16 septiembre 2016

Una apuesta por Europa

El 14 de septiembre inauguré las sesiones de trabajo del Standing Committee del Consejo de la Abogacía Europea (CCBE) que se ha celebrado en Barcelona, acogido por el Colegio de la Abogacía de Barcelona. Casualmente, ese mismo día comenzaba en el Parlamento Europeo el debate sobre el Estado de la Unión.

Este es un extracto de las palabras que dirigí a nuestros colegas europeos:

A nadie se le escapa que hoy Europa sufre una profunda crisis que la atraviesa de sur a norte y de este a oeste. Los principios fundacionales de la Unión han sido sacudidos por una extraordinaria crisis migratoria y por un sistema económico que ha puesto las leyes del mercado por encima de los derechos de las personas. También por el terrorismo islamista, que ha golpeado varios países europeos y que ha provocado, además de la pérdida irreparable y absurda de vidas humanas, el sacrificio de muchos derechos en nombre de una supuesta seguridad.

La idea de una Europa fuerte, unida y respetuosa con los derechos de sus ciudadanos parece hoy una quimera y es el escepticismo, cuando no el rechazo abierto, lo que impera.

Sin embargo, quienes crecimos con ese anhelo de una Unión Europea que acabara con los desequilibrios territoriales y las desigualdades sociales para hacer de todos sus habitantes ciudadanos de pleno derecho, nos resistimos a renunciar a una sociedad “en la que imperen los valores de respeto a la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto a los derechos humanos”, (Constitución Europea). Unas sociedades caracterizadas por el pluralismo, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la no discriminación.

Precisamente en estos tiempos de crisis es cuando más necesitamos estar unidos y fortalecer nuestros vínculos, porque a todos nosotros, nos acechan profesionalmente los mismos peligros. La Abogacía es una profesión que sufre hoy los mismos problemas que afectan a la sociedad y también los efectos de la crisis. La Abogacía hoy está sometida a una durísima competencia: decenas de miles de abogados competimos por un mercado limitado en el que, además, aparece también la abogacía low cost, que ofrece servicios a precios imposibles; o el intrusismo profesional con el consiguiente riesgo para la seguridad jurídica y el control deontológico.

Los tratados de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea, como TISA o TTIP, a pesar del secretismo con el que se están elaborando y la poca información que ha trascendido sobre ellos, podrían constituir serias amenazas para nuestra profesión, con unos efectos que supondrían la voladura definitiva de los sólidos cimientos que sustentan las garantías jurídicas para la ciudadanía.

Es tiempo pues de reforzar vínculos, de mantener nuestras alianzas y de defender la base de nuestra profesión: el Derecho, la Justicia. Nuestros muros, los únicos que estamos dispuestos a levantar para frenar la xenofobia y la exclusión, son los muros de los Derechos Humanos, en cuya defensa la Abogacía Europea y desde luego la española tiene una de sus principales señas de identidad. Como hoy ha dicho el presidente del Parlamento Europeo: “el populismo no solo no resuelve los problemas, sino que los crea”. Nosotros, como personas del mundo del Derecho sabemos que solo la justicia y la razón pueden solucionar o al menos paliar esos problemas.

Muchos de nuestros compañeros en otras partes del mundo sufren amenazas, agresiones físicas y son incluso asesinados por defender los derechos de los ciudadanos más vulnerables. En Europa, donde gozamos de una situación privilegiada en este sentido, debemos seguir levantando la voz para defender a tantos compañeros y compañeras que se juegan la vida por ejercer una profesión que es la base de cualquier Estado de Derecho.

La crisis de los refugiados, como decía al principio, nos ha enfrentado a nosotros mismos y a nuestras convicciones y, lo que vemos en el espejo, no es lo que creíamos que éramos. Como abogados, debemos  hacer lo que estamos haciendo: denunciar la vulneración de derechos de las personas refugiadas y migrantes y poner las medidas a nuestro alcance para garantizar esos derechos. En este sentido, como presidenta de la Abogacía Española me siento orgullosa de nuestra participación en el proyecto Abogados Europeos en Lesbos y de proyectos que mejoren la formación de los profesionales en inmigración y asilo, como el Proyecto TRALIM.

La mejor formación, la exigencia ética y deontológica y el refuerzo en nuestras convicciones nos harán resistentes a los riesgos que nos amenazan. Hay que seguir avanzando para hacer de la Abogacía Europea un agente  incuestionable en la defensa de los derechos de los ciudadanos y ciudadanas.

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