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nales y materiales, sin barreras de interoperabilidad,
sin descoordinación ni improvisación permanentes.
Una Justicia que deje de ser la cenicienta de la Admi-
nistración pública.
No queremos una Justicia con exceso de leyes, ni con
leyes mal hechas y que cambian cada dos por tres,
con reformas realizadas a golpe de telediario, con la
inseguridad jurídica que producen las continuas le-
yes ómnibus, con reformas escondidas en otras leyes,
con poderes que se erigen en legisladores sin serlo,
con abuso del decreto-ley. Lo peor que le puede suce-
der a un país es la falta de coherencia de su sistema
jurídico o que la inseguridad jurídica campe a sus
anchas. El Derecho es un instrumento para ordenar la vida,
no para hacerla más difícil. El Derecho no es sólo
precepto o norma, es parte fundamental de la rea-
lidad social, de la vida. Afecta a seres humanos con
sus deberes, pero también con sus derechos. Así que
lo que sucede en el mundo del derecho, de la Justicia
o de la Abogacía nos afecta directamente a todos y
por tanto debería interesarnos, preocuparnos y movi-
lizarnos a todos, como ocurre con algunos derechos
básicos como la educación o la sanidad. Afortunada-
mente, nuestro país tiene, por fin, un gobierno cons-
tituido después de un largo periodo de incertidumbre
y parálisis política, del que forma parte un ministro
de Justicia que ha dado muestras ya de su carácter
dialogante y que tuvo que empezar su gestión apa-
gando todos los fuegos que había prendido su ante-
cesor, que fueron muchos y, algunos, devastadores.
PACTO DE ESTADO URGENTE
Por eso no sólo necesitamos con urgencia un Pacto
de Estado por la Justicia, con todas las fuerzas polí-
ticas y sociales y con todos los actores jurídicos, sino
que tenemos que empezar a trabajar sin dilaciones
para lograrlo. Un Pacto para llevar a la Justicia al
siglo XXI de una vez. Un Pacto para que la Justicia
merezca ese nombre, para que la Justicia se gane el
reconocimiento de los ciudadanos y para que deje
de ser un mero instrumento de batallas partidistas.
Un Pacto por la igualdad de armas de todos los ac-
tores del proceso. Y un pacto por la libertad y la in-
dependencia real de los jueces. Un Pacto, en fin, por
la seguridad jurídica y por los ciudadanos. Un Pacto
presidido no por criterios de oportunidad política,
sino desde el conocimiento de la realidad de nuestros
juzgados y del trabajo de quienes actuamos en dicha
Administración, y en ningún caso desde actitudes
complacientes que a la larga deriven en una mayor
y más profunda insatisfacción de la ciudadanía. Un
Pacto que garantice la libertad e independencia real
de jueces y magistrados. Un Pacto, en definitiva, por
la seguridad jurídica y por los ciudadanos.
La Abogacía tiene vocación de liderar ese proceso.
© ARTURO ASENSIO. REVISTA 73. ABRIL DE 2012
Estamos trabajando con las asociaciones de jueces y
fiscales para presentar al ministro nuestras medidas
de regeneración de la Justicia en cuatro áreas: or-
gánica, organizativa, procesal y profesional. Estamos
seguros de que ahora tiene que ser posible y real el
Pacto por la Justicia. En esta tarea, y en la de lograr
una mejor Justicia que proteja y garantice esos de-
rechos, la Abogacía va a emplear todas sus fuerzas.
No podemos esperar otros 100 números para llevar a
la portada de Abogacía Española la buena noticia de
que hemos sido capaces de llegar a ese Pacto y de que
la Justicia funciona. El ministro Catalá anunció como
gran objetivo en su toma de posesión el “dignificar el
trabajo de los profesionales de la Justicia, escuchan-
do, dialogando y construyendo con todos”. Aquí nos
tiene, ministro, dispuestos a trabajar por la Abogacía
y por la Justicia. l
Noviembre 2016 _ Abogacía Española _ 9