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Vigo 2013
reestructuración profunda
y apuesta por la oralidad
José Antonio
Martín Pallín
Magistrado emérito del
Tribunal Supremo
Hay muchas cosas que cambiar. Los sondeos de
opinión ponen de manifiesto reiteradamente que
la justicia como organización o servicio, o como ór-
gano de uno de los poderes del Estado goza de muy
baja consideración. Este solo dato es suficiente para
plantearse un cambio en profundidad.
Sin embargo, habría que advertir a los ciudadanos
que la primera causa de los males viene de la esca-
sa dotación presupuestaria que todos los Gobiernos
asignan al departamento de Justicia, que es la ceni-
cienta de la Administración. Esta escasa dotación, va
en contra de todos los estándares internacionales,
que asignan un 5% del presupuesto a la administra-
ción de Justicia, muy por encima de España
A partir de ahí, los problemas se encadenan. Los
sistemas de justicia dependen de la forma en la que
se seleccionan los jueces. En otros países prima la
experiencia sobre la memoria, y en España sucede
justamente al revés.
Otro mal añadido es el procedimiento escrito, que
da lugar a una instrucción con interminables folios
y folios, cuando muchas cuestiones podrían resol-
verse en audiencia oral antes de llegar al juicio. Esta
situación ha sido abordada por todos los Gobiernos,
pero solo se han aprobado leyes que han perpetua-
do los vicios del sistema. Parece que muchos legisla-
dores no han leído la Constitución, que dice que los
procedimientos deben ser orales, especialmente el
procedimiento penal.
Por otro lado, la demarcación y planta judicial, por
razones demográficas y de evolución económica,
debería estar en continua reestructuración. Sin em-
bargo, la reagrupación de Juzgados y Tribunales bajo
una macro-oficina judicial podría alejar el principio
de inmediación y convertir al juez en un burócrata,
por lo que es difícil que lo haga más eficiente.
Además, aunque todos queremos que la Justicia
sea rápida, nadie desea que sea irreflexiva. Para la
rapidez ya tenemos los juicios rápidos en mate-
rias que pueden solventarse en breves espacios de
tiempo. Pero el problema puede darse en que los ca-
sos que no pueden resolverse instantáneamente y
en aquellos que por su naturaleza se convierten en
una masa procesal difícilmente digerible por la en-
tidad de los hechos y el número de implicados. Para
solucionar esto haría falta un juez, debidamente
asistido que seleccione y convoque audiencias ora-
les para delimitar el ámbito del debate y anticipar el
juicio de aquellos hechos que puedan ser segrega-
dos del cuerpo principal.
Otra de las cosas que debería cambiar sin falta
son las tasas judiciales, que son inconstitucionales
porque limitan el acceso a la Justicia y suponen una
penalización que ya está prevista por el sistema de
la imposición de las costas.
En cuanto a la actual situación en la que prolife-
ran los casos de corrupción, las figuras delictivas ya
están en el Código Penal, y aunque las dificultades
de prueba son evidentes y la presión de los medios
alcanza cotas cuyo grado de tolerancia debe ser
medido, se necesita concentración, oralidad, inme-
diación y selección de los hechos y las condenas
en tiempo razonable de aquellas actuaciones que
estén suficientemente probadas. Demorar la aper-
tura del juicio oral hasta que se acredite el último
céntimo de las muchas defraudaciones cometidas
sólo favorece a los delincuentes.
Creo fervientemente que la Constitución abre
las claves para el nuevo sistema judicial. Lo han he-
cho otros países cercanos a nuestro modelo como
Francia o Portugal. Incluso Latinoamérica está avan-
zando más rápidamente en la oralidad que nuestro
país. Todo lo que sea trabajar en este sentido es la
única salida para paliar los males actuales. l
Julio 2013_Abogados_31