To view this page ensure that Adobe Flash Player version
11.1.0 or greater is installed.
Carta del editor
LSyCP: líneas rojas
y líneas blancas
El anteproyecto de Ley de Servicios y Colegios
Profesionales que el Gobierno aprobó el pasado 2
de agoSto podía haber sido una oportunidad para
modernizar entre todos un sector que, como re-
conoció el propio ministro de Economía y Competi-
tividad, Luis de Guindos, en la rueda de prensa del
Consejo de Ministros, funciona bien, crea riqueza
y proporciona empleo de calidad, por encima de
otros sectores productivos incluso en la crisis. Es
decir, que si se afronta su reforma, se debería hacer
de acuerdo con quienes han demostrado ser efi-
caces, y no de espaldas a ellos. Y, sobre todo, se de-
bería hacer para mejorar lo que funciona bien y no
para “poner palos en las ruedas”, para solucionar
problemas y no para crearlos. Y, finalmente, lo que
se puede hacer con consenso y sin precipitaciones,
no se debería hacer bajo urgencias inexistentes.
Si el Gobierno no rectifica, habremos perdido
una gran oportunidad de modernización y tal vez
hagamos que un sector que funcionaba bien, cam-
bie a peor. En lo que se refiere a la Abogacía, hay en
el anteproyecto de ley incoherencias, confusiones
y contradicciones que, sin duda, van a ser negativas
para los profesionales y para los ciudadanos.
El proceso de gestación de esta norma ha sido
intencionadamente confuso. Tanto como sus re-
sultados. Muchos de los aspectos que regula la
nueva Ley –prohibición de honorarios orientativos,
libertad de publicidad, colegiación única, etc.- se
aplican ya en la Abogacía desde hace años. Si hay
competitividad en algún sector, es en la Abogacía,
donde cada abogado se adapta permanentemente
a los cambios sociales y económicos, compite en
libertad y pelea por cada espacio profesional que
considera oportuno. Hay algunas líneas rojas que
la Abogacía no puede aceptar.
Introducir factores de división entre los aboga-
dos que ejercen ante los tribunales y los que tra-
bajan por cuenta de terceros supone una ruptura
de la profesión de dudosa legalidad, y en todo caso
negativa e inaceptable para los abogados y para los
ciudadanos. El “control de eficacia” que la Ley plantea sobre
los Colegios va mucho más allá del control de le-
galidad. Es abusivo, es un sorprendente retorno
al pasado, a tiempos antidemocráticos, interfiere
peligrosa y negativamente en facultades impres-
cindibles e irrenunciables de los Colegios, como
son la ordenación del ejercicio profesional y el con-
trol deontológico de los profesionales.
La eliminación del domicilio profesional único o
principal plantea un número exagerado de nuevos
problemas –deontológicos, de participación en la
vida colegial, de censo, etc.-, o de eficacia del Turno
de Oficio, entre otros, y no soluciona ninguno de los
existentes. Deja a los Colegios inermes ante la posible inter-
vención de la Administración, que puede asumir la
gestión de los Colegios y hasta decidir la disolución
de la Junta de Gobierno, de acuerdo con conceptos
jurídicos indeterminados. Y, finalmente, amenaza
con posibles conflictos de competencias con las co-
munidades autónomas.
Frente a esta realidad, la Abogacía opone el
nuevo Estatuto General, discutido durante mucho
tiempo y aprobado por unanimidad en el Pleno del
Consejo General. Un Estatuto que reafirma el dere-
cho de defensa, actualiza el ejercicio de la profe-
sión y el régimen deontológico y sancionador, pro-
mueve la democracia interna, refuerza la apuesta
tecnológica y protege los derechos fundamentales
de los ciudadanos.
En resumen, estamos por la transparencia, pero
no por la sumisión. Da la sensación de que al Go-
bierno le molesta la independencia y la autonomía
de los Colegios –que recientemente han dado
nuevas muestras de que están claramente posi-
cionados no sólo en defensa de legítimos intere-
ses corporativos, sino de los derechos básicos de
los ciudadanos- y que quieren tenerlos tutelados
y bajo un férreo control disciplinario. Reclamamos
diálogo a los Ministerios de Economía y de Justicia.
No sólo es que la Abogacía tenga el derecho y la
obligación de aportar su opinión y su conocimiento
en la redacción de textos legales que le afectan, es
que puede ayudar a mejorarlos. Y el Gobierno tiene
la obligación de escucharnos y querríamos estar
seguros de que lo hará. l
Septiembre-Octubre 2013_Abogados_3