha desempeñado nuestra Constitución en estas cuatro últimas décadas. Vertebrador en términos de legalidad, de convivencia, de desarrollo y de todo lo que trasmite crecer en democracia y construir país desde el Estado de Derecho.
La Abogacía no podía faltar a esta cita. Lo hacemos dedicándole una revista monográfica completa a su valor y a su indiscutible legado. Para ello hemos contado con la inestimable colaboración del Ministerio de Justicia. También con prestigiosas firmas desde diversos ámbitos: de la política, del Derecho, de la universidad, de la empresa, del periodismo, del humor (genial, como siempre, la viñeta de nuestro inolvidable Forges). De la Constitución hablan incluso algunos de sus “nietos” y “nietas”. Si nuestra Carta Magna nació con una esperanzadora vocación de futuro, ese futuro que hoy es ya presente también ha querido estar en nuestro particular homenaje, reflexionando sobre lo que gestaron sus abuelos y abuelas.
Para la Abogacía todas las miradas suman. Por eso quiero agradecer las de todas aquellas personas que han hecho posible este número y, por supuesto, el generoso esfuerzo de todo el equipo de comunicación del Consejo que, una vez más, ha conseguido una publicación de calidad, original, plural y, sobre todo, muy oportuna.
40 años no se cumplen todos los días y la Constitución es para nuestra profesión la piedra angular, la clave de bóveda que sostiene la realidad social para la que trabajamos. Siempre ha sido así. En la antesala de nuestra democracia, en el Congreso de la Abogacía de León de 1970, la Abogacía Española anticipaba con sus demandas otra España que pronto debía decidirse entre quedarse dentro o fuera de un mundo que hablaba, en el terreno de los derechos y libertades, otro lenguaje. Pedíamos entonces –hace casi 50 años- la desaparición de las jurisdicciones especiales (como el Tribunal de Orden Público), la abolición de la pena de muerte o una amplia reforma del sistema jurídico y de los derechos de la mujer, auspiciando los vientos de cambio que, en estos y otros muchos ámbitos, estaban por llegar.
Y llegaron. La sociedad española y la clase política lo hicieron posible. Primero con una Transición que se convirtió –como bien vaticinó el presidente Suárez en 1980- en “un ejemplo para el mundo”. Y luego con una Constitución que nos situó en el mapa de las democracias, en un ejercicio colectivo de responsabilidad y consenso que nos permitió decidir lo que queríamos ser como país y en qué queríamos convertirnos.
Con la ley de leyes hemos alcanzado las mayores cotas de prosperidad que hemos tenido nunca. Y con su aprobación resolvimos después, también desde el diálogo y el acuerdo, las grandes coyunturas que se nos han presentado. Nos integramos en Europa, el proyecto de construcción común más ilusionante y solidario del siglo XX. Decidimos incorporarnos también a un espacio compartido de seguridad, defensa y cooperación. Consolidamos nuestro Estado del Bienestar, blindándolo desde la concertación del Pacto de Toledo. Luchamos, con toda la fuerza y firmeza democrática, contra el terrorismo nacional e internacional, que amenaza con su fanatismo e intolerancia los derechos más elementales del ser humano. Y en este siglo de la igualdad, de la igualdad real, sellamos el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, de gran valor simbólico por lo que tiene también de inédito.
Y todo eso, gracias a la Constitución, nos ha convertido en un país radicalmente transformado; no exento de problemas, es verdad, pero más cualificado en términos competitivos y de calidad democrática. 40 años después somos la cuarta economía de la eurozona y el país europeo con más kilómetros de Alta Velocidad. Contamos con la mayor esperanza de vida de Europa. Como somos también uno de los países más descentralizados del planeta, con administraciones y empresas más transparentes, accesibles, abiertas y corresponsables, y situados por encima de la media de la Unión Europea en desarrollo digital.
La Constitución legitimó un Estado de Derecho y una arquitectura normativa que articuló, para la compleja realidad española, un proyecto colectivo de convivencia, progreso y seguridad jurídica. Un proyecto en el que los Colegios de Abogados y los Consejos de la Abogacía, junto al resto de profesiones, hemos participado activamente, inspirados por los principios de libertad, igualdad, justicia, respeto y solidaridad en los que la propia Constitución se sostiene.
Principios que se contienen, todos, en otro fundamental para nuestra profesión, para la sociedad y para todas las personas. Me refiero a la tutela judicial efectiva, que cobra un especial valor cuando se trata de colectivos vulnerables y de facilitarles el acceso a la Justicia. Dices en la Revista, ministra, que te gustaría que nuestra Constitución “siga conformando el alma de nuestro Estado de Derecho, para continuar construyendo, a su amparo, una sociedad mejor, más tolerante y más igualitaria”. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Como también estoy segura de que podremos cumplir ese deseo trabajando con sensibilidad y sumando esfuerzos para que la Abogacía pueda desempeñar en mejores condiciones el mandato constitucional de facilitar el acceso a la Justicia y la defensa de sus derechos a quienes menos recursos tienen. De eso va la Asistencia Jurídica Gratuita. En ese empeño siempre podrás contar con nuestro compromiso, entre otras cosas porque nos gusta nuestra Constitución, porque estamos obligados a cumplirla y porque hacemos nuestros sus principios y todo el legado de sueños que atesora.
Creo que es un legado formidable por el caudal extraordinario de valores que transmite. Eso es lo que expresa el acto de hoy: reconocimiento, gratitud, perspectiva y responsabilidad. Que lo promovamos desde el Consejo General de la Abogacía Española es indicativo de cuánto significa para nuestra profesión la Constitución y hasta qué punto nos compromete su defensa.
“Existe siempre una razón escondida en cada gesto”, canta Serrat. Es evidente que aquí no hay razones escondidas, porque dedicarle a la Constitución un número especial como el que hoy presentamos es mucho más que un gesto. 40 años de buen servicio para una España mejor sin duda lo merece.