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EN PORTADA
Una herramienta
de convivencia
F ue un día lluvioso y frío, desapacible, aunque típico para la fecha en
que nos encontrábamos, un seis de diciembre. Y, además, no era fes-
tivo sino miércoles laborable, por lo que algunos pensaron que no se
daban las mejores condiciones para que el referéndum constitucional
fuera un éxito de participación.
Sin embargo, los españoles abrieron sus paraguas para acudir a las urnas y decir
sí a la Constitución. Y el referéndum se desarrolló con normalidad. Con toda la nor-
malidad que puede calificarse una jornada histórica en la que los españoles, tras una
guerra civil y cuatro décadas de dictadura militar, nos otorgábamos un marco legal
para desarrollar un Estado social y democrático de Derecho.
La prensa de esos días recogía la ilusión, desigualmente contenida, de los principa-
les líderes políticos, conscientes de lo mucho que nos jugábamos en esa votación. El
presidente del gobierno, Adolfo Suárez, instantes después de depositar su papeleta,
manifestó su satisfacción porque “el pueblo iba a refrendar la Constitución de la
libertad”. Felipe González, primer secretario del PSOE, se dirigió a los periodistas
para compartir que “los que votan ‘sí’ deben saber que están contribuyendo a crear
una nueva España, capaz de cambiar y de modificarse a sí misma”, declarando su
fe en que la Constitución “durase decenios y decenios”. Y un optimista Santiago
Carrillo, secretario general del PCE, pronosticaba el “comienzo de una nueva etapa”.
Los periódicos compartían ese sentir y publicaban artículos teñidos de las palabras
convivencia, compromiso de futuro, integración, consenso, reconciliación, la vo-
luntad de los españoles de gobernarse a sí mismos… pero, sobre todo, convivencia.
Hoy celebramos el 40º aniversario de la aprobación de nuestra Carta Magna, pero
conviene recordar que el camino para alcanzar el consenso no fue fácil. El primer
paso se dio el 1 de agosto de 1977 -tan sólo cuarenta y cinco días después de la
celebración de las elecciones generales-, al quedar constituida en el Congreso de
los Diputados la Comisión Constitucional con los siete
ponentes que habrían de elaborar el texto de partida. El
5 de enero de 1978 se publicó el primer anteproyecto
constitucional y, tras numerosas enmiendas, el antepro-
yecto definitivo salió a la luz el 17 de abril. Del 5 de
mayo al 20 de junio, la Comisión de Asuntos Constitu-
cionales y Libertades Públicas del Congreso debatió el
texto: sin debates fuertes, se buscó siempre el acuerdo
(los medios hablaban de la “batalla del consenso”), huir
DOLORES de los enfrentamientos, ya que todos eran conscientes de
DELGADO que la Constitución debía ser la de la concordia y la re-
GARCÍA conciliación. Y el 21 de julio el Pleno del Congreso apro-
Ministra de Justicia
bó el proyecto de Constitución. Después se remitiría al
Senado, se crearía una Comisión mixta para armonizar
las enmiendas de la Cámara Alta y, por separado, ambas
Cámaras aprobarían el texto resultante el 31 de octubre.
Por fin, casi año y medio después de crearse la Comi-
sión Constitucional, estaba todo listo para que el 6 de
diciembre el pueblo soberano tomara la palabra para de-
14 _ Abogacía Española _ Noviembre 2018
cidir su futuro. Tras un siglo de experi-
mentos constituyentes, de 1812 a 1931,
un texto lograría conferir estabilidad a
nuestro sistema político.
CONVIVENCIA DEMOCRÁTICA
Y DESARROLLO
Julián Besteiro, el presidente del PSOE y
de las Cortes durante la Segunda Repú-
blica, afirmó medio siglo antes que “una
Constitución no es un punto de llegada,
sino de partida”. Y nuestra Constitución
de 1978 ha servido como herramienta
útil para la convivencia democrática de
los españoles, promoviendo su desarro-
llo económico y social y la estabilidad
política, como quedó demostrado con la
respuesta de la ciudadanía y las institu-
ciones al intento de golpe de Estado de
1981. El éxito de nuestro texto constitucio-
nal reside en la integración de espacios
para la interpretación dinámica y hacer
frente a las adaptaciones necesarias en
medio de cambios sociales rápidos y
profundos, como lo fue la incorporación
a la Unión Europea.
Sin embargo, la sociedad española de
finales de los setenta, recién salida de
una dictadura, no es la misma que la
de principios del siglo XXI. El mundo y
España ha cambiado, y mucho. Por ello,
para que nuestra Carta Magna siga sien-
do nuestro patrimonio común, debemos
afrontar los nuevos retos y realidades
sociales surgidos 40 años después de su
promulgación en 1978. No debemos ser
autocomplacientes sino todo lo contrario.
El pacto constituyente de 1978 fue la
mejor muestra de la generosidad, madu-
rez y responsabilidad de todo un pueblo
que ganó la democracia y la libertad. Y
ahora somos nosotros, los sucesores de
ese pueblo, los que debemos seguir ga-
nándonos la democracia. Es el momen-