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COACHING_
APRENDER A LIDERAR:
UNA ASIGNATURA PENDIENTE EN
LOS BUFETES
Lo mejor de las personas no se compra, se me-
rece. Nadie situaría como responsable de un depar-
tamento de auditoría a alguien que careciese
de conocimientos contables. Sólo un loco nom-
braría director de operaciones a un iletrado en
logística. No se confiaría a un lego las responsa-
bilidades del área concursal en un despacho. Sin
embargo, frecuentemente se olvida que para
dirigir también hay que aprender. El mero hecho
de ocupar, o de ser elevado a un puesto de res-
ponsabilidad no supone que se disponga de la
preparación suficiente para orientar adecuada-
mente el timón.
En febrero de 1828 se estableció por primera
vez en el mundo una institución dirigida a la
preparación de directivos. El acto tuvo lugar en
Madrid, reinando Fernando VII. Desde entonces,
mucho se ha evolucionado en la ciencia-artísti-
ca dedicada a preparar personas para ejercer el
gobierno. Se escucha en ocasiones la expresión:
l Sobre gustos no hay nada escrito.
La respuesta, que sirve también para cuestio-
nes relativas a gobierno de personas y organiza-
ciones, debería ser:
l Hay mucho, pero tú no te lo has leído.
Con frecuencia nos sorprendemos por la au-
sencia de implicación de otras personas en los
proyectos que tenemos entre manos –sea muy
numeroso o escaso en profesionales el bufete- y
de los que, puede ser el caso, somos el máximo
responsable o parte del comité de dirección. La
desgana puede proceder de la mala voluntad
o la desidia de los subordinados: no en vano se
ha señalado que resulta inviable que todos los
miembros de un grupo humano estén involu-
crados en un proyecto, por bien que se pilote.
Con todo, muchas veces se olvida que la carencia
de entusiasmo colectivo procede de comporta-
mientos inapropiados por parte de quienes ocu-
pan los mandos.
En tiempos pretéritos bien pudo darse el caso
de que el único motor de los subalternos consis-
tiese en el miedo o la amenaza. En la actualidad,
y prescindiendo de épocas como la presente en
las que la ausencia de alternativas profesionales
marca la pauta, la mayor parte de los profesio-
nales aspiran a ser tratados como personas, con
entornos de autonomía que permitan el desa-
rrollo personal.
El comienzo del camino hacia un buen gobier-
no pasa por diferenciar lo que es un directivo
de lo que es un líder. El primero es quien logra
que quienes dependen de él (de ella) hagan lo
que tienen que hacer. Un líder es la persona que
consigue que quienes dependen de ella quieran
hacer lo que tienen que hacer. De otro modo: el
líder genera compromiso mientras el mero di-
rectivo promueve la sumisión.
Algunos incrementan su insignificancia con
el empeño de lograr resultados a base de gritos
o intimidaciones. En el corto plazo, cualquier
organización –por supuesto un bufete- puede
funcionar de ese modo. En el medio, los más va-
liosos maniobrarán para alejarse de quien sólo
vocifera e ignora las claves mínimas de la mo-
tivación. Casi siempre se crea escuela, y las or-
ganizaciones se tornan invivibles. Se multiplican
así estructuras expertas en convocar talento y
también en expulsarlo.
Hay dos formas de expeler a los valiosos. En
algunos casos, porque optan por tomar las de Vi-
lladiego. En otros, se limitan a vegetar en la orga-
nización, convirtiéndose en parte del problema y
no de la solución. La culpa proviene en ocasiones
–repito- de la indolencia personal, pero en mu-
chas más de la incapacidad de diseñar motiva-
ción. El trecho que separa organizaciones motiva-
doras de otras demoledoras de entusiasmo es
relativamente fugaz y está compuesto por dos
elementos. De uno, la actitud de quienes dirigen.
De otro, la estructura construida.
Javier Fernández
Aguado Socio Director
de MINDVALUE.
Premio Peter
Drucker a la
innovación en
Management (EE.UU. 2008)
Diccionario de liderazgo
Cada uno somos lo que no somos. Somos quie-
nes aspiramos a ser. Las instituciones – y de for-
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