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OPINIÓN_
GOBERNAR DESDE LA DESCONFIANZA
Artículo publicado el
23 de julio de 2014 en El País
CARLOS CARNICER DÍEZ
Presidente del
Consejo General
de la Abogacía
14_Abogados_Septiembre 2014
¿ES POSIBLE GOBERNAR desde la desconfianza
y la ausencia de diálogo serio? En los últimos
tiempos, en el mundo de la justicia y de los Ser-
vicios y Colegios Profesionales, que es el que me-
jor conozco, el Gobierno viene haciendo ambas
cosas. Sospecha de los ciudadanos que plantean
tres pleitos en un año y les obliga a volver a de-
mostrar que son pobres de necesidad. No pien-
sa que, en estos tiempos de crisis, un ciudada-
no puede ser despedido y tener que reclamar
sus salarios, que puede tener problemas para
pagar su comunidad de vecinos y ser deman-
dado o divorciarse o recibir una multa. Más de
tres peticiones de justicia gratuita en un año
son suficientes para que se encienda la luz roja
y conviertan al ciudadano en un peligroso sos-
pechoso de abuso. Es como si un ciudadano que
acude cinco veces al médico en un año, aunque
tenga un cáncer, tuviera que demostrar que se
va a morir.
Además, si el pleito dura más de un año, aun-
que la culpa sea de la Administración de justicia,
o si recurres una sentencia, también tienes que
volver a solicitar el beneficio de justicia gratuita.
Cornudos y apaleados. Y a los abogados de ofi-
cio, a dos euros la hora, se les paga con un año
de retraso. O no se les paga porque aunque han
hecho su tarea, su defendido no alcanza el bene-
ficio de justicia gratuita, y ellos no cobran. Y no
pasa nada.
Contra el proyecto de ley de justicia gratuita,
actualmente en trámite parlamentario, y en de-
fensa de los derechos de los ciudadanos y de la
dignidad de los abogados, se manifiesta unáni-
memente la abogacía. Este proyecto es un grave
error que traspasa las líneas rojas del derecho
de defensa y que pone en riesgo un modelo que
funciona y que da respaldo a los más desfavore-
cidos, gracias al trabajo de los abogados de ofi-
cio y de los 83 colegios de abogados. ¿Debe un
Estado de derecho, en el que el acceso universal
a la justicia es un pilar esencial e indispensable
para su supervivencia, dificultar el acceso de
quienes lo necesitan imperiosamente, maltratar
a quienes hacen de la defensa de los derechos
de los ciudadanos su profesión e incluso su ra-
zón de vida y burocratizar uno de los servicios
que mejor funciona?
En el caso de los colegios profesionales, lo mis-
mo. Sospechan de ellos y les regulan sin diálogo.
Cobran mucho —dicen—, dan pocos servicios —
aunque ignoran qué servicios dan—, se les po-
nen nuevas obligaciones, se aumentan los trá-
mites burocráticos y se reducen sus ingresos, de
forma que, en muchos casos, no puedan hacer
frente a sus funciones. Y entonces la Administra-
ción se reserva el derecho de disolver la Junta de
Gobierno y convocar nuevas elecciones.
La fuerte campaña de intoxicación que la Ad-
ministración ha puesto en marcha contra los
colegios profesionales es un desatino que va a
tener consecuencias. Mientras ellos no presen-
tan una memoria económica razonada, nosotros
sí podemos probar que si la ley se aprueba como
está hoy casi en la mesa del Consejo de Minis-
tros, se perderán entre 4.000 y 10.000 puestos
de trabajo.
Podemos probar que la fijación de unas cuotas
máximas de 240 euros por colegiado y año para
todas las profesiones, para todos los colegios,
hagan lo que hagan, tengan las obligaciones
que tengan y presten los servicios que presten,
están basadas en cálculos económicos y estadís-
ticos erróneos y van a provocar la desaparición
de muchos de esos colegios, con perjuicios a los
profesionales, pero también a los ciudadanos a
los que el Gobierno dice querer defender.
¿Se puede emprender reformas de fondo sin
diálogo serio con los afectados? Se puede, claro,
pero también se ha demostrado que esas refor-
mas acaban sin entrar en vigor o son cambiadas
por el Gobierno siguiente, aunque el daño rea-
lizado no pueda ser evitado en su totalidad. Es
cierto que ha habido muchas reuniones entre el
Ministerio de Economía y los distintos colegios
profesionales. Pero eso no quiere decir que haya
habido diálogo. Ni siquiera que se hayan escu-
chado, y no digo ya tenido en cuenta, las opinio-
nes de los colegios. Aunque hubiera habido 10
veces más reuniones, el resultado habría sido el
mismo: las decisiones ya estaban tomadas des-
de el desconocimiento de la realidad.